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Los cadáveres exquisitos de Rodrigo Rato

Gozó de prestigio durante años, pero a su paso por la política, la empresa y la banca iba dejando atrás un 'muerto' tras otro

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Mariano Rajoy, José María Aznar y Rodrigo Rato, en una foto de archivo. / EFE

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El hombre que podría estar llevando las riendas del país es un desahuciado de la política, de la empresa, de la banca. La elección digital de Aznar condujo a Rajoy (al tercer intento) a la Moncloa, pero el presidente del Gobierno pudo haber sido Rato, ahora en caída libre hacia los infiernos después de su paso por Bankia. Claro que, entonces, le llovían alabanzas, que siguieron empapándolo hasta que Botín lo calificó como el mejor ministro de Economía de la democracia tras auparse a la presidencia de Caja Madrid. Pero antes de su nefasta gestión al frente de la entidad, que echó leña al fuego del rescate, también había motivos para la quema.

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El Siglo le dedicó una portada en 2002, cuando todavía era vicepresidente del Gobierno, que reflejaba los tejemanejes de la familia para rellenar los agujeros contables que habían hecho de sus compañías un queso gruyer. Los Rato se desesperan por conseguir créditos, lo que lleva al banco público Argentaria a elaborar un informe de una de sus empresas, Construcciones Riesgo, que recomienda denegárselo. Aunque había sido el propio titular de Economía quien colocó a Francisco González al frente de la entidad, rechaza una segunda petición, aunque el banco terminaría cediendo a la tercera.

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El cariño que le profesaba la banca a los Rato también se puso de manifiesto cuando el HSBC, el banco insignia de Gescartera, concedió a Muinmo (la empresa propietaria de las emisoras) un crédito superior a los tres millones de euros cuando la posibilidad de devolverlos eran nulas, dada su magra cuenta de resultados, según El Siglo. Gescartera, intervenida en 2001, protagonizó una de las estafas financieras más sonadas después de tragarse más de 120 millones de euros. El HSBC, por su parte, cobijó en su sede de Ginebra a decenas de miles de evasores fiscales (la lista Falciani) y contó con políticos y afines al PP como clientes especiales.

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