Reportaje Los portugueses respiran optimismo tras superar los efectos del rescate
El Gobierno minoritario del Partido Socialista portugués, obligado a dialogar permanentemente con izquierdistas, comunistas, verdes y animalistas, va camino de los tres años al frente de las políticas del país vecino. Así vive la población lusa la metamorfosis que le ha llevado de estar sujeta a las directrices de austeridad de la troika a estar dirigida por una sopa de siglas política nominada (y reivindicada) como geringonça (o, traducido al castellano, ‘chapuza’).
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Y van dos años, seis meses, una semana y… sumando. Pese a que (casi) nadie daba un euro por ellos al principio. Tanto es así, que el actual Ejecutivo de Portugal fue nominado desde sus inicios como el Gobierno de la geringonça, expresión lusa que se traduce por ‘chapuza’ y que remite paralelamente a un segundo sentido de ‘cosa inestable difícilmente comprensible’.
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Un aviso para lo que se suponía, aseguraban analistas y gurús, que se le venía encima a la vecina República: la ingobernabilidad de un Partido Socialista (PS, 86 escaños) en minoría, sostenido mediante acuerdos puntuales con los izquierdistas alternativos del BE (Bloco de Esquerda, 19), los comunistas ortodoxos del PCP (Partido Comunista Português, 15) además de los verdes del PEV (Partido Ecologista os Verdes, 2, incluidos estos últimos en el seno del PCP) e incluyendo al PAN (Partido pelos Animais e pela Natureza, 1). En suma 123 diputadas y diputados, suficientes en una Asamblea de 230 representantes.
El popurrí de siglas y de intereses al frente de todo el país era un hecho inédito en la historia reciente portuguesa (no en los gobiernos locales, que ya en los 90 registraron coaliciones entre socialistas y comunistas, por ejemplo, en Lisboa). Así lo quisieron las urnas, que concedieron una victoria insuficiente a la coalición liberal-conservadora (PàF, Portugal à Frente) liderada por el primer ministro saliente, Pedro Passos Coelho. Tamaña mezcolanza tenía el peor de los escenarios por delante: cuanto más cerca estaba el final de cuatro largos años de austeridad impuesta por la troika, más próximo aparecía el fantasma de un segundo rescate; por no hablar del desempleo (16,2 por ciento en 2013), del éxodo de miles de jóvenes, de la corrupción de políticos y banqueros de primera fila, de la congelación de los salarios públicos, de las privatizaciones de sectores clave como el de la aviación, de la bajada de las exportaciones, y de un largo etcétera de males por los que atravesaba Portugal.
Pues resulta que dos años, seis meses, una semana y… después, el paro ha descendido por debajo del ocho por ciento, el salario mínimo ha subido de 505 a 580 euros, la misma tendencia alcista que la vivida por las pensiones, el IVA en restauración ha bajado del 23 al 13 por ciento, el déficit también ha caído (al 0,92 o al tres por ciento según quién haga las cuentas, el Instituto Nacional de Estadística portugués o Eurostat, respectivamente), las exportaciones tanto comunitarias como fuera de la UE aumentaron, al igual que las inversiones, y el turismo se ha disparado.
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En definitiva, los datos macroeconómicos funcionan como nunca, tal y como corrobora la afirmación que resume el balance de 2017: el mayor crecimiento del siglo (2,7 por ciento). Es más, otrora denostado en el panorama internacional, Portugal tiene hoy representantes en puestos clave: a modo de ejemplo, António Guterres es secretario general de Naciones Unidas y Mário Centeno preside el Eurogrupo. Y en otros ámbitos, se ha conseguido una mayoría parlamentaria para revertir medidas antiabortistas, para facilitar la adopción a familias LGTBi y para facilitar el cannabis para usos médicos, entre otras cuestiones.
Pero, ¿han calado estos números y este cambio de rumbo en la población?, ¿hasta qué punto se han beneficiado las portuguesas y los portugueses de la aparente buena marcha de las cifras que manejan estadistas, agencias de calificación de riesgo y organismos internacionales? Público.es ha preguntado cómo vivían antes de la geringonça y cómo viven ahora diferentes perfiles de personas. ¿Ha cambiado su día a día?
