"Siendo gimnasta de élite, coticé cero días a la Seguridad Social"
Rafa Martínez, que fue campeón de Europa y quinto en los JJOO de Atenas 2004, explica las diferencias de ser deportista de élite a ser un trabajador con un contrato. “Ahora, curro 8 horas diarias, pero llega final de mes y tengo mi sueldo”, dice. Antes, "si quedabas entre los 8 primeros de un Mundial te daban una beca de 1.000 euros. ¿Adónde se podía ir con eso?”
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MADRID.- Son las seis de la tarde y Rafa Martínez acaba de terminar de dar una clase en el pabellón de Móstoles, su ciudad, que, desde el 14 de marzo de este año, lleva su nombre. Un homenaje a este hombre, que nos hizo soñar con una medalla olímpica en Atenas 2004, quinto clasificado, y que fue campeón de Europa de suelo en 2007. Pero él prefiere dejar la historia donde está: "No me haga volver al pasado. He conseguido tener la nostalgia bajo control y no siempre fue fácil".
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Martínez es hoy un hombre que "ya no trabaja la gloria, sino el día a día como entrenador de niños que tienen talento para la gimnasia y con los que me cuesta una enormidad tener paciencia"
Hoy, ese hombre, ese Rafa Martínez, que ha sido un grande de la gimnasia española, un campeón de Europa, aquel joven capaz de emocionar al país en los JJOO Atenas o de heredar a Joaquín Blume, ya "es una persona normal que tengo que ir al médico de la Seguridad Social cuando me pongo malo". Un hombre que "ya no trabaja la gloria, sino el día a día como entrenador de niños que tienen talento para la gimnasia y con los que me cuesta una enormidad tener paciencia. No la tenía ni yo cuando competía como para tenerla con ellos”.
"Durante mi época de gimnasta de élite gané para dar la entrada de mi piso, no para pagarlo, y no coticé un solo día a la Seguridad Social porque el Plan ADO no cotiza"
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En realidad, su discurso expresa la diferencia entre un deportista de élite y un ciudadano normal, el de ahora "que tiene su hipoteca, cobra un sueldo a fin de mes, trabaja de lunes a viernes y tiene un título, entrenador de gimnasia, que le ayuda a ganarse la vida". El deportista de élite, el de ayer, sin embargo, pertenece a otra época “en la que no cumplía una jornada laboral de ocho horas. Tenía más libertad, pero si te preguntas fríamente si esa era la vida perfecta ya no sé qué contestar. Yo gané para dar la entrada de mi piso, no para pagarlo, y no coticé un solo día a la Seguridad Social porque el Plan ADO no cotiza. Así que ahora veo mi vida laboral, a los 31 años, tengo cero años cotizados y éste es el primero en el que he empezado a hacerlo. Cosas a las que antes no dabas importancia y que ahora te parecen cruciales cuando te planteas como vas a llegar a los 65 años, todo el mundo tenemos derecho a hacernos esa pregunta”.
"No hay presión que pueda superar a la que tenía cuando era gimnasta de élite. El mero hecho de pensar que, si no quedabas entre los ocho primeros del mundo, te quedabas sin beca, a veces me amargaba la vida"
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Quizá por eso ahora como trabajador, con un contrato laboral, no le asusta la presión. “No hay presión que pueda superar a la que tenía cuando era gimnasta de élite. Sufría una presión infinita cuando iba a un Mundial. El mero hecho de pensar que, si no quedabas entre los ocho primeros del mundo, te quedabas sin beca, a veces me amargaba la vida: te equivocabas en un aparato ¿y qué? La ansiedad era tremenda.
A veces, te preguntabas si eso merecía la pena, porque si quedabas entre esos ocho primeros, que es algo impresionante, lo que te daban era una beca que rondaba los 1.000 euros. ¿Adónde se podía ir con eso?”
El resultado se refleja en aquel reportaje que le hicieron a él y a Manuel Carballo en el que se les definió como dos mileuristas que lideraban a la selección española de aquellos años, toda una paradoja. "La realidad", rebate hoy Rafa Martínez, “es que había años en los que ni siquiera llegábamos a esos 1.000 euros, pero ¿qué ibas a hacer? ¿adónde ibas a ir? Éramos jóvenes que hacíamos lo que más nos gustaba en la vida”.
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"Tengo que ser inteligente y ahora me dedico a coger información para ser un buen entrenador de niños, porque es mi única profesión, no tengo otra"
Hoy, claro que echa de menos al gimnasta de élite que fue. “Volvería, pese a todo, con los ojos cerrados”. Pero ya no se puede. “Mi época ya pasó”. Así que no se obsesiona. “El 14 de junio se cumplirá un año desde mi retirada y qué se le va a hacer, te amoldas, no te queda otra. Tengo que ser inteligente y ahora me dedico a coger información para ser un buen entrenador de niños, porque es mi única profesión, no tengo otra”. De momento, su consigna está a salvo. “Intento ser lo más humano posible, porque así me equivocaré menos”.