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La roja tuvo en vilo al país

Todo el país estuvo pendiente de Viena

JOSÉ MANUEL VALLADARES/PEPE GARCÍA-CARPINTERO

El Práter se convirtió en un verdadero mercadillo horas antes del encuentro. Quien más quien menos buscaba colocar las entradas que le sobraba. Tal era el agobio que a sólo 50 metros del estadio te ofrecían una localidad por cincuenta euros, menos de los que costaban. Ya al final, incluso, te las regalaban Si hablamos de número de aficionados. No hay color. Había italianos hasta debajo de las alcantarillas vienesas. El núcleo español se asemejaba más a esos pobres galos de la aldea de Asterix que veían siempre acampar docenas de romanos en su cara. La Federación calcula que ocho mil fueron los españoles en el Práter. Menos de lo esperado, pero más que ruidosos.

Mientras, en Madrid pudo ser el verano o quizá la ilusión de la juventud. Pero lo que queda claro es los escépticos no estuvieron en la Plaza de Colón. Todo era ánimo entre los miles de jóvenes, muchos de los cuales no sabían quién era Tassotti ni creían en maleficios históricos. Los menos, con más memoria, rimaban: “Luis Enrique, vengaremos tu tabique”.

El peligro de Toni no era óbice para que se contagiara la convicción de que ayer era el día perfecto para dar un golpe a la historia. Creían en Villa, el más vitoreado, y en el resto de sus ídolos de la roja. Ni pizza ni macarrones. Lo único italiano que había ayer en el monumento madrileño era el mármol de la estatua de Colón. El himno español se coreó con el mismo ánimo que en el estadio vienés.

El “¡A por ellos!” fue la canción más entonada. La madre del árbitro Fandel, la personalidad más recordada. Zidane apareció en las pantallas gigantes y hubo aplausos. Cassano fue abucheado, y hubo hasta quien le ofreció sus ensaimadas. La afición de la roja tuvo claras sus predilecciones.

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