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Los discursos de Pablo Fernández Santos (León, 1976) han trascendido las Cortes de Castilla y León al sacarle los colores a las derechas, sean azul, naranja o verde. Desde la tribuna de oradores, le ha parado los pies a Vox y ha culpado al PP de tantos males, intervenciones que se han hecho virales. Licenciado en Derecho, regentó un quiosco en León tras quemarse opositando. Luego surgió Podemos, se enroló en el barco morado y ahora ejerce de parlamentario en su región, donde también lleva las riendas del partido.
¿Cómo se pasa de regentar un quiosco de prensa a ser una de las voces más rotundas en un Parlamento?
Fue un cambio importante y un salto enorme, pero con normalidad y naturalidad. Yo nunca había militado en ningún partido y cuando surgió Podemos me involucré en la organización. Una vez en las Cortes de Castilla y León, he ido cogiendo cada vez más fuerza. Lo que me llama la atención es el escasísimo y el paupérrimo nivel que hay tanto en el Congreso como en los Parlamentos autonómicos. Hay mucha gente que lleva años dedicándose a esa tarea parlamentaria y a duras penas saben leer un papel.
¿Faltan oradores brillantes, de ahí que sus discursos hayan calado tanto? ¿Falla la forma, pero también el fondo?
Se conjugan ambas cuestiones. En los Parlamentos no se cuidaba mucho la oratoria ni la retórica. Es decir, no se ponía atención en el uso del lenguaje, que es una herramienta fundamental. Yo intento ser muy preciso con las palabras que empleo y eso puede llamar la atención. Además, también puedo sobresalir porque no llevo ningún papel.
En general, el nivel es bastante bajo y Unidas Podemos lo ha elevado, porque cuenta con grandes oradores como Pablo Iglesias o Irene Montero, quienes han dado un salto cualitativo. Tampoco estábamos acostumbrados a llamar a las cosas por su nombre, sin circunloquios ni rodeos, al tiempo que se cuidaban las formas a la hora de expresarse.
¿En el Congreso también observa poco nivel?
Tampoco hay un nivel elevado. No pretendo hacer proselitismo, pero sin duda Unidas Podemos es el grupo parlamentario con mejor oratoria. Hasta su irrupción, la labor en el Congreso era casi funcionarial. Los diputados leían unos papeles, con un discurso pobre y unas formas poco cuidadas.
¿A qué diputados echa de menos?
Sin duda, Julio Anguita era un referente y José Antonio Labordeta, un ejemplo claro de gran parlamentario. Ambas voces son los paradigmas de buenos oradores.
Ejerció como abogado en un despacho de Madrid, preparó oposiciones a inspector de Trabajo y luego vendió periódicos. ¿Por qué eligió el quiosco?
Salí de una oposición muy dura —tras cuatro años encerrado en casa estudiando muchas horas al día— y necesitaba cambiar de actividad. Estaba agotado psicológicamente y no quería inmiscuirme de nuevo en el mundo del Derecho. Opté por una opción insólita y sorprendente que chocó en mi entorno familiar y personal, porque mi formación académica era bastante buena y mi trayectoria profesional no apuntaba a que cogiese el traspaso de un quiosco.
En todo caso, me siento muy orgulloso de levantarme temprano, de llevar un negocio y de saber qué es un autónomo. Curiosamente, cuando entré en las Cortes de Castilla y León muchas voces de la derecha me llamaban quiosquero en tono despectivo. Al poco tiempo, cuando vieron cómo me desenvolvía, dejaron de hacerlo. Es más, llevo a gala haber regentado un quiosco, porque no es ningún desdoro. Al contrario, reivindico mi trabajo como autónomo.
¿Cree que hay clasismo en los Parlamentos?
Sí, hay clasismo. De hecho, cuando irrumpimos en el Congreso llamó mucho la atención que los diputados de Podemos no llevasen traje y corbata, pero sí rastas o coleta. Los Parlamentos no se parecían nada a la ciudadanía y estaban completamente alejados de la calle.
Me refería más a otro tipo de clasismo, porque prescindir del traje y la corbata no se corresponde con tener menos ingresos o formación.
El clasismo puede responder al nivel de ingresos, pero tanto en Valladolid como en Madrid he coincidido con parlamentarios deplorables, aunque como yo sean licenciados en Derecho.
