A pesar de que el lehendakari siga manteniendo en público que confía en llegar a un acuerdo con el presidente Zapatero, en la entrevista que ambos celebrarán mañana en Moncloa, Ibarretxe y el resto de la humanidad saben que las posibilidades de entendimiento son exactamente del cero por ciento. De forma que el encuentro sólo servirá para dar el pistoletazo de salida al choque de trenes entre PNV y PSE, pronosticado hace algunas semanas por el líder nacionalista Iñigo Urkullu, cuando empezó a convencerse de que los socialistas no tienen interés en negociar un reparto de las vías y están deseando que sean los electores quienes decidan qué vagones descarrilan.
Para entender las posturas que mantienen Zapatero e Ibarretxe es necesario tener en cuenta, sobre todo, dos acontecimientos: la llegada pactada de Urkullu al poder y los resultados del 9-M.
Las dos almas del Partido Nacionalista Vasco (PNV) sostienen un enfrentamiento ya centenario, que en un par de ocasiones ha terminado en escisión, y que en los últimos cinco años ha vivido capítulos de gran intensidad. El temor a otra ruptura del partido llevó a los autonomistas de Urkullu y a los soberanistas de Egibar a pactar una nueva dirección y una ponencia política, que en esencia respalda la hoja de ruta del lehendakari Ibarretxe.
Dicho pacto se cerró en verano de 2007, una vez que los autonomistas se convencieron de que había llegado el momento de sustituir a Josu Jon Imaz, que tenía una excelente imagen en Madrid y provocaba sarpullidos en la mayoría de los batzokis de Euskadi.
Ese acuerdo estuvo a punto de saltar por los aires tras el pésimo resultado electoral cosechado por el PNV el 9-M. El sector autonomista concluyó que el revés en las urnas se debía a un exceso de soberanismo y lanzó ataques públicos contra el “agotado” Gobierno de Ibarretxe. Al mismo tiempo, tendió la mano a los socialistas con la esperanza de que Zapatero le ayudase a frenar la hoja de ruta del lehendakari. ¿Cómo? Pues bastaba con que el presidente español aceptase formalmente el inicio de conversaciones entre Madrid y Vitoria sobre un nuevo Estatuto vasco.
El problema para Urkullu es que los socialistas también tenían su propia interpretación de los excelentes resultados obtenidos el 9-M por el PSE. Y la conclusión a la que llegaron en Moncloa es que, por primera vez en tres décadas, existe la posibilidad de que haya un lehendakari socialista. Es más, el presidente Zapatero se ha marcado como uno de sus principales retos lograr que Patxi López se imponga en las elecciones vascas, que como muy tarde se celebrarán en abril de 2009. Así que nada de echar una manita a Urkullu, al PNV le tocaba cocerce en su propia salsa soberanista.
El martes 6 de mayo, Zapatero y Urkullu cenaron en Moncloa. Y más allá de la amabilidad del primer encuentro entre ambos, lo que transmitió el presidente del PNV al regresar a Euskadi es que “Zapatero está en una nube”. Nada extraño si se tiene en cuenta que mejoró sus resultados en las elecciones generales y de paso provocó crisis internas en todos los partidos de la oposición, que además se vive con especial virulencia en el PP.
Así que Urkullu se vio forzado a cambiar de rumbo político y escenificar un cierre de filas con la hoja de ruta del lehendakari, certificado en una Asamblea General del PNV, el 10 de mayo. Allí, los nacionalistas se conjuraron para defender el plan de Ibarretxe “hasta el final”.
Es posible que, a cambio, la dirección del PNV pida a Ibarretxe que no adelante las elecciones vascas, ni siquiera aunque el pleno del Parlamento rechace el próximo 27 de junio convocar una consulta popular. Ello supondría incumplir la hoja de ruta, ya que el lehendakari se comprometió a adelantar los comicios al sábado 25 de octubre, en caso de que la Cámara vasca no autorice la celebración de la consulta. Y es que Urkullu está convencido de la necesidad de separar lo máximo posible las autonómicas del 9-M, para que el PNV pueda recomponer su discurso y superar la imagen de división interna.
La votación en el Parlamento dependerá de los votos de EHAK, la marca de la izquierda abertzale, necesarios para conformar una mayoría absoluta. A día de hoy, en el PNV está extendida la idea de que EHAK votará en contra de la consulta. “A la izquierda abertzale no le interesa dejar la bandera del soberanismo en manos de Ibarretxe y además, en la doble pregunta que se propondrá para la consulta, quedará claro el rechazo de la violencia para lograr objetivos políticos”, explica una fuente del Gobierno vasco. Este análisis sólo tiene un matiz, que introduce otro dirigente del PNV: “La única posibilidad que veo de que EHAK vote a favor de la consulta es que le obliguen a ello sus bases, que consideren incomprensible torpedear una iniciativa basada en el derecho a decidir de los vascos”.
Con este panorama político, poco cabe esperar de la novena reunión en Moncloa entre Zapatero e Ibarretxe, mas allá del buen talante. ¿O ni siquiera eso esta vez?
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