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Actualizado:El artista se presenta con una vitalidad inusitada, con muchos proyectos en mente y sin miedo a nada. Su espectáculo "70", en el que repasa su extensa biografía, estará pronto en Noruega, Italia, Austria y Alemania.
Bufón donde los haya, procede de una larga estirpe de cómicos circenses. Este 2022 celebra su 70 cumpleaños, aunque el día exacto de su nacimiento lo oculte como si de un secreto profesional se tratara. Como no podía ser de otra forma, Leo Bassi aprovecha la efeméride para aproximarse a un público ávido de nuevas sonrisas y carcajadas. Su espectáculo, que girará a nivel internacional y se podrá ver en la Sala Mirador de Madrid, es una oda a la vitalidad que le acompaña en esta vejez recién inaugurada. En conversación con Público, el artista repasa sus orígenes y provocaciones, la esencia de su vida, la ausencia del miedo, la censura, su oposición a la burguesía, la persecución que ha sufrido por la extrema derecha y un futuro que presupone eterno.
Siete décadas haciendo el payaso, Bassi. ¿No se cansa?
Quizá para un actor puede parecer mucho, pero para los payasos es nuestro mejor momento. Mi padre y mi abuelo siempre me lo dijeron, que esta etapa, de los 70 y 80 años, es la mejor para un payaso de circo. Soy más feliz y tengo más gusto entrando a un escenario que nunca, y también soy el primer sorprendido de la vitalidad que despliego cuando estoy frente al público.
¿De qué forma enfrenta el paso del tiempo?
A nivel físico, claro, hay que aceptar algunas cosas que ya no funcionan. Pero por otro lado, lo que decía, estoy sorprendido de la vitalidad mental que tengo y mis ganas de vivir. Si hace 30 años me hubieran dicho que seguiría así con 70, hubiera dicho: hostia, qué viejo, pero mentalmente no me siento viejo para nada porque ahora tengo la mayor posibilidad de realizar mis sueños, y eso es un enorme placer que no me imaginaba.
Sus actuaciones siempre han sido consideradas como provocativas. ¿Cómo definiría lo provocativo?
"Lo provocativo es sorprender al público"
Sorprender al público. No dar al público lo que espera, o lo que las convenciones le hacen esperar. Lo provocativo es dejarles impactados con lo que les has comunicado durante la obra, y eso es lo que yo busco cuando voy a ver a otros artistas. La provocación tampoco es buscar malestar, sino estimular a los espectadores para que descubran cosas que desconocen.
¿Y desde la perspectiva más política?
Mi provocación es decir lo que yo pienso y no tener miedo de las consecuencias, incluso en asuntos como la guerra en Ucrania. Es increíble cómo la gente absorbe la propaganda de los mismos que invadieron Iraq con la falsa premisa de que allí había armas de destrucción masiva. Es una historia muy compleja que va mucho más allá de lo que nos venden de que Putin es un dictador. La identidad nacional, en esos lugares, ha cambiado de un lado a otro durante siglos y no es nada definido.
Volviendo a su proceso de creación, o provocación, ¿cómo lo desarrolla?
En este caso, quería mostrar a la gente un hombre de 70 años, el miedo a que se acerque la muerte, pero también sus logros. No tengo ningún prejuicio sobre cómo comunicar el mensaje que quiero, así que busco, no solo a través de las palabras, acercárselo al público. Yo no vengo de una tradición teatral, sino circense; por eso cambio radicalmente la línea histórica del relato y utilizo constantes cambios de ritmo.
Su foto de perfil en What’sApp es un patito de goma, imagino que en referencia a la Iglesia Patólica y El Paticano que inauguró, una especie de santa sede dedicada a la comicidad y en la que se venera, precisamente, un patito de goma. En agosto de 2016 quemaron parte de El Paticano. ¿Sabe quién lo hizo? ¿Por qué cree que siempre le han perseguido?
No, no lo sé. La cosa que más me sorprende es que el local está en Lavapiés, donde hay cámaras de vigilancia cada pocos metros. Pedimos a la Policía las grabaciones y nos dijeron que no las podían facilitar hasta que lo ordenara una sentencia judicial que nunca ha llegado.
Las personas que realizan estos ataques son muy viscerales, muy cercana a la ultraderecha, y yo creo que perciben que yo también soy visceral y no un intelectual. En cierta manera, pertenezco a su mismo mundo y eso no lo pueden aceptar, que alguien que no es intelectual o burgués pueda tener una opinión totalmente diferente a la suya. Quizá se sienten amenazados y quieren callarme. También he llegado a los 70 años, y cuando uno tiene esta edad pues no te vas a callar. Para mí, he ganado la partida de la libertad de expresión porque no voy a cambiar hasta el final de mis días.