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Imposible ir a peor
El acuerdo es prácticamente unánime a la hora de establecer un primer punto de partida: “El éxito principal de la construcción de esta alternativa política se debió al hecho de que el anterior Gobierno fue tan malo, pero tan malo, que cualquier cosa que siguiera iba a ser vista, al menos, como un mal menor”, resume la comunicadora Inês Subtil. “Quien padeció el Gobierno anterior sabía muy bien, de antemano, que el actual llegaba para quedarse y con éxito. No podía ser peor que lo anterior. Los analistas agoreros no fueron más que los lobbys que controlaban y controlan los medios”, refrenda Marcos Farias, argentino residente en Portugal desde hace 16 años que ve una sociedad más calmada y confiada, con “una paz y una tranquilidad que el Gobierno anterior había quitado”.
Es a partir de estos cimientos que aparecen dibujados dos de los cimientos sobre los que se sostienen las actuales políticas: el optimismo y el diálogo. El clima que se respira actualmente en las calles y plazas de los principales municipios contrasta con ese lamento quedo y profundo que parecía adueñarse de la actitud del país hace apenas cuatro años y que tan bien sonoriza el fado. Hoy la música sigue sonando y el fado nunca ha dejado de ser la forma de expresión por antonomasia de Portugal, pero los acordes sociales suenan muy diferentes.
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“Vivimos un momento de optimismo, de renovación en la confianza del Gobierno”, adelanta la antropóloga Mariana Gonçalves. “Somos más optimistas y estamos más satisfechos, aunque aún persista una gran desconfianza con el ejercicio de la política activa, fruto de la austeridad y de los escándalos de corrupción”, matiza el bloguero Micael Sousa, que recalca cómo “la nueva solución de gobierno evitó el desánimo y el pesimismo que caracterizaron la etapa anterior. Y ése ha sido un cambio muy importante. Sabemos que el optimismo es esencial para alcanzar la prosperidad social y económica”.
Rita Custódio pone sobre la mesa más argumentos: “Muchas medidas son a largo plazo y difícilmente se van a poder comprobar sus resultados en esta legislatura. Sin embargo, hay cambios significativos que afectan al día a día de la sociedad, como el aumento del salario mínimo y de las pensiones. Otra medida importante, aunque haya recibido muchas críticas por parte de la derecha, fue la decisión de dejar de subvencionar algunos colegios privados en el caso de haber una escuela pública cerca”.
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En el apartado de éxitos y fracasos, hay que recordar también los retos pendientes y urgentes que aún tiene la economía: la deuda pública sigue siendo enorme (por encima del 125 por ciento del PIB), son ya nueve años perdiendo población (la tasa de natalidad no llega a los cinco hijos por cada mil habitantes) y la salud de la banca sigue despertando recelos. Y tampoco se puede olvidar el mayor drama que ha vivido Portugal en este tiempo: los incendios, que dejaron más de un centenar de muertos y una moción de censura que no salió adelante.
Obligados a dialogar
El segundo pilar sobre el que se sostiene la coctelera de siglas PS-BE-PCP-PEV-PAN es la capacidad de diálogo, esa forma de sentarse a escuchar al otro sabiendo que determinadas concesiones partidistas se traducen en logros colectivos. Así lo cuenta la traductora y autora de guías de viaje Rita Custódio: “La gestión está funcionando mejor que antes, pues los cuatro partidos están contradiciendo las expectativas pesimistas y están sabiendo hacer concesiones que en el pasado habrían sido impensables”.
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“Necesitábamos este entendimiento desde hace tiempo para dejar atrás las guerras del pasado y dialogar entre todos por un bien común. Mirar hacia adelante y no hacia atrás”, indica la diseñadora Joana Viana. “La solución de gobierno ha demostrado que es posible negociar más allá de las posiciones partidistas rígidas. Y eso es positivo para el desarrollo de la cultura democrática y política portuguesa, incluso en favor de una ciudadanía activa”, completa Micael Sousa, quien fundó durante la crisis del Movimento Anti-Corrupção.
“La negociación permanente a la que está obligado el Gobierno del PS permite alcanzar más victorias en muchas de las reivindicaciones sociales”, asegura la presidenta de la asociación APRe! (Jubilados, Pensionistas y Retirados, en sus siglas portuguesas), Maria do Rosário Gama. Los acuerdos a cinco bandas han tenido, según Mariana Gonçalves, “un efecto simbólico en la sociedad. Han mostrado una nueva clase política que está dispuesta al diálogo, con una preocupación compartida para encontrar soluciones a la situación económica y social, independientemente de su agenda particular. Han traído de vuelta el debate sobre el estado social. La idea de la coalición-geringonça es importante porque significa pluralismo y, con ello, una mejor representación, una sociedad más justa”. Por cierto, esta cooperación política ha calado incluso en el ámbito municipal, con ayuntamientos clave, como el de Lisboa, compartidos por diferentes agrupaciones.
