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Hoy es el futuro

Hoy es el futuro Manuela Carmena: "La extrema derecha es el virus de la democracia"

Manuela Carmena, exalcaldesa de Madrid y autora del libro 'A los que vienen', cree que los ultras "surgen cuando algo no va bien". / FOTOS: JAIRO VARGAS

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madrid, Actualizado:

Manuela Carmena (Madrid, 1944) quiere inspirar a los jóvenes para que cambien la sociedad, de ahí que su libro se titule A los que vienen (Aguilar), si bien su experiencia —esa masa madre de la veteranía que abraza la harina, el agua y la sal con el objetivo de hornear un nuevo pan— también se dirige a sus coetáneos y a toda la ciudadanía.

Manuela Carmena (Madrid, 1944) quiere inspirar a los jóvenes para que cambien la sociedad, de ahí que su libro se titule A los que vienen (Aguilar), si bien su experiencia —esa masa madre de la veteranía que abraza la harina, el agua y la sal con el objetivo de hornear un nuevo pan— también se dirige a sus coetáneos y a toda la ciudadanía. 

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Abogada laboralista, juez emérita, vocal del Consejo General del Poder Judicial, emprendedora solidaria, alcaldesa de Madrid, tejedora de ropa social y, ahora, escritora, aunque en el momento de la entrevista disfruta de sus otros placeres: la lectura de los artículos de Clara Campoamor bajo la sombra de un limonero.

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A fallback.

En la serie Hoy es el futuro desanda sus pasos para impulsar un discurso que mira hacia el mañana y toma el testigo de Juan José Millás, fábrica de titulares: "El capitalismo es un delirio que en cualquier momento se puede venir abajo".

Antes de la pandemia del coronavirus publicó A los que vienen, aunque no podía imaginarse lo que venía.

Desde luego que no. Creíamos que era una película. Parecía que, como siempre, era algo propio de países más atrasados o pobres. Nunca pensamos que nos pasaría a nosotros. De la noche a la mañana, nos vimos confinados y vimos que el Palacio de Hielo era una morgue. Entonces sentimos un miedo terrible y nos miramos unos a otros.

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La publicación de esa foto fue muy polémica, pero esa visión nos hizo conscientes de nuestra vulnerabilidad.

No me preocupa que los medios publiquen la verdad, sino que mientan.

Y usted estaba acostumbrada que a que mintiesen sobre usted.

Claro. Y lo sigo estando todos los días. He sido víctima del bulo constante, la burla absurda, la mentira tremenda y el intento de descrédito.

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Incluso durante la pandemia del coronavirus.

Y antes se empeñaron en decir que vivía en un chalé de 72 habitaciones en el Conde de Orgaz.

Y usted con lo feliz que es aquí con sus limones…

¡Y yo aquí, explicando que vivo en un adosado en el barrio de Portugalete! Ahora han sacado que tengo una sicav, cuando no tengo ninguna sicav ni nada, pero alguien lo comenta, otro lo repite y tú no puedes decir nada.

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Miente, que algo queda. Y si la calumnia fuese castigada, la pena recibida compensaría el daño causado.

Sin duda. Aparte del esfuerzo enorme que supone poner en marcha un proceso judicial por cada mentira. Ahora mismo estoy metida en el proceso por la calumnia del respirador, un verdadero calvario.

¿Por qué un juzgado admite a trámite algunas denuncias que no se sostienen?

Porque todas las cosas son confusas. Depende de cómo lo plantees, la defensa corre a cargo del Ayuntamiento, sus abogados son quienes contestan a la demanda… Además, a mí ni me citan porque no soy parte en ese juicio.

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[Antes de ser alcaldesa, Manuela Carmena había invertido 430.000 euros en acciones, una información que publicó en la declaración de bienes y patrimonio del portal de transparencia municipal, sin especificar las empresas por consejo del secretario del Ayuntamiento, según sus propias declaraciones]

El Consistorio ha sido condenado a pagar las costas de 2.000 euros y el nuevo alcalde, José Luis Martínez Almeida, no presentará un recurso de casación. ¿Cree que ese pago podría ser una sutil jugada política del PP, es decir, que el nuevo Gobierno asume que usted era culpable, por decirlo de alguna manera?

