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Economía Cómo nos afecta la inflación y cuánto va a durar la escalada de precios

El encarecimiento de la energía y los combustibles tira al alza de los precios de la cesta de la compra y reduce el poder adquisitivo de los salarios al afectar al transporte y a la producción de bienes y servicios, en un proceso inflacionista que se prolongará al menos hasta la primavera y en el que la escasez de materias primas dispara los costes por otro lado.

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Los precios han subido un 5,5% en un año tras el comienzo de la recuperación de la actividad. — Piro4D / Pixabay (CCO)

zaragoza, Actualizado:

"Hay un componente de efecto base, como ocurrió con los productos energéticos y con servicios vinculados al turismo como los vuelos y el alojamiento, cuyos precios fueron subiendo hasta el verano y recuperaron los niveles previos a la crisis. Pero ese proceso de bajada y recuperación solo explica una parte de la inflación", señala María Jesús Fernández, economista senior de Funcas (Fundación de las Cajas de Ahorro), que señala a la escalada de los precios de la energía tras haber alcanzado los niveles previos a la pandemia como uno de los factores clave del encarecimiento de la cesta de la compra.

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El desboque de la inflación comenzó a principios de la pasada primavera, cuando en abril superó el 2% en el que el BCE (Banco Central Europeo) y la Comisión Europea sitúan una línea roja a cuyo traspaso no son ajenas las políticas de inyección de liquidez y endeudamiento institucional que han impulsado como respuesta a la crisis pandémica, con aparente éxito hasta el momento pese a algunos burbujeantes efectos secundarios.

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A partir de entonces, y tras el efecto matemático que provocaron unas subidas de precios tan leves como generalizadas a un año vista de sus desplomes con los confinamientos y el parón de la actividad, la cosa comenzó a ponerse seria por la confluencia de varios factores que giran en torno al precio del petróleo y de sus derivados: el encarecimiento de la energía comenzó a dejarse notar en los recibos de los hogares y en los costes de producción de empresas y autónomos, que también comenzaban a sufrir el encarecimiento de algunas materias primas como consecuencia de la crisis de suministros, cuya carestía afecta desde los microchips de ordenadores y coches a la madera de los muebles pasando por los cereales de los piensos.

"La subida de los precios de algunos alimentos y de otros bienes podría estar vinculada con el traslado del aumento de los precios de las materias primas y de la energía al de los productos", añade Fernández, que apunta que, en cualquier caso, "no se trata de algo generalizado".

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¿Cuánto están subiendo los precios?

Los datos del INE (Instituto Nacional de Estadística) reflejan un nivel desconocido en lo que va de siglo: los precios de los productos de la cesta de la compra de los españoles eran en octubre de 2021 un 5,4% más elevados que en el mismo mes de 2020, algo que solo había estado cerca de pasar en julio de 2008, cuando en plena juerga consumista previa al estallido de la burbuja, y con el petróleo casi el doble de caro que hoy (140 dólares el barril Brent por 82), alcanzaron un 5,3%.

Esos índices reflejan que el mes pasado eren necesarios 105,4 euros para adquirir la misma cesta de la compra, en la que entran en alquiler, la luz y la comida pero también la fotodepilación, el logopeda o los discos duros, que costaba cien en octubre de 2020, cuando, al mismo tiempo, sobraban 80 céntimos para completar la del otoño previo a la pandemia.

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¿Están subiendo los precios de todos los productos?

Sí, sin duda si la observación se hace por grupos; aunque no todos lo están haciendo en la misma medida, tal y como indica la llamada inflación subyacente, que mide las variaciones de los precios sin incluir la energía ni los alimentos no elaborados (cuyo comportamiento se considera más volátil).

Este índice, que se considera más apropiado que el IPC (Índice de Precios de Consumo) general para observar el encarecimiento de los factores productivos al obviar los productos de mayor volatilidad (energía y alimentos frescos), se encuentra en el 1,4%, claramente por debajo del nivel de alerta del 2% pero con una tendencia netamente alcista con la que ha anotado ese casi punto y medio en solo seis meses. No alcanzaba ese nivel desde julio de 2017, cuando se situó en el 1,37%.

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"El movimiento alcista de la inflación procede fundamentalmente de la energía", explica Fernández, que llama la atención sobre el aumento de los precios de los servicios y de la producción de bienes como consecuencia de ello al tiempo que comienza a notarse un ‘shock’ de oferta en el que también influye el atasco de la cadena global de suministros. "Comienzan a apreciarse indicios del traslado de esos factores a los precios desde el comienzo del otoño", anota.

¿Qué efectos prácticos tiene la inflación?

Como tal, ninguno, ya que se trata de un mero índice. Otra cosa son las consecuencias de lo que refleja ese índice, que son subidas o bajadas de los precios, ya sean generalizadas o concentradas en determinados grupos de bienes y servicios, que dificultan o facilitan, según la tendencia sea alcista o bajista, el mantenimiento de los niveles de consumo.

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Cuanto más alta está la inflación, más mes queda al final del sueldo para las rentas bajas y menos salario resta para las altas cuando termina; y viceversa, claro.

¿Cuánto están subiendo los gastos del hogar?

Vivir en una casa, mantenerla a una temperatura confortable y utilizar los componentes higiénicos de aseo personal y limpieza doméstica cuesta un 20,5% más que hace un año, según reflejan los datos del INE, que sitúan el inicio de esa subida a partir del mes de marzo después de casi un año y medio de registros negativos.

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El factor clave de esa carestía se encuentra en la energía, con un encarecimiento del 62,8% con respecto al año pasado en el caso de la electricidad y otro del 16,5% en el del gas. La subid de la luz duplica con creces, según esta fuente, el anterior pico del 26% registrado a principios de 2017.

