'Ondina. Un amor para siempre'
Christian Petzold: "El mundo no avanza porque no se permite a las mujeres avanzar"
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madrid,
El cineasta reinterpreta el mito de Ondina en Ondina. Un amor para siempre, historia de un desafío a la leyenda intolerante y patriarcal que ha contribuido a paralizar el progreso del mundo. Premio de la Crítica Internacional en Berlín, es candidata a Mejor Película Europea.
"¡Vosotros, hombres! ¡Vosotros, monstruos!". Son las primera palabras que pronuncia Ondina en la reinterpretación del mito que hizo la escritora austriaca Ingeborg Bachmann. Esta hermosa mujer del agua, a la que acuden los hombres desesperados en busca de amor y a la que luego traicionan con una mujer de la tierra, ha salido de su lago en mitad del bosque para enfrentarse por fin a la leyenda. Ondina. Un amor para siempre, la nueva película del cineasta alemán Christian Petzold, es la representación de ese desafío.
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La Ondina de esta ficción, la Ondina moderna, es una historiadora que vive en Berlín y trabaja para el Senado haciendo visitas guiadas en el Foro Humboldt. En sus sesiones explica a los visitantes la transformación de la ciudad desde su fundación, levantada sobre un pantano, pasando por las distintas épocas políticas que ha vivido a lo largo de los siglos hasta hoy. Traicionada por su amante, Ondina ya no quiere pertenecer a la maldición y abandona la idea de la venganza. Ella quiere amar, y conoce a otro hombre, Christoph, un buzo industrial, con el que vive una historia de amor. Para no perderle, tendrá que retar al mito.
Premio de la Crítica Internacional en Berlín, donde Paula Beer ganó el Premio a la Mejor Actriz −Franz Rogowski es el coprotagonista−; Premio a la Mejor Dirección en Sevilla y preseleccionada en la categoría de Mejor Película en los Premios Europeos del Cine, Ondina. Un amor para siempre es, en palabras de su director, "una película de amor política", una reinterpretación de un mito intolerante que ha contribuido a paralizar el progreso del mundo, un mundo "que no avanza porque no se permite a las mujeres avanzar".
¿Podría decirse que 'Ondina' es la película sobre la traición histórica a las mujeres?
Sí. La historia de Ondina siempre ha sido la historia de un hombre que ha sacado a una mujer pura, inocente, del agua y la devuelve allí cuando encuentra a una mujer real, una madre. Del libro Ondina se va, de la escritora austriaca Ingeborg Bachmann, me gustó mucho que Ondina dice que ya no va a seguir ese juego. La primera frase del libro es "¡Vosotros, hombres! ¡Vosotros, monstruos!". Lo terrible del mito de Ondina es que ella solo tiene entidad a través del deseo de los hombres. Y en mi película ella es quien ella misma desea ser, eso es lo que me interesa.
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Ondina dice en la película que el progreso no es posible, ¿no lo es en el mundo capitalista de hoy?
El capitalismo avanza, pero sigue necesitando valores para poder seguir adelante. Por ejemplo, el Foro Humboldt en la película tiene una parte dedicada a centro comercial. Ondina entiende perfectamente que el mundo no avanza porque no se permite a las mujeres avanzar, porque para las mujeres no hay avances. Se cambian las fachadas, pero en el fondo se desea que las mujeres sigan siendo lo que siempre han sido.
El mito de Ondina es un cuento de traición y venganza, ¿qué lugar ocupa la traición hoy en el mundo?
No quiero hablar desde un punto de vista moral. Los traidores me interesan mucho, tanto como el hecho de la traición. Cuando hay una traición, pasa algo. Y el cine va sobre lo que pasa en el mundo. Hay traición en el amor y también en la política. Para mí hay un recuerdo traumático, cuando en la película de Jean-Pierre Melville El ejército de las sombras (1969) matan a un traidor, hay un debate moral fantástico y muy doloroso. La traición siempre conlleva dolor.
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En el amor y en la política, pero ¿no es el amor también política?
Sí. Tienen muchísimo que ver. Una película de amor es también una película política y una película política que no tiene amor no es una película.
Por cierto que el personaje dice que "la forma sigue al contenido", ¿no está el cine actual invadiendo demasiado con la forma?
Mucho. En esta película, por ejemplo, al principio hay cinco minutos de plano y contraplano y luego la narración fluye. En ese recorrido Ondina se convierte en el sujeto de la narración. Durante el rodaje hablamos mucho de la posición de la cámara. Contenido y forman se influyen mutuamente. Pero es el trabajo del cineasta... y ese trabajo es político. Yo nunca ruedo antes de las 11 o 11,30 de la mañana, lo que pone muy nerviosos a los productores, pero los cineastas tenemos que luchar por ese tiempo para trabajar. El trabajo no es de los productores.
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'Ondina' plantea la necesidad de desafiar a los mitos...
Sí, hay que desafiarlos, pero no ir contra ellos. Los mitos son una forma de comunicación, son orgánicos, van cambiando. Lo que hay que combatir es a la gente que dice que un mito es intocable. Hay que enfrentarse a los que dicen que el Corán es un libro de leyes o a los evangelistas que dicen lo mismo de la Biblia. Hay que ir contra todos los que no aceptan los cambios en los mitos.
En la película, el amor tal y como nos lo han contado siempre los hombres no tiene mucho que ver con el amor desde el punto de vista de la mujer ¿no?
El mito de Ondina se hizo muy popular en Alemania en el siglo de la industrialización. Alemania se hacía capitalista y el capitalismo había hechizado al mundo, entonces los románticos intentaron volver a descubrir la magia, los encantamientos. Ondina es el espíritu del agua que nace del deseo de volver a creer en la magia y por eso tiene que querer al mundo, a la naturaleza, la sexualidad, la pureza... Ella dice: mirad hombres, no podéis romper el mundo y luego utilizarme a mí como ejemplo para repararlo.
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