Marcela y su marido ya no saben qué historia inventarse para que su hijo Jorge se siente con ellos, encima de una garrafa de agua, y coma un muslo del pollo que acaban de asar. Jorge, de 8 años, no puede dejar de mirar cómo, a dos metros de su casa, la excavadora que tiene delante avanza y retrocede apartando los kilos de basura que suelen rodearle día a día en El Gallinero, el poblado chabolista madrileño situado a 15 kilómetros de la Puerta del Sol.
Jorge no podía comer pollo con su familia como todos los días porque ayer no era un día cualquiera. Más de 20 técnicos del Servicio Especial de Recogida Urgente del Ayuntamiento de Madrid (Selur) empezaron a limpiar este vertedero en el que un centenar de familias con 200 niños malviven entre kilos de basura, ratas y cables de cobre.
Tras las incansables reclamaciones de los voluntarios de las parroquias de San Carlos Borromeo y Santo Domingo de la Calzada, el pasado 27 de mayo, la responsable del Área de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid, Ana Botella, anunció que el consistorio llevaría a cabo una 'actuación integral de limpieza en las zonas más degradadas del poblado'.
Pero en El Gallinero es difícil distinguir cuáles son 'las zonas más degradadas'. Niños de todas las edades corretean descalzos (y desnudos los más pequeños) sorteando toneladas de basura por un terreno abandonado e inexistente a ojos de la mayoría de ciudadanos e instituciones.
'Las zonas accesibles se limpian una vez por semana y también se recoge la basura de los contenedores', defiende una portavoz de Medio Ambiente. El problema es que esta limpieza ordinaria no es suficiente. A las condiciones insalubres en las que viven los habitantes del poblado, para quienes los voluntarios piden letrinas y puntos con agua potable desde hace más de siete años, se suman las ratas, que no les deja dormir tranquilos.
A Siquiam, de 25 años, y a dos de sus cinco hijas (las otras tres viven en Rumanía) las ratas ya les han despertado más de una noche. 'Las ratas entran por un agujero que tenemos detrás de la chabola y se meten debajo de la cama', cuenta mientras mira suspirando la lavadora de su vecina de enfrente. Siquiam se pasa todo el día lavando ropa a mano. Una de sus hijas, Esperanza, encontró ayer en las nueve excavadoras del Selur el entretenimiento perfecto para olvidarse del calor abrasador. Los niños observaban de cerca cómo las máquinas retiraban montañas de basura de las que, a veces, salía corriendo alguna que otra rata.
Aun así, el pasado lunes, el Selur efectuó una operación de desratización. 'Limpiarán El Gallinero durante tres semanas, de ocho a dos y media de la tarde', cuenta Paco Pacheco, de San Carlos Borromeo, quien critica la 'tardanza' del Ayuntamiento en la limpieza mientras aleja a los niños de las máquinas.
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