Siete de cada diez padres americanos sacrifican sus ahorros y pensiones para financiar a sus hijos
El ascensor intergeneracional se ha parado en seco en EEUU. Una encuesta pone de relieve las enormes tensiones monetarias a las que están sometidos los hogares estadounidenses.
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La mayoría de padres estadounidenses han puesto en juego una parte sustancial de sus recursos para solventar las necesidades financieras de sus hijos mayores de 18 años. Así lo refleja el sondeo de opinión de la firma de servicios financieros Bankrate, realizada junto a la empresa demoscópica YouGov, entre 2.346 adultos, entre los que había 773 padres con descendientes mayores de edad a mediados de marzo.
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El sondeo pone de relieve los enormes sacrificios monetarios a los que están sometidos los hogares de EEUU, que van desde la ralentización de los pagos de deudas contraídas hasta la utilización de ahorros de emergencia.
Casi el 70% de los padres con hijos adultos -el 68% de la muestra- se ha visto en la obligación de acudir a recursos propios y cerca de la mitad lo ha hecho acudiendo de urgencia a sus distintas modalidades de ahorro (fondos de inversión o de pensiones, principalmente) o a fórmulas para retrasar las obligaciones de pago de sus deudas o sus créditos.
En concreto, el 43% admite haber tenido que sacar parte de sus ahorros de retiro de la vida laboral, que sobrepasan los 7 billones de dólares (una cantidad similar a la suma de los PIB alemán y francés) con el único propósito de cubrir las necesidades financieras de sus hijos.
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Los padres con descendientes de la generación Z (o centennials, sucesores en el tiempo de los millennials o generación Y, a los que el informe de Bankrate sitúa en una banda de entre los 43 y 58 años) son los que aseguran estar realizando un "esfuerzo monetario significativo". El 36% cataloga de esta manera sus sacrificios. Por encima de quienes se encuadran como progenitores baby boomers (generación X), mayoritariamente con hijos millennials, y que oscilan entre los 59 y 77 años.
Los padres americanos "reconocen que prefieren ponerse sus propias máscaras de oxígeno antes de pedir ayuda a otros"
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Todos "reconocen con sus respuestas que prefieren ponerse sus propias máscaras de oxígeno antes de pedir ayuda a otros", en referencia a bancos o entidades prestamistas, explica Ted Rossman, analista de Bankrate, a la vez que recuerda que los "jóvenes adultos tienen que lidiar con préstamos de estudiantes y unos altos costes de acceso a la vivienda".
En este contexto es en el que sus padres "se decantan por extender sus recursos en un esfuerzo por ayudarles", pese a que esta decisión "podría poner en peligro su propia seguridad financiera".
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El escenario que dibuja la encuesta describe a la perfección el grado de incertidumbre que surge en la sociedad civil americana, donde la deuda estudiantil que ya irrumpe en los institutos se ha convertido en una losa que supera los 1,7 billones de dólares (por encima del tamaño del PIB español) y que pasa factura desde hace décadas a las familias de rentas medias y bajas en un país que se ha acostumbrado en los últimos años a navegar por un océano de deuda soberana y tensiones políticas sobre el techo de gasto y de pagos a crédito.
Tampoco las medidas de la Casa Blanca pueden, por sí mismas, mover una losa en la que tendría que intervenir, por ejemplo, las empresas en su búsqueda desesperada por atraer o retener el talento a sus estructuras productivas o directivas. Sobre todo, en la época de la gran dimisión, el fenómeno que ha llevado a más de 12 millones de estadounidenses a renunciar a ofertas de trabajo o a su empleo porque sus emolumentos no cubrían sus niveles de vida y sus gastos de ocio.
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Algunas empresas ya han acometido planes de carrera con mecanismos de alivio de la deuda de sus empleados jóvenes bajo el argumento de que mejora la camaradería y el clima profesional y supone un acicate moral que general beneficios y réditos corporativos.
Primeras coberturas de gastos
El sondeo de opinión también destaca la concordancia de ideas entre jóvenes y padres en que los primeros deberían ser capaces de cubrir sus gastos de móvil, de tarjeta de crédito y de seguro de coche a partir de los 20 años. Pero difieren, en cambio, en la conveniencia de que aborden el pago de compras que requieren mayor poder adquisitivo y la prolongación de los desembolsos como la vivienda, las pólizas de salud o los créditos estudiantiles.
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Ambas opciones, en cualquier caso, se han encarecido por la espiral inflacionista y la escalada de tipos, lo que retrasa todavía más el instante de la liberación parental por las ayudas intergeneracionales.
Un informe aconseja que estas coberturas monetarias "no se vean como un cheque en blanco ni un préstamo a fondo perdido"
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Por su parte, los miembros de la generación Z piensan que a los 22 años alcanzarán su independencia financiera de gastos habituales. Para Rossman, estas coberturas monetarias "no deben ser vistas como un cheque en blanco ni un préstamo a fondo perdido y de duración indefinida", sino, más bien, como una asistencia financiera y un episodio de empatía que facilite el tránsito hacia la estabilidad profesional.
La encuesta de Bankrate establece que el 43% de los padres que aportan financiación a sus hijos acude a sus planes de pensiones, un 51% a ahorros de emergencia, un 49% a medidas de retardo en el pago de sus deudas y un 55% a un cúmulo de ellas.
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La generación Z, entre 18 y 26 años, se ha graduado en el instituto y ha emprendido su etapa universitaria y asume que va a empezar a sufragar sus gastos más tarde que cualquiera de sus antecesores generacionales. Aunque también confía en que salvará sus deudas mucho antes que ellos y alcanzará la independencia financiera en un periodo medio de tiempo.
Al margen de la generación parental a la que pertenezcan, casi un tercio de los progenitores, en general, tildan de "muy significativo" su esfuerzo. Según los ingresos de los hogares, el 58% de las familias con menos de 50.000 dólares de poder adquisitivo anual declaran la financiación de sus hijos como notable, frente al 46% de las que superan los 100.000 dólares. Y más de la mitad (el 57%) ha acudido a la emergencia para sacar ahorros con los que atender las necesidades de sus hijos.
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Rossman incide en que en EEUU estas prácticas no deberían entenderse como un ardid de los hijos para eludir su desarrollo personal y financiero, ni como un mal comportamiento paternofilial, aunque apela a no abusar ni utilizar indiscriminadamente el ahorro de productos con demasiadas garantías de estabilidad futura, como los planes de pensiones.
El analista de la firma sugiere tres consejos para estimular la independencia financiera de los jóvenes. El primero, alinear los presupuestos familiares entre los dos progenitores o pareja, si fueran los casos, con auditorías puntuales para que los hijos puedan conocer el estado contable de la unidad familiar y generar así una demanda monetaria adecuada.
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En segundo término, especificar las diversas expectativas de gastos y de recursos propios o fórmulas de financiación alternativas con objeto de aclarar los parámetros asistenciales con los que van a contar y enterrar cualquier tentación de recibir algún cheque en blanco.
Y, finalmente, planificar una conversación, más pronto que tarde, sobre las responsabilidades que implica no pagar deudas o las ventajas que conlleva alcanzar la soberanía monetaria lo antes posible.