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En la cama con Tallón

Columnista, redactor de discursos, novelista, bloguero, periodista, encamado y del Atlético de Madrid, Juan Tallón ha hecho de la vida en horizontal un ente de razón

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El periodista y escritor ourensano Juan Tallón, autor de 'Libros peligrosos', en su hábitat natural.

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Hubo un tiempo en que recortaba la resaca sin dejar que la copa de balón rozase la hierba, pero el día después pasó a durar 48 horas y la borrachera ha terminado convirtiéndose en un recurso estilístico "no exento de cierta inspiración práctica", matiza Juan Tallón (Vilardevós, 1975), un tipo que un miércoles te informa en el periódico de cómo reventaron la tragaperras del bar de abajo y a la semana siguiente redacta el discurso de un ministro. Luego se mete en la cama y escribe a manta, como Onetti, que se pasó los últimos años de su vida recibiendo visitas y pariendo letras sobre el colchón. No necesitaba más horizonte que el de la Muchacha en la ventana de Dalí, cuya reproducción lo velaba como un crucifijo de pared, más mundo que un globo terráqueo girando en la mesilla de noche, ni más luz que la proyectada por un par de focos y por su última mujer, Dolly, autora de las fotos que inmortalizaron la horizontalidad del montevideano en su piso de Madrid.

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Tallón lee en la cama. Cuando lees mucho, pasas mucho tiempo en ella, y eso es lo que le pasó a Tallón, un artefacto literario de mecha corta y carga explosiva. "Ahora madrugo demasiado pero, como Marcel Proust, durante varios años me acosté temprano", confiesa con sorna el periodista ourensano, quien recuerda que las bibliotecas están repletas de autores que han escrito desde el jergón: Aleixandre, Wilde, Twain, Unamuno, Valle-Inclán... En busca del tiempo perdido en redacciones y oficinas, la almohada le ha prestado las horas suficientes para escribir un par de libros en gallego, un thriller doméstico cuyo título rinde culto a uno de sus autores de cabecera (El váter de Onetti) y un vademécum metafórico del mobiliario y la memorabilia futbolísticos. "La portería, en cierto sentido, también es una patria secreta, como la infancia o el bar o la cama. Tal vez por esa razón, en algún momento de sus vidas la custodiaron individuos como Dalí, Julio Iglesias e incluso Nabokov", escribe en Manual de fútbol (Edhasa), "una poética de todo lo que hace posible el deporte rey".

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Columnista, redactor de discursos ministeriales, novelista, bloguero, encamado y del Atlético de Madrid. "Las cosas no pueden ir sino a peor", reconoce Tallón, persuadido por la fatalidad en la vida y el revés en el campo. "Es mejor ganar que perder, pero la derrota tiene una enseñanza de margen de mejora que no tiene la dulzura del triunfo. Vas a estar más cerca de una victoria después de un segundo, tercer o cuarto fracaso", responde este colchonero fiel, aunque hablando de aficiones no se sabe si fue antes la cama o el Atleti. "Todos los días perdemos algo: el tren, un amigo, el pelo, la salud... No hagamos algo trágico de la derrota", aconseja Tallón, que ha asimilado "el hecho de perder como algo habitual, digno y mítico".

Todo empezó con mal pie en sexto de EGB, cuando lo internaron en un colegio de frailes de Verín. "Allí aprendí disciplina a base de hostias", rememora. "Recibí tal paliza que, cuando me junto con viejos compañeros, todavía me dicen: Joder, Tallón, menudas hostias te dieron aquel día". En Bachillerato fue "un perfecto mediocre", ese tipo de persona que "hacía proselitismo del cinco porque sacar un ocho era absurdo". Le alcanzó para estudiar Filosofía y Noche en Santiago, donde años después un diario le encargaría perseguir a un Fraga oscilante por la calle es mía (una tarea inabarcable la de cubrir al expresidente gallego, pues Tallón es enjuto y la talla de su camiseta blanca lleva años sin medrar, como si siguiese envuelto en el mismo sudario de los treinta y tres). Antes del periodismo hizo un amago, obligó a su padre a gastarse "un pastón" en el temario de las oposiciones a profesor y, un día después de comprarlo, decidió tomarse un año sabático para escribir un libro.

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"Llevo toda la vida vagueando con esa clase de maniobras", suspira. Consisten en pertrecharse de libros de otros para modelar el suyo propio. "Es evidente que la biblioteca puede contigo. Todo lo que escribes es lo que has leído, pasado por un tamiz personal, que a la postre es lo que define tu estilo". Ese puré lleva de todo, pero sabe a Vilardevós, donde ha fechado Libros peligrosos (Larousse), la enésima vuelta de tuerca a su producción metaliteraria, trufada de referencias a un sinfín autores. A pregunta perfecta, inédita en español, relata los tres fallidos encuentros entre Roberto Bolaño y César Aira, mientras que Fin de poema marca las últimas horas de cuatro poetas suicidas, aunque "no es una novela pesimista", advierte el autor del blog Descartemos el revólver. "Tengo la sensación de que puedo estar escribiendo un libro que ya sé escribir", se sincera. "Hay que estar siempre persiguiendo lo nuevo, porque la historia de la literatura está llena de buenas novelas, pero la novedad a veces es superior a la excelencia".

Lector insaciable, le quita importancia a las noches en blanco. "Puedes decir que un individuo lee poco, pero no mucho, porque siempre te faltan lecturas". Postrado en la piltra, Tallón convierte lo irrelevante en trascendental, como la carrera por la banda de una mosca, un insecto del que se valdría Descartes, cuando estaba convaleciente por enfermedad con la vista fijada en el techo, para desarrollar el sistema de coordenadas cartesianas. Otro que hizo de la cama, que diría Siniestro Total, el mejor camino, donde sólo estar escribiendo es mejor que estar dormido.

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