Pese a los madrugones, ¿se hizo quiosquero para ocupar los tiempos muertos con la lectura y la escritura?
Claro, porque me encanta leer y escribir. Me levantaba a las seis y media, si bien había ratos libres durante la jornada que me permitían seguir cultivándome.
Sus padres no vieron con buenos ojos que se involucrase en Podemos, aunque me imagino que luego lo habrán votado.
Sí, por supuesto. Al principio, no vieron con excesivo agrado que trabajase en el quiosco porque mi trayectoria profesional estaba enfocada hacia el mundo del Derecho. Luego les sorprendió que entrase en política, pero terminaron apoyándome.
Ha denunciado la falta de trabajo, la precarización laboral y el empobrecimiento de parte de la población. ¿Encaja su perfil en el del español formado que tiene que buscarse la vida como sea?
Yo sentí la necesidad de romper con el mundo del Derecho y de hacer un paréntesis con la vida que había llevado hasta entonces. En todo caso, las políticas neoliberales han abocado a las dos generaciones mejor formadas de este país a empleos muy precarios y no relacionados con su formación académica.
Es una pena que tanta gente extremadamente cualificada se haya empobrecido con esos trabajos, por no hablar de los miles de jóvenes que se han visto forzados al exilio para encontrar oportunidades laborales fuera de España.
Antes de entrar en política, ¿qué se le pasaba por la cabeza cuando veía los titulares de los periódicos?
Siempre me ha gustado mucho la actualidad, por lo que me llamaba la atención que determinados periódicos y medios de comunicación estuviesen manejados por los poderes económicos. Antes era algo muy claro, pero ahora todavía es más descarnado.
Ha sido víctima de bulos, como el que falsamente lo relacionaba con una estafa. ¿Es posible combatir la desinformación y las fake news o una mentira repetida mil veces acaba pareciendo verdad?
Es muy complicado luchar contra las noticias falsas. De hecho, es una de las mayores lacras de esta sociedad. Lamentablemente, la desinformación, la mentira y el bulo están a la orden día y muchos medios incluso las usan de forma torticera, dándoles pábulo a esas fake news. Es muy preocupante, por lo que deberíamos concienciarnos al respecto, pues calan en la sociedad sin que sean contrastadas. También hay cierta falta de formación a la hora de consumir noticias, por lo que, más que nunca, hay que reivindicar los medios independientes.
¿El objetivo del cambio se hace cuesta arriba una vez en las instituciones?
Cuando uno está en las instituciones, evidentemente ve que hay demasiadas complejidades y que el poder muchas veces no reside en los Parlamentos ni en los Gobiernos. Cuesta que haya cambios sustanciales y radicales, pero es indubitable que únicamente solo se pueden llevar a cabo desde los Ejecutivos.
Le ha dado un buen repaso a Vox en sus intervenciones. ¿Cómo se frena la ultraderecha? ¿Cree que en su día la prensa le hizo un favor al ejercer de altavoz?
Vox ha contado con el gran altavoz de grandes medios que han difundido su mensaje misógino, machista, homófobo y xenófobo. Yo en el Parlamento digo la verdad: Vox es un partido de ultraderecha; son los herederos directos del franquismo; unas élites económicas con un discurso con el que intentan engañar a la gente, porque son más neoliberales que el Partido Popular. Su mensaje del odio es muy peligroso y me inquieta que esté arrastrando a la ultraderecha al PP.
También le ha arreado al PP y a Cs por "parasitar hasta la náusea las instituciones", "instrumentalizar el poder judicial para perseguir a sus adversarios políticos y para proteger a delincuentes", así como por gobernar con la ultraderecha en algunas regiones.
El PP y Ciudadanos están gobernando gracias a Vox en Madrid o en Andalucía, por lo que son cómplices, coadyuvantes y conniventes con las políticas de la ultraderecha. La foto de la plaza de Colón la lidera Vox.
¿Ve una reunificación de la derecha a corto o medio plazo?
Mantendrán esa pugna y Vox tratará de ganarle más terreno al PP y a Ciudadanos. Pese al lavado de imagen de Inés Arrimadas, Cs seguirá anclado en el marco de la derecha y el PP luchará por el espacio más extremo. No veo a corto plazo una reunificación.