El Ayuntamiento debe pagar las costas por orden judicial. Y, si me preguntasen mi opinión, tampoco recurriría, porque es una cadena de confusión que conviene aclarar lo antes posible. Hay una persona [Guillermo Rocafort, abogado y secretario general de la Plataforma Patriótica Millán-Astray] que se ha empeñado en que yo tengo una sicav. No es así y consta de esa manera en la declaración de bienes del Ayuntamiento. Dígame usted qué más quiere…

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La pregunta es muy boba, lo que interesa es su interpretación: ¿cuál es el objetivo?

El objetivo empieza desde que llego al Ayuntamiento y acusarme falsamente de tener una sicav forma parte de las operaciones efectuadas para erosionar la figura de alguien a quien hay que desgastar a toda costa porque es de izquierdas. Esta última es solo una denuncia más entre otras muchas.

¿La justicia es justa?

Yo creo que sí y que trata de ser lo más independiente posible. El problema es que la Justicia está tan alejada de la realidad y los interesados tienen tan pocas posibilidades de tener una comunicación directa con los tribunales que, en muchas ocasiones, estos no dan la posibilidad real del esclarecimiento profundo de los temas que se discuten. Y mucho más cuando se refieren a cuestiones puras de derecho administrativo, que es de lo que trata esta denuncia: ¿se debería haber admitido? Sin embargo, algunos medios de comunicación han querido desacreditarme con falsedades que no tienen nada que ver con la sentencia.

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Si la Justicia o sus decisiones judiciales no fuesen justas, ¿por qué habría que acatarlas?

Es una norma que hemos establecido todos, de la misma forma que seguimos las de un juego de mesa, las del fútbol o las de un medio de transporte. Hay que procurar que quienes administren las reglas lo hagan bien y existen muchas posibilidades de corregir los errores de la Justicia. Es no nos debe preocupar.

¿Qué volvería a ser durante cuatro años: abogada laboralista, juez emérita, alcaldesa de Madrid o vocal del Consejo General del Poder Judicial?

Nunca me ha gustado mirar hacia atrás.

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Pero si tuviese que elegir...

No volvería a ejercer ninguno de esos puestos. Siempre buscaría nuevas cosas.

Bueno, ahora escribe.

Escribo y tengo una pequeña empresa social de ropa infantil, Zapatelas, nacida al amparo de la asociación Cosiendo el paro.

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Antes, con Yayos Emprendedores, los jubilados comercializaban juguetes y ropa infantil realizados por parados y presos. Me imagino que Concepción Arenal habrá sido una de sus referentes.

Era una mujer inteligente, interesantísima y con una gran capacidad de análisis. Ahora estoy leyendo La forja de una feminista, de Clara Campoamor, conocida solo por haber conseguido el voto femenino, cuando era una periodista extraordinaria.

"He sido víctima del bulo constante, la burla absurda, la mentira tremenda y el intento de descrédito"

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El periodismo siempre hace una fotografía sociológica de la realidad. Y ella, en sus artículos, escribe sobre los asilos de Madrid o sobre los motivos por los que un niño no come. Me gusta el periodismo femenino de esa época. Y, en ese sentido, Clara Campoamor va en la misma línea de Concepción Arenal: retratar la sociedad y permitir que veamos lo que otra gente no ve.

Cuando era alcaldesa, ¿qué vio y pensó que sería muy difícil de cambiar?

Las estructuras administrativas y la burocracia absolutamente enraizada en los modos de actuar. Me llevé una sorpresa, porque creía que la burocracia entroncaba con la Justicia, pero me di cuenta que la municipal era mayor. Lo complicado, por ejemplo, no es mejorar la situación de la Cañada Real, sino que para conseguirlo hay que someterse a una serie de rutinas burocráticas similares a una herramienta que hace que todo rechine y vaya más despacio.

