Kellys Camareras de piso: imprescindibles y explotadas en el sector turístico
Tres camareras de piso, Beatriz, Floren y Cecilia cuentan las durísimas condiciones laborales a las que son sometidas a diario con un ratio obligatorio de limpieza por habitación de hotel. Algunas llegan a cobrar apenas 75 céntimos por dejar una habitación terminada
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¿Qué precariedad oculta el turismo en nuestro país? El sector de las ‘kellys’ lo componen más de 100.000 mujeres en España. Son camareras de piso en la más absoluta precariedad laboral. Y suponen el treinta por ciento del empleo turístico.
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Sufren temporalidad y la esclavitud del sector hotelero que cada vez repunta con mejores datos. Muy lejos de sufrir una crisis. Así lo señala la encuesta de Frontur, que elabora el INE cada año. En 2017, 36,3 millones de turistas extranjeros han llegado a España con una tasa de beneficio para el turismo que ha logrado 16.964 millones de euros de superávit. Sin embargo, las condiciones de estas mujeres, imprescindibles para la calidad de los alojamientos, se empobrecen en jornadas y salarios muy precarios frente al resto de los empleados de los hoteles.
La mayoría de establecimientos turísticos externalizan estas tareas con empresas multiservicio que reducen los sueldos del convenio de hostelería casi un cuarenta por ciento. De 1200 euros por convenio a 800 por limpiar 400 habitaciones mensuales, contratadas de forma externa.
400 habitaciones por 800 euros mensuales
Pepa Cuaresma, secretaria general de Servicios de CCOO de Sevilla, afirma a Público que "es ilegal pagar por habitación hecha un sueldo que no alcanza ni los dos euros la hora". El resultado es que estas mujeres tienen peores condiciones si se quedan en el paro o pasan a la jubilación. "Esto viene de arriba, de las cadenas hoteleras que firman esos servicios externalizados", aclara.
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No aguantan más y su silencio ha terminado
Ser uno de los principales sustentos de la calidad turística ha permitido a las kellys rebelarse. No aguantan más y su silencio ha terminado. Cuaresma sentencia que “son contratadas por 400 euros menos que si estuvieran en plantillas a través del convenio de hostelería”. Las empresas les pagan por horas como limpiadoras (categoría 2), cuando debían tener la categoría 4 de camarera de piso y ser mileuristas.
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Ratio obligatorio para no perder el empleo
El movimiento de las kellys se ha formalizado incluso en asociaciones que denuncian que “es el hotelero quien elige externalizar”, por un motivo claramente económico. “Es el dinero de la trabajadora el que se reduce para que la empresa externa tenga beneficios mientras el hotelero se ahorra costes”.
Sin letra pequeña en el contrato, las camareras de piso tienen ratios obligatorios de limpieza por habitación. “Necesitan llegar a 400 habitaciones mensuales para ganar 800 euros”. Si la jornada no ha permitido llegar a la marca obligatoria por la gobernanta, las camareras como Beatriz, Floren o Cecilia deben de echar horas extras. Ninguna de ellas remunerada. La hora sale de media a cuatro euros. “No hay derecho a someter estas exigencias a este sector tan importante para el turismo. Es ilegal obligar a las trabajadores a un ratio, pero saben que si no lo cumplen no hace falta ni que vuelvan al día siguiente a su puesto laboral”, añade Cuaresma.
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"Es ilegal obligar a las trabajadores a un ratio, pero saben que si no lo cumplen no hace falta que vuelvan al día siguiente"
Un reciente informe sobre los riesgos psicosociales de este colectivo, elaborado por UGT y CCOO alerta de sus tareas repetitivas “durante más del 80% de su jornada. Un ritmo de trabajo elevado en más del 75% del tiempo y la manipulación manual de cargas en un 40% de su tiempo de trabajo forzadas durante más de la mitad de su jornada laboral”.
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El perfil de las camareras es variado, aunque tiene componente de género. Prácticamente la totalidad son mujeres. “Las hay treintañeras, a punto de jubilarse, con niños a su cargo. De todo tipo, pero la realidad es que un trabajo que la mayoría mantiene por pura necesidad”, aclara Beatriz, una de las camareras que ha accedido a explicar su historia para Público en este reportaje.
Beatriz: “Tengo que quitar calzoncillos, preservativos en una habitación y no somos esclavas de nadie”
Beatriz tiene 53 años de edad y después de estar cuatro años en el paro no ha podido buscar otro empleo. “El mercado laboral sigue difícil y aunque no estoy a gusto no tengo otra posibilidad”, afirma.
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Beatriz se levanta a las siete de la mañana para entrar en su trabajo alrededor de las ocho. Seis horas de jornada frenética sin ningún tipo de descanso. “Ahora cobro 632 euros por hacer 14 habitaciones diarias. Algunas de salidas y otras de clientes que incluso pueden resultar más duras”, explica. Beatriz se refiere a la habitaciones que se limpian en medio de la estancia de los turistas y que, en muchos casos, le supone mucha “vergüenza” entrar.
“Me abren algunos clientes casi sin ropa, hay ropa interior por el suelo, he tenido que recoger muchos preservativos y no somos esclavas de nadie”, aclara. A la tarea de las habitaciones en hospedaje se unen las habitaciones de salida para la entrada de un nuevo turista. “Tienes que reponer botes, completar el cuarto de baño, poner sábanas, limpiar suelo en menos de 20 minutos”, añade esta trabajadora de una importante cadena hotelera en Sevilla.