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En esta actitud de escucha obligada (los resultados electorales de 2015 quedaron muy lejos de una mayoría absoluta) es evidentemente clave la actitud del PS: “Esto solo es posible porque Partido Socialista ha sufrido en los últimos tiempos un importante lavado de cara. Con alguno de los dirigentes anteriores habría sido imposible”, incide el traductor Álex Tarradellas, recordando el paso por la cárcel del ex primer ministro José Sócrates, quien el pasado mayo abandonó oficialmente las filas socialistas tras casi cuatro décadas de militante que terminaron entre rechazos mutuos.
Los acuerdos principales del PS con el Bloco de Esquerda, con el Partido Comunista Português y con el Partido Ecologista os Verdes parecen funcionar sin fricciones mortales, aunque con roces que por ahora se van salvando. Uno de los últimos fue precisamente fruto de esa apertura al diálogo por la que apuesta forzado el PS, que el pasado mes de abril se saldó con su primer acuerdo (sobre descentralización en favor del poder municipal) con los conservadores del PPD/PSD (Partido Popular Democrático/Partido Social Demócrata, liderado desde febrero por Rui Rio, el sucesor de Coelho).
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Es a partir de estos resquicios y con el horizonte de las próximas elecciones legislativas aún lejano pero que ya comienza a respirarse en el ambiente (octubre de 2019), que comienzan a aparecer las dudas y los recelos: “Creo que se llegará al final del mandato. Pero en los últimos tiempos, el PS ha adquirido vicios de arrogancia frente a los partidos de izquierda y trabaja para conseguir una mayoría absoluta.
Las patronales saben que la derecha está derrotada y promueven esa mayoría absoluta para un regreso a ‘la normalidad’ y para eliminar la actual influencia de la izquierda. En el futuro todo dependerá de la relación de fuerzas entre el PS y los partidos de izquierda”, aclara la profesora Belandina Vaz, miembro del BE y que, en los años más duros de la crisis, fue activista del movimiento Que Se Lixe a Troika (Que Se Fastidie la Troika).
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Vidas personales, entre el turismo y la vivienda
La geringonça caló tan hondo que en 2016 fue elegida palabra del año en Portugal, por delante incluso de campeão (campeón), y eso que la selección absoluta de fútbol se hizo con su primera Eurocopa. Un dato nada baladí en un país que elige cuidadosamente sus vocablos anuales más emblemáticos: en otra comparación entre lo que había y lo que hay, en 2014 la vencedora fue corrupção (corrupción). Sobre este telón de fondo y ya con el concepto de geringonça reivindicado positiva a irónicamente incluso por la propia izquierda, la situación personal varía entre la de quienes ha mejorado y quienes, al menos de momento, siguen como estaban, sobreviviendo precarizados.
“En mi círculo más cercano las cosas han mejorado porque Portugal en general y Lisboa en particular están de moda”, apunta Joana Viana. “Seguimos siendo trabajadores precarios, aunque se esperan medidas para mejorar las condiciones laborales de los autónomos en los próximos tiempos”, suspira Álex Terradellas. Tampoco es muy diferente que hace unos años la situación de Mariana Gonçalvez, más bien todo lo contrario: licenciada en Relaciones Internacionales y con una maestría en Antropología, a los 33 años su subsistencia depende de “un trabajo corporativo en el que desempeño una función administrativa que requiere alguna competencia técnica como el manejo de idiomas y conocimientos básicos de informática”. Está en un call center enfocado al sector turístico y no llega a los mil euros al mes. “La legislación laboral continúa permitiendo una gran impunidad a las empresas. La precariedad no se refleja solo en los salarios, sino en la carga horaria, en el sistema de turnos, etcétera. El derecho a una vida privada se ve comprometido”, explica reivindicándose como antropóloga, un sector en el que su participación se resume “en unos pocos artículos informales escritos para eventos puntuales”.