En muchas ocasiones, la oposición mal entendida —o sea, aquella que persigue el fracaso de los ejecutivos que están en el poder para desplazarlos y ocupar sus puestos— se siente muy cómoda en esa estructura absolutamente burocrática, enrocada y compleja, para poner una piedra o una denuncia en cualquier desvío. Porque recibimos denuncias por infinidad de asuntos.

Manuela Carmena, exalcaldesa de Madrid y autora del libro 'A los que vienen' (Aguilar). / FOTO: JAIRO VARGAS

En septiembre de 2019 fue la pregonera de las Fiestas de la Mercé. Si veían que la turistificación afectaba a Barcelona, ¿por qué no tomaron medidas drásticas nada más llegar a la Alcaldía?

Yo creo que sí las tomaron e hicieron todo lo posible.

Hablo del Ayuntamiento de Madrid.

Nosotros teníamos unos problemas diferentes y le pusimos límite a los apartamentos turísticos, evitando que los edificios de oficinas se convirtieran en hoteles. Madrid no tenía el nivel de saturación de turismo que sufría Barcelona. Y, además, el turismo es una fuente de ingresos y de riqueza extraordinaria que teníamos que respetar.

Hablemos de futuro, aunque sea imposible eludir el presente: ¿sigue teniendo vigencia lo que le plantea a los jóvenes en el libro A los que vienen (Aguilar) o hay que replanteárselo todo tras la pandemia?

No, sigue teniendo vigencia. La vida es una aventura que pasa por el enorme placer de modificar lo que crees que debes cambiar en tu mundo y en tu sociedad. Al final, dejo claro que es importante sentirse satisfecho con uno mismo. Es difícil saber exactamente qué es la felicidad, pero entre ella y la satisfacción hay una senda muy clara: el ejercicio de modelar la sociedad, que puede ser una escultura —o actividad artística— social o una aventura para modificar tu entorno.

¿Existe la felicidad o no hay forma de describirla?

Resulta difícil, porque es un sentimiento muy personal, pero está muy relacionado con la satisfacción de uno mismo. Muchas personas no pueden identificar esa satisfacción con el paroxismo o el entusiasmo en el que se podría ubicar la felicidad, aunque sentirse satisfecho con lo que haces y con lo que vives es suficiente como para no despreciar esa maravillosa senda de modificar la realidad que no te gusta y que produce dolor, injusticia y tristeza en los demás.

A la dictadura de la felicidad tradicional se ha sumado otra impuesta por las redes sociales.

Estar satisfecho con uno mismo implica atravesar momentos difíciles, en los que tienes que darlo todo cuando a lo mejor sientes inseguridad o miedo. Sin embargo, esa superación de las dificultades se puede entender como un gran camino de la satisfacción personal.

¿Sintió alguna inseguridad dentro del Ayuntamiento?

Sí. Yo lideré un grupo que no conocía, excepto a Marta Higueras —con quien había trabajado en la Justicia— y a Javier Barbero —a quien conocí cuando era un fraile que ayudaba a los presos—. Me di cuenta de que tenía que construir un equipo con personas diversas y pensé: "¡Dios mío! ¿Qué difícil, no?".

Mrs. Potato.

Los primeros días me despertaba preguntándome: "¡¿Pero qué he hecho?!". Como cuando alguien no quiere ir al colegio hasta que de pronto se da cuenta de que es el director del colegio. Y no puedes dejar de ir, claro.

Manuela Carmena cree que las mujeres gobiernan mejor por una cuestión cultural. / FOTO: JAIRO VARGAS

Dejó caer a algunos concejales, en vez de defenderlos, por sus supuestas meteduras de pata, aunque fuesen insignificancias. Desde los tuits irónicos de Guillermo Zapata hasta las polémicas de los titiriteros o de la cabalgata de Reyes de Celia Mayer. ¿Lo hizo por miedo a la oposición? ¿No cree que la izquierda, cuando llega al poder, anda con pies de plomo, teme pisar callos o no es lo suficientemente valiente? ¿No le hizo el juego a la derecha con esas medidas?

