Magda, una mujer boliviana, opina así de por qué hay hay tantas latinoamericanas que llegan a España para trabajar como empleadas del hogar: 'Porque en Madrid y Barcelona se utiliza más el servicio de las mujeres, hay más labores de limpieza; además, cuidar a niños y ancianos es más fácil para una mujer que para un hombre porque tenemos más paciencia. Un varón no puede hacer esa labor'. Su testimonio forma parte de Mujeres migrantes andinas: Contexto, políticas y gestión migratoria, que ayer hizo público la ONG Intermón Oxfam. Esta organización tiene un programa concreto de ayuda a estas trabajadoras que se llama Abriendo Mundos.
Las mujeres inmigrantes que trabajan como empleadas del hogar sufren una triple estigmatización: son mujeres, inmigrantes y encima trabajan en un empleo que nadie quiere hacer. 'Ellas han conseguido que 400.000 españolas dejen las labores domésticas y el cuidado de los hijos para trabajar fuera de casa y son las que más remesas mandan a sus países de origen', señaló ayer Gonzalo Fanjul, portavoz de Intermón Oxfam.
Intermón critica el triple estigma: mujer, inmigrante y empleo ingrato
Estas trabajadoras, además, no están adscritas al Régimen General de Trabajadores y así les pasa, por ejemplo, que hasta el día 29 no cobran la baja. Seis de cada diez, además, están en situación irregular y el 70% son inmigrantes, según datos del Servicio Jesuita a Migrantes.
La estadística no cuadra. Hay 295.000 mujeres que están dadas de alta en el régimen de la Seguridad Social como trabajadoras del hogar. Sin embargo, según la Encuesta de Población Activa (EPA) 895.000 hogares declaran que tienen a una empleada para estos trabajos. 'Eso significa que hay medio millón de mujeres que está trabajando en la economía sumergida', denuncian en Intermón-Oxfam.
La peruana Donatilda Gamarra, que lleva seis años en España, conoce bien lo que es soportar un trabajo a deshoras y mal pagado. 'Las empleadas del hogar nos sentimos culpables por dejar a los hijos en nuestros países, ¿serán buenos hombres y mujeres? Son cosas que se nos quedan en la cabeza', explicó. Luego, con la crisis, llegan además las excusas y los recortes. 'A una compañera su jefa le dijo que se había quedado en el paro y que ya no la necesitaba. Al final negociaron que fuera sólo dos días a limpiar. Hay que aceptarlo, porque sigue siendo trabajo', dice Donatilda. Y la competencia desleal, que hace que los precios por una hora de limpieza estén por los suelos.
Ellas aceptan cualquier cosa porque por encima de todo está su familia. Como señaló Donatilda al recordar las palabras de otra trabajadora del hogar: 'Yo no me como ni un helado porque todo es para mis tres hijos que están en Perú'.
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