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Al terminar la habitación, Beatriz tiene también que tirar la basura. Para ello rodea totalmente el edificio. Pero aún queda más. “Si no termino las 14 habitaciones en las horas acordadas tengo que echar horas extras gratuitas. El ratio siempre hay que cumplirlo”, afirma esta sevillana. “Voy cogiendo mis trucos pero es imposible hacer bien tu trabajo en el tiempo estimado por la empresa externa”, asegura.
Desde hace unos meses se ha convertido en enlace sindical, a pesar de que solo tres de sus 16 compañeras la hayan votado. “No estoy a gusto y no es fácil dejar una habitación bien en tan poco tiempo. Tienes que aguantar gritos en las habitaciones cercanas, a la gobernanta del hotel metiendo prisa y un malestar físico se va acumulando al final de cada jornada”. Aún le queda mucho para su jubilación pero espera que todas las reivindicaciones sirvan para que a las camareras de piso les vayan tomando cada día un poco más en cuenta.
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Floren: “He llegado a ver compañeras que cobran por habitación 75 céntimos. Es una situación límite”
Floren lleva toda una vida como camarera de piso. “Tengo suerte porque tengo un contrato estable. Sobre todo como sindicalista hemos luchado muchísimo”. En su carrera se ha encontrado muchas historias, incluso las nuevas camareras jóvenes que “llegan a cobrar casi 75 céntimos la habitación. Una situación límite”.
Floren destaca alarmada que “una mujer con ese contrato necesita 30 habitaciones para llegar a los 30 euros, ¿qué calidad puede haber en esas condiciones?”. A punto de llegar a la jubilación, recuerda a Público que se trata de “un trabajo duro con unas condiciones horrorosas”, sobre todo las que reciben las nuevas camareras, a través de contratos temporales. “Algunas no duran ni una mañana. Mantenerse en el puesto exige una lucha diaria que no es fácil de soportar y más con esta inestabilidad laboral”.
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"Sabemos que hay mucho dinero en el sector y que no lo quieren gastar”
Floren entró a trabajar en esta cadena hotelera con tan solo 19 años. Desde el primer momento participó activamente para la lucha de sus derechos pero afirma que eran otros tiempos. “Ahora luchamos para que haya personal fijo y hemos logrado este años que hagan a nueve trabajadoras indefinidas en el departamento. Sabemos que hay mucho dinero en el sector y que no lo quieren gastar”.
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Son tantos los años de dedicación como camarera que Floren no puede entender cómo una mujer que se acaba de quedar embarazada va directamente a la calle cuando finaliza su contrato. Temporal. “La mutua no deja trabajar en el sector con más de cinco meses de gestación. Es mucho el esfuerzo al que estamos sometidas y hay riesgos”. También para la salud diaria, ya que en alguna ocasión algunas de sus compañeras, incluso ella misma “ha tenido un accidente con una puerta, una ventana, un dolor intenso de espalda y eso es inevitable por la carga de trabajo”.
Cecilia: “Luchar por tus derechos puede hacer que el propio director del hotel te deje sin cobrar horas extras”
Doce años como kelly permiten a Cecilia tener un profundo conocimiento de cómo se trabaja en el sector. Cecilia tuvo la suerte al llegar a España y encontrar empleo estable en una cadena hotelera. “No estoy en la peor situación ni en una ETT y al menos no contratan en la cadena trabajo de personal externo, pero las condiciones a veces son muy duras para nosotras desde dentro”.
Cecilia es también sindicalista y lucha desde fuera en las manifestaciones. “Trabajo muy duro pero también sabemos que muchas veces no se cumple nuestro convenio de hostelería”.
"Meten a chicas por programas de inserción laboral para aprender idiomas o de prácticas y esto sigue debilitando todos nuestros derechos"
La última discusión con la gobernanta del hotel llegó porque a las 18 habitaciones que tienen que limpiar en ocho horas, hay que añadir la limpieza de la piscina y las zonas ajardinadas en un hotel que tiene prácticamente a diario ocupado todo el complejo. “Yo dije que me negaba. No entendía por qué habían echado a parte del personal de mantenimiento. Yo no podía hacer todo ese trabajo y no respetaba las condiciones”. A pesar de ser delegada y de luchar por los derechos de muchas, Cecilia se queda en muchas broncas sola ante la dirección.
En más de una ocasión la han dejado sin cobrar horas extras a petición directa del director. “Luchar por tus derechos puede hacer que el propio director del hotel te deje sin cobrar horas extras. Saben que pido mis derechos y así me lo pagan”, aclara esta mujer. Sin embargo, algunas de las riñas producen sus frutos, como fue la del caso de la piscina. “La negación de hacer este trabajo llevó a la dirección a quitarnos tres habitaciones del ratio para poder llegar bien con la nueva tarea de la piscina” señala orgullosa.
Después de una década y la excusa de la crisis, para Cecilia la precariedad se va poco a poco multiplicando y lo ve en el perfil de las más jóvenes. “Ahora meten a chicas por programas de inserción laboral para aprender idiomas o de prácticas y esto sigue debilitando todos nuestros derechos. A pesar de que luchan por mantener el empleo por miedo y necesidad, las que intentamos que esta profesión se dignifique somos las más perjudicadas”.