Bueno. Estamos en un momento en el que hay que tener muy claro que no se puede gobernar desde los partidos políticos, sino desde la transversalidad. Hay decisiones de los partidos de izquierdas que no deben tomarse en un marco general, porque no se entienden o no son positivas.

Hay que deslindar la paja del grano. Y, en esa delicada labor, hay algo malo: muchas veces —si no se tienen unos medios de comunicación a disposición de los correspondientes ejecutivos [gobernantes]— es muy difícil saber transmitir exactamente lo que se hace y no lo que se dice que se hace. Por eso, debido a esa confusión puede dar la impresión de que aplastamos ese grano de la izquierda que nunca hay que aplastar.

¿Están los políticos a la altura de los ciudadanos o son un reflejo de la sociedad?

Los políticos han utilizado unos métodos y unos sistemas de trabajo que están absolutamente de espaldas a la vida social y normal, porque no la entienden. Es ridículo que en los discursos electorales aseguren que son imprescindibles y necesarios, como si no pudiesen contar con el otro. Por no hablar de la propia concepción del partido… ¿¡Cómo va a tener toda la razón el partido!? El mundo es mucho más complejo y la política sigue siendo como una cartilla: los míos, los otros; los rojos, los azules; los buenos, los malos... Es absurdo.

La pregunta anterior podría aplicarse a la corrupción: algo falla cuando es de abajo arriba y de arriba abajo. ¿La corrupción de un político es una proyección de la [corrupción de la] sociedad?

Sí, pero en líneas generales tenemos que ser muy justos. La sociedad española en su conjunto no es corrupta. Si un guardia te pone una multa, a nadie se le ocurre decirle: "¿Cuánto te doy para que me la quites?".

Estaría bien que le pusiese la multa sin factura, ¿no?

[Risas] En líneas generales, no vivimos en una sociedad corrupta, sino que es bastante disciplinada y respetuosa con la legislación. Lo que pasa es que en ese contexto ha habido casos absolutamente escandalosos de corrupción de la clase política.

Al margen de la credibilidad de las encuestas y sin ánimo de esgrimirlas como tendencia, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ganaría las elecciones según un sondeo y volvería a gobernar con el apoyo de Ciudadanos y de Vox. Nada más que añadir, señoría...

Pues resulta que hay gente a la que le resulta una señora muy graciosa y amable, aunque parezca mentira. Los medios de comunicación poseen un poder tremendo y es evidente que la derecha tiene muchísimos más medios que los grupos de renovación, de progreso, de cambio o de izquierda.

¿Qué ha fallado para que en las recientes elecciones Podemos y sus socios se desplomasen en Euskadi y desapareciesen en Galicia?

Yo no soy una politóloga y no me apetece…

Pero la desaparición en el Parlamento gallego del partido de Pablo Iglesias —integrado en Galicia en Común, cuyo candidato era de su confianza— resulta particularmente singular.

Desde hace tiempo, en cierta medida, esos nuevos grupos o partidos estaban actuando de manera interna como los demás —o sea, como los tradicionales—. Las personas jóvenes y quienes se entusiasmaron con ellos los apoyaron precisamente porque los querían distintos. Si son como los demás, pierden todo su carisma.

Manuela Carmena asegura que es víctima de bulos como el de la sicav para desacreditarla. / JAIRO VARGAS

¿Cree que Podemos está grave, pero estable?

No sé. No soy una politóloga, por lo que no te podría contestar con precisión.

Imagínese el hemiciclo del Congreso en el futuro. ¿Los ve en el gallinero?

No sé. De verdad...

¿Cree que alguno de sus actuales líderes, sean de Podemos o de Izquierda Unida, se sentarán en el futuro en la bancada del PSOE?

No tengo ni idea, ni me preocupa.