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Precisamente el sector turístico es uno de los debates en los que el desacuerdo es más evidente. Las cifras que airea el Ejecutivo cuando quiere sacar pecho de los buenos resultados económicos son abrumadoras, pues durante el pasado ejercicio Portugal recibió 23 millones de visitas, duplicando su demografía, con la consiguiente incidencia en el empleo que deja el sector. Pero lectura no es tan simple. “Gana la economía, pero no tanto la vida de las personas”, se adelante Inês Subtil, quien después de vivir lo más duro de la crisis se fue a Brasil dos años, para regresar finalmente a Lisboa el pasado agosto; a su vuelta le sorprendió, “y mucho, el precio de los alquileres. El turismo ha aumentado la dificultad de vivir en los grandes municipios. Ahora mismo es imposible comprarse una casa, con precios similares a capitales como Londres o Madrid. La especulación y la gentrificación son terribles”.
“La mayoría de los portugueses no se puede permitir vivir en la ciudad porque los alquileres han subido muchísimo”, corrobora Joana Viana. El sector turístico “está creando mucho empleo, pero terciarizado y precarizado en el caso de los jóvenes”, incide Mariana Gonçalves. “Un país cuya economía está pendiente del turismo obviamente tiene problemas. Los trabajos son muy estacionales y precarios. Para que los resultados económicos no sean vacíos y calen en la población hay que controlar otras variables. El turismo es simplemente un balón de oxígeno, pero ¿cuántos balones no reventaron ya?”, se pregunta Inês Subtil.
Futuro gobierno
Las diferentes encuestas coinciden al subrayar la satisfacción que, dos años, seis meses, una semana y… después, la ciudadanía sigue apoyando el trabajo a cinco manos del Ejecutivo. Coincidiendo con el aniversario de los dos primeros ejercicios de geringonça, un sondeo de CM/Aximage para el periódico Correio da Manhã reveló que nueve de cada diez electores (el 88,7 por ciento) aprobaba al menos el devenir político; en concreto, lo hacía la totalidad de los votantes de la izquierda, mientras que el aplauso entre las personas afines al Partido Popular Democrático/Partido Social Demócrata se quedaba en un 30 por ciento, y el de los cercanos a la derecha del CDS (Centro Democrático y Social-Partido Popular, la otra pata de lo que fue la coalición PàF, vencedora por la mínima de las legislativas de 2015) apenas llegaba al 16 por ciento.
En otro barómetro más reciente publicado el pasado marzo, en este caso de Eurosondagem para el diario Expresso y el canal de televisión SIC, el 54,7 por ciento se mostraba a favor de otra geringonça en 2019, mientras que, en una cuestión aparte que preguntaba por la posibilidad de un acuerdo más ortodoxo, concretamente la gran coalición que protagonizarían el PS de António Costa y el PSD de Rui Rio, se quedaba en el 44,4 por ciento de apoyo.
La lectura política a corto y medio plazo es diferente a uno y otro lado del espectro ideológico, pues mientras a la izquierda se habla de la consolidación de la recuperación económica, a la derecha se habla de que, de aquí hasta la celebración de elecciones, se abre un panorama en el que las contradicciones entre las siglas van a quedar al desnudo. “Las restricciones europeas continúan teniendo efectos muy visibles en la crisis de los servicios públicos, pero el contenido de los acuerdos se va a cumplir y eso da viabilidad a una continuidad del actual Gobierno”, considera Belandina Vaz desde dentro del BE.
No lo tiene tan claro Inês Subtil: “Espero que la coalición tenga futuro, pero antes hay que ver si llega al final de su mandato. El PS sigue interesado en establecer acuerdos con los socialdemócratas, con quienes comparten una serie de ideales. No se sabe si esos guiños van a dañar la oportunidad de que la geringonça continúe. Para que eso suceda, es fundamental que el PS no obtenga la mayoría absoluta”. Una línea que convierte en deseo Maria do Rosário Gama: “Me gustaría que este modelo de gobernación se mantuviera, pero va a depender del resultado de las elecciones y de la voluntad de cada uno de los partidos”.
Lo que hace dos años, seis meses, una semana y… refleja la vecina República es que la colaboración es posible. Lo condensa Micael Sousa de esta forma: “A pesar de ser algo común en otras democracias europeas, nuestra joven democracia nunca había probado este formado y, en ese sentido, las críticas iniciales son comprensibles. Felizmente ya sobrepasamos esa barrera y nuestra democracia ha madurado. Ahora estamos en otro nivel. Este Gobierno ha demostrado que existen alternativas a los modelos neoliberales vigentes”.