Diez años antes, en 2006, intentaron atentar contra usted y su público en el teatro Alfil cuando representada la obra La Revelación, una composición que levantó furibundas críticas de fanáticos religiosos y grupos de extrema derecha. ¿Cómo lo recuerda?
Pusieron casi un kilo de explosivos al lado de mi camerino, menos mal que un técnico del teatro olió la gasolina. Vinieron los TEDAX y todo, pero otra vez con total impunidad. Yo no sé qué tipo de investigación se hizo, pero nadie fue acusado de nada.
Ha repetido varias veces que no tiene miedo. ¿De verdad no le teme a nada?
Mi familia empezó en 1840 en el circo, un lugar muy popular, para la gente de baja clase social. Hasta mi apellido significa bajos en italiano, y ya mi abuelo tenía muy claro que cuando uno lleva en su nombre Bassi nada tiene que perder. Fui educado de una cierta manera con una férrea idea de la libertad de expresión, y eso intento, ser el portavoz de la gente de la calle, no de la burguesía. Y por eso no tengo miedo.
¿Qué piensa, qué siente, cuando observa cómo los discursos de odio calan cada vez más en la sociedad?
"Si la gente con conciencia humanista tiene miedo de la calle, no se enfrenta a ella, la dominarán los populistas y sus discursos"
Si la gente con conciencia humanista tiene miedo de la calle, no se enfrenta a ella, la dominarán los populistas y sus discursos. Hay que mojarse, ensuciarse en las discusiones. Yo en un bar discuto más opiniones de Vox que de otros, y ahí es donde sigo con el deseo de luchar, aunque me encuentre en una situación complicada.
La extrema derecha me considera un progre perdido, un provocador, y en el mundo intelectual soy considerado menor e inferior porque no participo de su mundo. Yo quiero defender los valores humanistas con un lenguaje popular. Esos valores los puedes defender con un lenguaje burgués, y que no te escuchen en la calle, o hablar de forma visceral y violenta pero sin tener en cuenta esos valores, que es lo que hace gente como la de Vox.
Me gustaría que fuera sincero. ¿Se ha autocensurado alguna vez?
Quizá cuando tenía 30 o 40 años y calculaba mi carrera... Pero fue solo por un momento, porque a mis 45 decidí que no valía de nada banalizarme o entrar en el sistema, y me empecé a radicalizar. Ahora soy más radical y libre que nunca. Sí veo a muchos monologuistas que se censuran, y es lógico porque hay que pagar las facturas, y hay cosas que se pueden decir y otras que no... Pero yo no he ido por ese camino y lo he conseguido, por eso digo que he ganado la batalla de la libertad de expresión porque no han conseguido matarme.
¿Qué le da y le quita su personaje constante de bufón?
Me quita cierto público burgués que se puede ofender, pero yo no actúo para ellos, no quiero convencerles a ellos de nada, sino a la gente joven y de a pie. Lo que me da es lo contrario, la posibilidad de acercarme a la gente que quiero y que me permite explorar terrenos nuevos incluso para mí mismo.
En 1997 estableció su residencia en España. ¿Qué queda de aquél Leo Bassi?
Yo soy una persona que viaja y se mueve mucho, voy a Italia, Rusia, Brasil… Vivo normalmente en España pero yo me considero de muchos países. Y el Bassi de ahora es el mismo de entonces pero mucho más profundo, seguro de sí mismo y más feliz.
Por otra parte, pudiera parecer que usted nunca se cansa de trabajar, de hacer reír a la gente. ¿Nunca ha pensado en retirarse y dejar a un lado los ritmos del mundo del espectáculo? ¿Cuándo considera que llegará ese momento?
Para mí no es un trabajo, es la esencia de mi vida. Sé que estar hora y media concentrado delante del público necesita de mucha energía, y sé que algún día desaparecerá. El día que no lo pueda hacer, no me habré jubilado, estaré dos metro bajo tierra, porque actuar es mi alma, mi esencia. Yo creo que no llegará ese momento, sino que moriré en el escenario. Ya tengo giras internacionales para el año que viene y yo me siento como si tuviera 20 años menos.
Este 2022 cumple 70 años. Disculpe el atrevimiento, pero ¿hasta cuándo cree que vivirá? ¿Se atreve a predecir cómo será la realidad política y social de España para entonces?
En realidad, yo tengo un deseo íntimo, una sensación, de que quizá antes de que me muera van a encontrar el elixir de la eternidad y eso me va a salvar. Mientras viva seré eterno, y solo cuando esté muerto dejaré de pensarlo, pero entonces no me daré cuenta. La única, pequeña predicción, que se me pasa por la cabeza es si todo acabará en muy poco tiempo en una guerra nuclear.
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