¿E Íñigo Errejón?

No me preocupa, ni tengo ni idea.

Pasemos, pues, a su experiencia personal. Cuando Vox entró en las instituciones, ¿se acordó de la matanza de los laboralistas de Atocha? ¿Qué le vino a la cabeza?

Me he acordado del asesinato de mis compañeros durante muchas ocasiones a lo largo de mi vida. Fundamentalmente, por esa enorme injusticia que yo viví y ellos, no. Cuando la extrema derecha empieza a tener una cierta entidad, me produce una gran sensación de análisis. Si los ultraderechistas tienen fuerza es porque no hemos sabido cuidar la democracia, pues esta no se está comportando como debería hacerlo.

La aparición de la extrema derecha a lo largo de la historia, en sistemas democráticos, casi siempre es el indicativo de un virus que ataca la democracia, es decir, de que algo no está funcionando correctamente.

Es interesante ver qué decían los hombres de principios del siglo pasado sobre la política de su tiempo, desde Benito Pérez Galdós hasta el jurista Gumersindo de Azcárate. Quizás estaban alertando de lo que iba a suceder en 1923 con la dictadura de Miguel Primo de Rivera, que fue un ensayo de la terrible dictadura de Franco. La extrema derecha es el virus de la democracia. E, insisto, surge cuando algo no va bien.

Usted plantea siempre que si algo no nos gusta, hay que cambiarlo. ¿Qué cambió en el Ayuntamiento de Madrid? ¿Mejoró la ciudad? ¿Cuántos años habría necesitado para implantar su proyecto?

Cambiaron muchas cosas: el estilo de trabajar desde el Consistorio, la vinculación con la sociedad, la articulación de la participación… Por ejemplo, constituimos el Observatorio de la Ciudad, formado por personas anónimas elegidas por sorteo para que trabajaran con el Ayuntamiento. Fue una experiencia preciosa que se desmontó nada más llegar el nuevo equipo municipal. Eso me hace pensar…

Los distintos regímenes o ámbitos parlamentarios deberían tener la posibilidad de que los Gobiernos salientes pudieran concluir sus proyectos. Porque si no vivimos en un cortoplacismo muy grave, que no tiene ningún sentido. Debemos empezar a pensar de otra manera, porque no se pueden dejar las cosas a medias.

¿Se arrepiente de haberse presentado a la Alcaldía?

No, no, no. En absoluto.

¿Que faltó? ¿O qué le faltó?

Bueno, es un hecho notorio. Era bastante difícil esperar que eso pasara, pero un sector muy importante de la izquierda dijo que no había que votarnos. Y eso fue muy negativo…

[Carmena fue alcaldesa de la ciudad al frente de Ahora Madrid —un partido instrumental compuesto por Podemos, Ganemos Madrid, Izquierda Unida, Equo e independientes— y en 2019 encabezó la plataforma Más Madrid, que ganó las elecciones pero no logró gobernar.

La exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. / JAIRO VARGAS

¿Lo habría hecho otro modo si…?

Sí.

¿Lo habría hecho de otro modo y habría tenido otra relación con sus compañeros de Ahora Madrid si tuviese veinte años menos... o la experiencia, en cambio, fue un grado?

Lo de la edad no tiene nada que ver [risas].

No iba por ahí, pero imagínese que tuviese veinte años menos con lo sabido…

Cuando constituí el nuevo equipo municipal de Más Madrid, quizás fui demasiado allá… Tenía muy claro que debía ser una plataforma, no un partido, y tal vez no valoré que los partidos políticos no perdonan eso. De ahí que después tuviese que vivir la experiencia triste de ver a formaciones de izquierdas pidiendo que no nos votaran.

¿Pensó alguna vez que inicialmente podría haber sido utilizada por terceros como una pantalla, como un escaparate, como una imagen...?

No, no, no.

Como una persona de prestigio.

Hombre, ellos buscaban a alguien conocido y que pudiera ganar, pero no hubo una utilización de mi persona.

