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Ahora que la subasta de promesas electorales alcanza su apogeo, puede resultar de gran utilidad para electores y candidatos la lectura de El arte de la mentira política, un opúsculo publicado en 1773 con la firma de Jonathan Swift, en el que se define la mentira política como "el Arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables y hacerlo a buen fin".
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Distingue el autor, entre otras muchas tipologías, dos categorías principales: "la mentira que espanta e infunde terror" y "la que anima y enardece". A propósito de la primera, que anuncia catástrofes varias y futuros sombríos, aconseja a quienes la practican seguir la regla de "no enseñar al pueblo con demasiada frecuencia objetos terribles, no sea que acabe acostumbrándose a ellos" y reaccione con la hilaridad del niño cuando descubre que el hombre del saco y el cuarto de los ratones son sólo trucos de dominación para mantenerle a raya. En cuanto al uso de la segunda, que anuncia toda clase de venturas y futuros radiantes, advierte de que "no deben sobrepasarse los grados habituales de verosimilitud" y sugiere a quienes quieran inventar y/o propagar "mentiras que anuncian prodigios" que "sus Cometas, Ballenas o Dragones mantengan siempre un tamaño razonable", no sea que alimenten la hoguera del desengaño.
Tal es la minuciosidad del estudio que el opúsculo contiene incluso recomendaciones sobre la época mejor del año para el uso de cada variante: "Mentiras para espantar funcionan estupendamente durante los meses de noviembre y diciembre, no así en mayo y junio salvo que soplen los vientos del Este". Lamentablemente, nada dice de los meses de febrero y marzo.
También ofrece criterios para poder reconocer las mentiras y sus envoltorios: "Las mentiras de promesas que hacen los poderosos se reconocen por sus formas: os ponen una mano sobre el hombro, os abrazan y achuchan, os sonríen, os hacen reverencias. También mienten cuando juran y perjuran con exceso y reiteración".
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El predictor del pasado
Los expertos en pedagogía de la enseñanza dicen que el mejor predictor del comportamiento de un estudiante son sus resultados del curso anterior. La ventaja de estas elecciones para la aplicación de esa pauta, que como todo predictor adolece de infalibilidad -recuérdese el Aznar de 1996 -2000 y el de 2000-04- es que José Luis Rodríguez Zapatero ha sido presidente del Gobierno durante los últimos cuatro años y que Mariano Rajoy ejerció durante los ocho anteriores como vicepresidente y ministro de tres áreas tan importantes como Administraciones Públicas, Interior y Educación. El pasado es muy reciente como para precisar de recordatorio. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra... y cerrarán las canteras por falta de demanda.
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Ciencia contra refranero
La sabiduría popular sostiene que "antes se pilla a un mentiroso que a un cojo". Pero hay malas noticias para quienes deambulan por los pagos del mágico fantasma del centro político, según logró capturarlo Josep Ramoneda.
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El profesor de la Universidad de Salamanca Jaume Masip rebate la creencia popular exponiendo los resultados de varias décadas de investigación sobre la materia, realizada -con muestras amplias y heterogéneas- por psicólogos y comunicólogos: "a) la capacidad del ser humano para discriminar entre verdades y mentiras es extremadamente limitada; esto es así incluso en grupos profesionales para quienes la detección del engaño es una tarea importante en su trabajo; b) las personas no tenemos conciencia de lo correctos o incorrectos que son nuestros juicios de credibilidad; c) tendemos a sobreestimar nuestra capacidad de identificar verdades y mentiras; d) utilizamos claves equivocadas al hacer juicios de credibilidad; e) las creencias populares sobre los indicadores del engaño son erróneas; f) las creencias de los profesionales para quienes la detección del engaño es una tarea importante son también erróneas y similares a las de las otras personas; g) no se ha demostrado que los indicadores conductuales que se mencionan en la mayoría de los libros de autoayuda permitan una adecuada discriminación entre verdades y mentiras; h) existen muy pocas conductas que realmente permitan diferenciar entre verdades y mentiras; i) al contrario de lo que se da a entender en muchos libros de autoayuda y de lo que sostiene la sabiduría popular, el significado y el poder de discriminación de las claves conductuales dependen de una serie de variables situacionales; j) también al contrario de lo que afirman determinados libros dirigidos al gran público, aprender a discriminar entre verdades y mentiras es extremadamente difícil, como muestra la limitada eficacia de distintos programas de entrenamiento; k) en lugar de incrementar la precisión global, los entrenamientos al uso aumentan el sesgo a decir que las declaraciones son falsas" (Papeles del Psicólogo, 2006).
El ‘avecrem' de las promesas
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Así pues, todo queda al albur de la ideología -tantas veces asesinada y nunca muerta-, de la empatía -identificación mental y afectiva- y/o del desencanto. En resumen, a la capacidad de generar expectativas favorables para un mayor número de personas.
Frente a la mala prensa que tienen las "promesas electorales", no es sobrado romper una lanza en su favor. Son el avecrem -el hueso no mondo en la cocina de toda la vida- de la democracia, pues si no hubiera elecciones también habría promesas, pero el ciudadano -que no sería tal, sino súbdito o vasallo- no podría dirimir con su voto qué objetivos prefiere que en su nombre, y con sus impuestos, asuman los poderes públicos ni rebocar la confianza prestada -nunca otorgada- ante los incumplimientos.
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La puja aún no ha terminado. Como en la ruleta, sólo concluirá cuando el croupier electoral diga las palabras mágicas: "rien ne va plus, esta urna queda inaugurada".
Nota. El Arte de la mentira política se dio a la imprenta, y sigue editándose, con la firma de Jonathan Swift (Robert Harley en su partida de nacimiento), pero, según se ha verificado documentalmente, la autoría corresponde a su amigo John Arbuthnot, matemático escocés que fue médico de la reina Ana y gran aficionado a la sátira política.