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Spanoulis nunca muere

El genial base aparece en el último cuarto para llevar a Olympiacos a la final de la Final Four y dejar fuera al máximo favorito CSKA (68-70).

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El escolta del Olympiacos Vassilis Spanoulis tras la victoria de su equipo ante el CSKA de Moscú en el primer partido de semifinales de la Final a cuatro. EFE/J. C. Hidalgo

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MADRID.- Hubo un momento al inicio del tercer cuarto en el que Spanoulis acababa de fallar su enésimo tiro del partido. El griego no sabía ya a dónde mirar, con la jauría de aficionados del CSKA gritándole de todo en la esquina a la que se dirigía. El técnico de Olympiacos decidió cambiarlo y el genial jugador se dirigió andando lentamente hacia el banquillo, como quien pasea por su casa. El base negaba con la cabeza, maldiciendo su terroríficos números. El entrenador, Sfairopoulos, se le acercó, le dio una palmadita en la espalda y le susurró algunas palabras al oído.

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Los jugadores del Olympiacos celebran la victoria de su equipo ante el CSKA de Moscú en el primer partido de semifinales de la Final a cuatro de la Euroliga que se disputó esta tarde en el Barclaycard Center de Madrid. EFE/Zipi

La pírrica diferencia de cuatro puntos para los rusos (51-47) al comenzar el cuarto definitivo fue aumentando a cada minuto gracias a las apariciones de Teodosic (8 puntos) y Kaun (11 puntos), pero nunca dio el CSKA el arreón definitivo que les situara con pie y medio en la final del domingo. Olympiacos, sin presión alguna, jamás perdió la cara al choque y cuando llegaron los minutos calientes, apareció el héroe griego. Spanoulis clavó un triple, su primera canasta de campo con uno de seis en lanzamientos de tres, Sloukas (10 puntos, 2 rebotes) acercó al bloque heleno a dos (63-61) y ahí se le encogió la mano a los galácticos del CSKA. No a Spanoulis, que anotaba otro triple para poner por delante al Olympiacos (63-64) a apenas dos minutos del final. Los miles de ruidosos griegos ahí ya demostraron que eran más que los rusos en las gradas, y que animaban más incluso que las cheer leaders que movían sin parar los brazos escondidas en una esquina. El recital del base de 32 años no acababa ahí. Tras otro ataque errático del CSKA, bailaba a su defensor y anotaba un canastón suspendido hacia atrás con el que ardía el Barclaycard Center.

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