¿Resulta más caro llenar la nevera?

Sin duda. Los alimentos y las bebidas no alcohólicas se encuentran entre los grupos que están experimentando mayores apreciaciones, con un índice acumulado del 1,7% tras haber rozado el 2% en agosto y no haber registrado depreciaciones en todo el periodo pandémico.

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Mientras tanto, el encarecimiento de las bebidas alcohólicas, cuyo consumo había caído en picado el año pasado, se concentra a partir de finales de este verano, coincidiendo con un cuello de botella del suministro de ginebras, vodkas y tequilas simultáneo a la reapertura del ocio nocturno, que ha disparado la demanda.

"La agricultura y la ganadería todavía no ha trasladado el aumento de costes", explica José Luis Miguel, director técnico de la organización agraria COAG, que cifra en el 30% ese encarecimiento de los factores de producción, concentrado en la electricidad, el combustible, los fertilizantes y los piensos, productos para cuyo suministro "España es dependiente de otros países mientras las cotizaciones dependen de la situación geopolítica mundial".

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¿Van a seguir subiendo los alimentos?

"Eso son miles de millones de euros. No creo que esto se pueda aguantar mucho tiempo sin repercutirlo", añade Miguel, que alerta sobre "el riesgo de destrucción del tejido productivo agrario si tiene que seguir soportando esos costes, cuyo aumento también afecta a la industria transformadora y a la distribución. Los alimentos hay que pagarlos al precio que cuesta producirlos, que además es lo que dice la ley".

Esa eventual subida acusada de los alimentos, no obstante, no sería brusca sino sostenida por las particularidades del sector agrícola, que soporta los encarecimientos durante todo el ciclo productivo sin que el mercado marque los precios, y la eventual repercusión de esos costes en ellos, hasta que comienzan a salir las cosechas. La excepción es la ganadería (carne, leche y huevos), en la que ese traslado es inmediato.

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"La producción se ha encarecido, y eso se va trasladando conforme van acabando los ciclos. Creo que va a haber una tendencia de incremento de precios", apunta el director técnico de COAG, que muestra sus dudas sobre la evolución de esos cuatro bloques de costes: "una cosa es que las subidas no pasen del 30% y otra que puedan bajar de ahí" a corto o medio plazo, algo clave para las cotizaciones de los alimentos.

A esas particularidades se les suman otras como la globalización de los mercados, los complejos mecanismos de formación de precios y el mero ciclo de las cosechas. Esta última, según los datos del Ministerio de Agricultura, ha hecho que recientemente llegara a duplicarse en una semana el precio de la berenjena y el calabacín o que el de la judía verde aumentara más de un 25%.

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¿Cuánto más cara resulta la movilidad?

Mucho más que hace un año, mientras los datos del IPC apuntan a que, efectivamente como señalaba Fernández, la repercusión del encarecimiento de los combustibles de automoción en el transporte no está siendo automática sino, en todo caso, muy suave.

Los precios del transporte comenzaron a subir en marzo para acumular al cierre de octubre un incremento del 12,3%, mientras el alza de los gasóleos y las gasolinas se sitúa en el 57,1%.

No obstante, hay que tener en cuenta que esa última estimación tiene como referencia el periodo de la primavera al otoño del año pasado, en el que el precio de los combustibles cayó a niveles desconocidos, incluso por debajo del euro como consecuencia del desplome de la demanda de productos petrolíferos por los confinamientos y el parón de la producción a nivel global.

¿Cuánto va a durar esta fase inflacionista?

Los pronósticos son complejos, aunque van aflorando algunos indicios que apuntan a que el encarecimiento de los precios de la energía y del transporte puede comenzar a remitir la próxima primavera, algo que también descongestionaría la cadena de suministros.

"Si mientras tanto el traslado de las subidas de esos factores a los precios es moderada, las tasas comenzarían a caer en verano", indica la economista senior de Funcas, mientras Miguel Cardoso, de BBVA Research, anota que el impulso del consumo privado iniciado la pasada primavera como consecuencia del ahorro embolsado durante la fase de restricciones por la pandemia "va a durar hasta enero, o como mucho posiblemente hasta Semana Santa", algo que también ayudaría a rebajar las tensiones inflacionistas al atenuar la demanda de bienes y servicios.

¿Qué pasa con los salarios?

La pérdida de poder adquisitivo resulta obvia cuando la subida de precios se sitúa en el 5,4% y la revisión de los sueldos, según el último Boletín de la Negociación Colectiva del Ministerio de Trabajo, se queda en el 1,5% tras el 1,8% de 2020. La brecha sería de casi cuatro puntos ahora mismo.

"No veo muy probable un escenario de espiral inflacionista por la subida de los salarios, ya que en todo caso las subidas formarían parte de las negociaciones del año que viene", señala Fernández.

¿Qué es el doble castigo de los consumidores?

"No disponemos de datos que nos permitan medir el impacto de la subida de la electricidad y de los carburantes en productos como la alimentación y en el transporte, no tenemos forma de observar si las empresas lo repercuten de manera excesiva", indica Rubén Fernández, portavoz de Facua, que llama la atención sobre "el doble castigo que sufren las familias al pagar esas subidas en sus recibos y después otra vez en la cesta de la compra".

Sánchez, que señala al Gobierno como "responsable de esta situación por no actuar de manera contundente con las eléctricas" y que reclama "una regulación que permita bajar a todos los ciudadanos vulnerables la tarifa PVPC con cargo a las compañías", recomienda comparar los precios de los productos y servicios para evitar pagar de más y "ser consumidores más críticos para forzar al Gobierno a tomar medidas y estar atentos para ver si se trata de cambios de calado o de tomaduras de pelo".

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