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A CORUÑA.- El ex juez Ventura Pérez Mariño defendió una vez la utilidad de las cajas de ahorro poniendo de ejemplo su propia experiencia como alcalde Vigo bajo las siglas socialistas: “Cuando tenía problemas de tesorería para pagar a las empresas concesionarias de los comedores escolares, levantaba el teléfono, hablaba con él y... problema solucionado”.
Él era Julio Fernández Gayoso, ex presidente de Novacaixagalicia, quien a sus 86 años acaba de ser detenido y encarcelado, junto a otros tres ex directivos de la entidad, para cumplir dos años de prisión por un delito de administración desleal y apropiación indebida por las multimillonarias indemnizaciones y pensiones que se autoadjudicaron tras arruinar la caja. La descapitalizaron en beneficio propio con toda desfachatez, mientras miles de familias gallegas perdían sus ahorros invertidos en la estafa de las preferentes, o se les embargaban sus viviendas, sobretasadas con hipotecas imposibles de pagar en plena crisis económica.
En la época en la que Pérez Mariño le llamaba para pedirle crédito, sobre el 2003, ya hacía años que Gayoso se había convertido en el Supermán de las finanzas gallegas. Había transformado la antigua Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Vigo, en la que entró a trabajar con apenas 16 años y de la que ya era director general cumplidos los 34, en un verdadero eje de la economía de Galicia. Prácticamente no había, alcalde, presidente de Diputación, partido político, sindicato , fundación o sociedad mercantil que no debiera algún tipo de favor.
Caixa Vigo, convertida en Caixanova tras la fusión con sus homólogas de Pontevedra y Ourense en el año 2000, llegó a ser la accionista mayoritaria de R, la operadora de telecomunicaciones más grande de Galicia; tuvo importantes participaciones en la fallida Pescanova; poseía bodegas de vino de Oporto en Portugal y de albariño al norte de la frontera; llegó a convertirse en una de los principales prestamistas de varios astilleros y de numerosos medios de comunicación, entre ellos el todopoderoso conglomerado de La Voz de Galicia, con el que posteriormente mantuvo un cruento enfrentamiento. Ya saben. ¿Problemas de financiación? Una llamada a Gayoso y... problema solucionado.
Créditos, patrocinios, subvenciones a fondo perdido, inserciones de publicidad, convenios, compras de inmuebles, inversiones directas en empresas del sector primario, industrial o de servicios... Era esa era dorada del capitalismo de casino en la que los gestores del dinero de las cajas consideraban obra social desde la compra de cuadros de los artistas más cotizados (más de 5.500 obras llegaron a figurar en la colección de la entidad) a la adquisición de teatros, auditorios, salas de exposiciones, escuelas de negocios y pomposas sedes sociales con lujosos despachos con muebles de diseño.
Sí, Gayoso era un Superman de las finanzas. Su carácter afable y tranquilo y un agudeza inusual para pulular por la política agradando a todo el mundo pero sin adscribirse a nadie lo convirtieron en una verdadera referencia. Era un tipo simpático, que hasta se soltaba a cantar boleros y que combinaba esa agudeza política con un carácter ambicioso que sabía camuflar en el momento oportuno para, después, apuñalar a sus oponentes sin piedad. Lo supo, tarde, el ya fallecido Luis Carrera Pásaro, director general de Caixa Ourense, a quien prometió una relevancia en Caixanova que nunca tuvo tras la fusión. Por cierto, que Carrera Pásaro fue el elegido por Alberto Núñez Feijóo para encabezar las listas del PP orensano en las autonómicas del 2009. No llegó a recibir ningún voto porque fue eliminado de la candidatura cuando se supo que había defraudado a Hacienda a través de una cuenta en las islas Caimán. Pero esa es otra historia.
Lo cierto es que cuando el crack del 2008 arrasó con el sistema financiero español y las cuentas de las cajas de ahorro empezaron a tambalearse, Gayoso estaba en la mejor posición posible para sortear la tormenta. La competencia de Caixanova en el norte, Caixa Galicia, con sede en A Coruña, padecía una situación prácticamente insostenible por su arriesgada exposición al ladrillo. Su presidente, José Luis Méndez, había apostado por financiar colosales proyectos urbanísticos dentro y fuera de la comunidad con mucha más decisión que Gayoso. Aquello proyectos otrora rentables, que se quedaron en esqueletos de hormigón en cuanto los constructores dejaron de pagar sus préstamos, sirvieron a Gayoso para presumir de mejor gestión cuando Feijóo forzó la fusión de las dos entidades. Así consiguió que Méndez, que hoy vive casi recluido cuidando flores en un pazo cercano a las hermosas Fragas del Eume, a unos cuarenta kilómetros de A Coruña, fuera apartado de la operación por el Banco de España.
La nueva entidad, Novacaixagalicia, nació en el 2010 con una falsa copresidencia formada por el propio Gayoso y por Mauro Varela, ex presidente de Caixa Galicia y ex diputado autonómico del PP. Falsa porque quienes mandaban en casi todo eran el señor del sur y sus escuderos: José Luis Pego, Gregorio Gorriarán y Óscar Rodríguez Estrada. Todos provenían de Caixanova, y todos se negaron a devolver las cantidades que, con la “colaboración necesaria” de Gayoso y del abogado Ricardo Pradas, también condenado en el 2015, y a espaldas del Banco de España y de la asamblea de la caja, se llevaron de ésta poco después de que fuera intervenida y nacionalizada. Entre indemnizaciones y planes de pensiones, Pego, se llevó 6,5 millones de euros; Rodríguez Estrada, casi nueve millones; Gorriarán, cuatro millones...
En junio del 2012, la Fiscalía los acusó de apropiación indebida junto al hombre de Caixa Galicia en el consejo de la entidad, Javier García de Paredes, que fue absuelto en la condena del 2015 porque devolvió al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) los 4,7 millones de euros que había cobrado.
Tres días después de conocer su imputación, Gayoso dimitió e inició una ronda de comparecencias ante varias comisiones de investigación. En una de ellas llegó a decir que “no pintaba nada” en el banco desde el 2006, a pesar de sus cargos y de que cobraba un salario de más de 600.000 euros anuales. Por entonces, Novacaixagalicia ya le había costado a los españoles más de 8.000 millones de euros a través de las repetidas inyecciones de capital del FROB y de operaciones varias, como la conversión en acciones de títulos preferentes.
Novacaixagalicia se llama hoy Abanca y pertenece al banco venezolano Banesco, propiedad del empresario Juan Carlos Escotet, de doble nacionalidad española y venezolana. El precio por la entidad que gestionaba los ahorros de cientos de miles de gallegos fueron poco más de mil millones de euros, que Banesco no terminará de pagar hasta el 2018.
Ahora, aquel Supermán de las finanzas gallegas que solucionaba cualquier problema a golpe de teléfono, está entre rejas setenta años después de haber entrado por primera vez en un banco. Y es difícil saber si alguno de los muchos que acudieron a él durante años para pedirle préstamos y favores le cogería el teléfono si a él se le ocurriera llamarlos desde la cárcel.
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