¿Considera que fue vista como una blanda por algunos de sus compañeros?

No, en absoluto. Ellos sabían que soy una persona muy partidaria de todo tipo de negociación, de paciencia y de escucha. Pero también saben que soy muy decidida cuando tomo una decisión. Y algunos de ellos lo vivieron...

También me refería a que le considerasen blanda desde un punto de vista ideológico. Sea como fuere, ¿la nueva política envejece?

Es que no ha sido nueva política. Fue un deseo de hacer nueva política, pero no se hizo nueva política.

¿La han llamado por error alguna vez Carmona?

Sí. Me pasa desde que iba al colegio, porque es más frecuente el apellido Carmona que el apellido Carmena [risas].

Ya le había sucedido antes de Antonio Miguel...

Claro, claro. Además, tengo muy buena amistad con Antonio Miguel Carmona [ver entrevista].

¿Las calles de Madrid durante el coronavirus, con sus paseos y sus bicicletas, se parecían a la ciudad que soñaba? Lógicamente, no me refiero a los estragos y efectos de la pandemia, sino al concepto de ciudad humanizada.

No. De alguna manera, se veía que no era normal y que estábamos todos en un proceso de shock. La gente paseaba por las calles, pero no era el devenir de una sociedad que se considera a sí misma satisfecha, sino producto del shock.

No cabe duda de que ha sido una desgracia que permanecerá grabada en nuestro cerebro y en nuestro corazón, pero también es una pena que tuviese que pasar todo esto para ver un Madrid sin coches. No sé si se podría hablar de la visión distópica de una ciudad en positivo.

Fue un Madrid más vacío y más humano, pero como le faltaba la alegría y la naturalidad, no dejó de ser un borrador del Madrid que soñamos.

En las pasadas elecciones municipales fue la candidata más votada y obtuvo diecinueve concejales [uno menos que con Ahora Madrid], pero no logró sumar con el PSOE para revalidar su cargo de alcaldesa. Durante estos años de votos, partidos, salones de plenos y parlamentos fragmentados y atomizados, ¿cree que debería gobernar la lista más votada?

No. Lo más importante es que haya una modificación en los partidos y que lleguen al Parlamento plataformas de ciudadanos con visiones claras de reivindicaciones sobre determinados objetivos. Pero que no sean partidos políticos, porque estos tienen esa rigidez que hace que después resulte difícil el ejercicio mismo de la política.

¿El futuro tendría que ser de la gente?

El futuro tiene que ser de nuevas formas de representación, no exclusivamente de las que hoy en día conocemos, o sea, de los partidos políticos. Si reflexionas sobre las recientes elecciones autonómicas, resulta importante que la candidatura más votada en Galicia haya ocultado las siglas del partido [el ausente PP de Alberto Núñez Feijóo]. Eso quiere decir mucho, ¿no?

Manuela Carmena está escribiendo un libro sobre la ética y la política. / FOTO: JAIRO VARGAS

Respecto a la gente o a lo que usted denomina "nuevas formas de representación", la Administración es una rueda que gira porque, más allá de los políticos, hay funcionarios y técnicos que hacen su labor. En ese sentido, ¿cree que sería positivo que entrasen en política ciudadanos durante un período concreto, de cuatro u ocho años, que previamente hayan desempeñado un trabajo al que regresarían tras ejercer como cargos públicos?

[No hablo de profesionales, de aspirantes a profesionales o de futuros profesionales de la política, sino de personas que hacen política durante un tiempo determinado apoyadas por la gestión y la experiencia de los técnicos de la Administración]

¿Se imagina que en el futuro haya gobernantes por oposición? "Usted para ser alcalde tiene que tener determinada preparación y que superar una prueba que acredite sus méritos".

No, no lo veo [risa contenida]. Quizás veo más la posibilidad de otorgar responsabilidades por sorteo. Es decir, que a todo el mundo le debería tocar alguna vez en su vida tener la capacidad de decidir algo.