Sus intervenciones se han hecho virales, como la que critica la dificultad del acceso a la vivienda, provocada según usted por las políticas del PP y Cs, que "han elegido el lado de los fondos buitre, de los bancos y de los grandes tenedores". Si Podemos gobernase en Castilla y León, ¿resultaría fácil promover la vivienda pública?
Sin duda. Es una cuestión de voluntad política. Resulta evidente que incluso en el Gobierno hay muchas resistencias a cambiar las cosas. No obstante, desde un Ejecutivo es mucho más fácil apostar por los parques de vivienda pública en alquiler y en propiedad, así como regular el precio de los alquileres. De hecho, lo estamos demostrando en el Gobierno de España, donde negociamos esa regulación.
¿Ha supuesto la pandemia el coronavirus un freno al programa de Podemos?
Al contrario. El coronavirus ha puesto de manifiesto que nuestro programa es más necesario que nunca, pues establece un escudo social y favorece el acceso a servicios básicos como la vivienda.
Ha llegado a agradecer al vicepresidente, Francisco Igea (Cs), su "labor, esfuerzo y actitud" durante la pandemia por escuchar a Podemos, así como a la consejera de Sanidad por anteponer "las personas a las cifras", algo poco habitual en política. En cambio, a nivel nacional, no hemos visto un entendimiento cuando era necesario. Como diría usted, no se está conjugando el verbo construir.
Puede sorprender que una persona como yo reconozca los aciertos del adversario, porque hay cosas que el PP y Cs han hecho bien a nivel regional. Sin embargo, hay que contraponer la actitud en el Congreso de ambos partidos y de Vox, que ha sido absolutamente beligerante e incendiaria. A nivel nacional, han destruido todos los puentes que les han tendido desde el Gobierno.
Su actitud ha sido el antónimo de construir, porque su posición ha sido destructiva: para ellos, "cuanto peor, mejor". Han demostrado su estrechez de miras al anteponer sus intereses electorales a los problemas de la gente, cuando ha habido muchos fallecidos. PP, Cs y Vox han pervertido la política al intentar sacar rédito de la muerte.
Ha parafraseado a Labordeta con su "váyanse a la mierda" y calificado de "puta basura" la proposición no de ley de Vox para derogar el decreto de la Memoria Histórica en Castilla y León. ¿A veces es necesario ese lenguaje para hacerse escuchar y entender?
Como recurso, puntualmente y respecto a temas trascendentes, a veces es necesario, aunque resulta frustrante que no se preste tanta atención cuando no se utilizan expresiones tan gruesas. Yo he hecho muchos discursos bien estructurados y con buen fondo político que no han repercutido tanto. Me llama la atención que los que tienen más impacto sean los primeros. En todo caso, me salieron del alma.
Podemos pasó de diez escaños a dos en las últimas elecciones autonómicas en Castilla y León. ¿Se sienten solos en el Grupo Mixto?
Fue un gran retroceso y un cambio drástico, pero nos hemos acostumbrado rápido y ahora toca trabajar todavía más. Aun así, creo que estamos haciendo un papel muy digno y destacado en la oposición.
Tras los resultados en Galicia, donde desapareció del mapa, ¿qué futuro le augura a Podemos en el Estado?
La gente se está dando cuenta de que somos más necesarios que nunca. Es evidente que después de años de acoso mediático con insidias, bulos y mentiras —en los que también hemos sufrido la utilización de aparatos parapoliciales del Estado por parte del PP para atacarnos y el uso de la vía judicial para erosionarnos—, los ciudadanos están comprobando que somos una fuerza política absolutamente imprescindible para el devenir del futuro de nuestro país.
Estamos gobernando, haciendo las cosas bien y desarrollando una política para la mayoría social, por lo que este va ser un punto de inflexión para el crecimiento de Podemos, pese al bache electoral en algunas regiones.
¿El Gobierno de coalición podría beneficiar más al PSOE que a Podemos en unas futuras elecciones generales?
Nosotros somos honestos y hacemos política pensando en la gente, no en el rédito electoral. Vamos a seguir ese camino, luchando por las políticas sociales y por mejorar la vida de las personas.
¿Qué hará el día que deje el escaño?
Ahora mismo no lo pienso, porque estoy muy centrado en mi labor política. Pero ese día llegará y entonces me plantearé el rumbo que tomaré en el futuro. Seguro que se abrirán caminos, porque hay mucha vida más allá de la política y del Parlamento.
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