Catalunya abre una nueva etapa que también marcará a España
5,36 millones de catalanes tienen hoy en sus manos la elección del Parlament que pasará página del Tripartito. PSOE y PP suspiran por atraer a CiU, la gran favorita
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5,36 millones de catalanes están llamados este domingo a las urnas para renovar los 135 diputados del Parlament. Serán las novenas elecciones autonómicas, pero no se trata de unos comicios rutinarios: pase lo que pase y todo apunta a que CiU recuperará el gobierno con una mayoría clara abrirán una nueva etapa que no sólo determinará el futuro de Catalunya, sino que tendrá efectos para toda España.
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A una nueva etapa se entra sí o sí, porque los dos partidos principales de la coalición que ha gobernado Catalunya desde 2003 el PSC y ERC van a las elecciones con la promesa solemne de no repetir pacto, una situación sin parangón en todo el mundo. La tercera pata era ICV-EUiA, la única "orgullosa" del Tripartito y la que mejor aguanta en los sondeos.
La CiU de Mas no es como la de Pujol: ahora la dirección es independentista
Pese a que la cantada victoria de CiU podría hacer pensar, sobre todo en Madrid, que Catalunya simplemente regresará a la fase anterior del Tripartito, la realidad es otra: la nueva CiU que lidera Artur Mas, con la piel muy endurecida tras siete años de "travesía del desierto", sigue siendo pragmática, pero tiene poco que ver con la que dejó el Palau de la Generalitat en 2003. Entre otras cosas, porque Catalunya ya tampoco es la misma tras el azaroso proceso de reforma del Estatut y la sentencia del Tribunal Constitucional, que ha causado un movimiento de tierras muy de fondo.
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En 1980, la inesperada victoria de Jordi Pujol determinó que fuera el dirigente nacionalista y CiU, en lugar de la izquierda federal, los que crearan los cimientos y el andamiaje del escenario político sobre el que todavía se opera. Y la construcción autonómica se hizo coincidir con la "construcción nacional".
El PSC ha hecho la campaña más pegada al PSOE de su historia
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Esta primera fase concluyó en 2003, con la llegada del Tripartito y, por tanto, de la alternancia, que abrió una nueva etapa en Catalunya y también en toda España. La presión catalana desencadenó una ola de reformas estatutarias que aspiraba a dar un nuevo impulso federal. Sin embargo, el proceso se cerró en falso con la tardía sentencia del Constitucional, que ha alimentado el soberanismo y el independentismo en Catalunya.
La paradoja es que todos los sondeos auguran hoy un gran retroceso para ERC, presionada por nuevas opciones independentistas que luchan por entrar en el Parlament, como la Solidaritat Catalana de Joan Laporta, y el Reagrupament del ex consejero Joan Carretero, y sobre todo, por la fuga de votos hacia CiU. Según las encuestas, esta formación se ha convertido en la opción del "voto útil independentista": el 35% de los votantes de Convergència ya es partidario de la independencia.
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En la nueva dirección de CiU, nucleada en torno a Mas, son mayoría los independentistas y los soberanistas, a diferencia de la unanimidad autonomista de las direcciones de Jordi Pujol. Y aunque el sentido responsable se mantiene intacto en la cúpula de CiU, ya es otro el partido con el que se van a encontrar los emisarios del PSOE y del PP que aspiren a seducirla.
Las elecciones catalanas de hoy serán también el primer gran duelo entre el PSOE y el PP en plena crisis económica. Sus dirigentes han desembarcado con una intensidad sin parangón, sobre todo en el caso del PSC, que ha pasado de gobernar siete años con Esquerra a aparecer siempre de la mano del PSOE. Pero ninguno de los dos partidos tiene motivos para estar tranquilo.
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Los socialistas se arriesgan a sufrir el peor resultado de su historia en Catalunya, precisamente la comunidad sobre la que José Luis Rodríguez Zapatero cimentó sus triunfos de 2004 y 2008. Y algunos sondeos apuntan a que el PP, lejos de crecer como se espera de un partido supuestamente lanzado hacia la Moncloa, incluso podría retroceder. Ello sería pésimo para una formación que tiene ya un papel secundario, reducido al 10% de los votos, en una comunidad tan importante como Catalunya.
PSC y PP han sido los únicos partidos grandes que han hecho una campaña contraria a abrir nuevos procesos de mejora del autogobierno o de la financiación, una novedad que, según cuál sea el resultado y las alianzas, abre por vez primera en la historia de Catalunya un escenario frentista a la vasca. Es demasiado pronto para saber si se avanzará en esta dirección porque, simultáneamente, ambos partidos han primado el choque izquierda-derecha y el PP ha coqueteado incluso con la xenofobia. Pero los amagos frentistas de la campaña ya son insólitos de por sí.
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Las direcciones de ambos partidos en Madrid aspiran a salir también de estas elecciones con un socio potencial que siga la estela de los pactos que Jordi Pujol firmó con Felipe González (1993-1996) y José María Aznar (1996-2000). Es otra de las paradojas: Zapatero y Rajoy se han dejado la piel pidiendo el voto para José Montilla y Alicia Sánchez-Camacho, respectivamente, pero nada desearían más que ganar un aliado del peso de CiU para su propio combate en Madrid.
El escenario que apuntan todas las encuestas es que Mas podrá gobernar solo, con la posibilidad de pactos puntuales en múltiples direcciones, e incluso tiene posibilidades de alcanzar la mayoría absoluta. En estas condiciones, lo más probable es que, a corto plazo, CiU contribuya a reforzar la estabilidad en el Congreso como la mejor forma de lidiar con las turbulencias financieras y disipar el espectro de un rescate.
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Esta es, por tanto, la versión más responsable de la CiU de toda la vida, que sigue existiendo. Los nuevos contornos de la CiU de dirección con mayoría soberanista e incluso independentista, se reservan para después de las generales de 2012, cuando Mas tiene previsto exigir un pacto fiscal que dé a Catalunya resultados similares al del concierto vasco.
Esta es la gran promesa de Mas en campaña y tanto el PSOE como el PP consideran que la exigencia haría saltar por los aires el Estado. Mas ha dejado claro que él es partidario de la independencia, pero que no desea un referéndum simplemente porque crearía una división al 50%. Y que por ello opta por lanzar la idea de pacto fiscal, que en su opinión une al 80% de los catalanes.
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La apuesta por el pacto fiscal en los términos planteados en la campaña es segura para CiU. Si lo lograra, se apuntaría un gran éxito. Y si fracasara, esta etapa que hoy comienza podría concluir con otro gran salto soberanista en Catalunya... Siempre que la crisis no haga saltar antes por los aires cualquier diseño de laboratorio con final feliz.