¡Nadie quiere ser el presidente de su comunidad de vecinos y usted propone que a alguien le toque ser concejal de Deportes!

Sí. Llevamos a cabo esa experiencia y fue muy interesante. Elegimos a 49 ciudadanos por sorteo y vinieron entusiasmados. Su obligación era controlar el Ayuntamiento y sugerir políticas. No sé, hay que combinar.

También se han invitado a personajes a dirigir un periódico durante un día.

En las AMPA, por ejemplo, los padres y madres de los alumnos tienen mucho que decir. Hay numerosas instituciones en las que la delimitación no tiene que ver con un proceso de selección representativa, sino con un proceso de ubicación sistemática por el que van pasando diversos ciudadanos. Y da resultado.

Hay que combinar unos sistemas con otros. ¿Por qué no hacer un sorteo entre las personas interesadas de este barrio para decidir cómo mejoramos la limpieza o cómo cuidamos los jardines? Son tareas muy prácticas, pero al fin y al cabo la política está llena de tareas prácticas.

Igual que el presupuesto participativo, ese proceso mediante el cual la ciudadanía decide en qué se gasta una parte del presupuesto municipal.

Claro. Hay que buscar la implicación de los ciudadanos.

¿Cuál es el principal consejo para los que vienen? Después de la pandemia del coronavirus, ¿qué debemos haber aprendido y qué tenemos que mejorar?

Debemos cambiar aquello que nos está obstaculizando e impidiendo conseguir lo que queremos. Ahora mismo se está produciendo un desarrollo de las ciencias extraordinario y un desarrollo de todas las habilidades tecnológicas fantástico. Trabajemos sobre ellas. Cambiemos la educación, la sanidad, la política...

Estamos en un momento de transformación y hay que tener claros los mapas por donde debemos ir. Cuando trazas uno, lo importante es que estás marcando un territorio. Y en ese territorio marcas un destino, que es mejorar la democracia y la convivencia, así como conseguir una mayor cuota de igualdad en la ciudadanía. Tracemos un mapa, pues. Hagámoslo. Porque no nos valen los que tenemos.

¿Es el momento de que lo trace una mujer presidenta?

¿Por qué no?

Manuela Carmena, exalcaldesa de Madrid. / FOTO: JAIRO VARGAS

Por cierto, tiene otro libro pendiente de publicación. Trata sobre...

Ahora saldrá un libro de cuentos para niños, pero estoy escribiendo otro sobre la ética y la política.

¿Le gusta más leer o escribir?

Eeeh, yo qué sé… Yo diría que ambas cosas. Leer es más cómodo y escribir es un esfuerzo. Pero la gratificación, cuando consigues escribir lo que quieres, quizás sea mayor que cuando lees.

Usted dice que todo es política. ¿Las magdalenas también?

Sí. Me gusta mucho, porque cuando haces magdalenas le das una satisfacción a los demás. Forma parte de lo que yo llamo cuidado y creo que la política es sobre todo cuidar y cuidarse. Porque uno debe estar en política para cuidar a los demás y a sus ciudadanos, así como para mejorar su vida.

¿La sociedad será mejor cuando las mujeres ocupen el lugar que les corresponde?

Sin duda. Eso está demostrado. Cuando las mujeres tomen la decisión de intervenir en lo público con los valores que acuñaron a lo largo de generaciones, la sociedad estará mejor cuidada.

¿Cree que la mujer gobierna distinto cuando…?

Sí.

¿El mundo iría mejor si lo gobernasen las mujeres?

Yo creo que sí. Pero me gusta insistir en que no se trata de una cuestión biológica, sino cultural. Sin embargo, ha habido muchos momentos históricos en los que las propias mujeres han estado en contra de la cultura de las mujeres. O no se han identificado con ella o no han querido que esa cultura estuviese en lo público porque les parecía que lo público no podía estar teñido de su propia cultura. Una especie de infravaloración de sí mismas. Pero bueno, así se ha hecho la historia, ¿no?

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