El piloto que corre gracias a que sus padres empeñaron la casa
Erik Morillas alterna su trabajo en el taller familiar de Vallecas con su carrera como piloto de motos. Sus padres avalaron el domicilio y estuvieron cerca de perderlo. Ángel Nieto, que comparte con él sus orígenes, le ha apadrinado
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MADRID.- Uno entra en el santuario familiar de Vallecas y casi le faltan manos para saludar. En el centro de la numerosa cuadrilla formada por familiares, el representante y amigos se coloca el protagonista. Y, en segundo plano, el hacedor de todo esto. El padre, José, que anda trabajando en el taller a media mañana. Pregunto casi como un neófito si la moto que exhiben en un pedestal la han montado ellos desde cero y Erik sonríe entre atónito y conmovido por mi desconocimiento. “No, hombre. La compramos y después cambiamos y añadimos algunas cosas”. Erik Morillas (Madrid, 1988) corre con ella en el Campeonato de España de Superstock al tiempo que trabaja en el taller de la familia. Su pasión y su deber.
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“No me gustaba estudiar y mi familia vive en la cultura de que si no estudias tienes que trabajar, hacer algo en la vida. Hay que ser honrado. Desde muy pequeño me han enseñado los valores por los que me he regido: humildad, trabajo y sacrificio”. Así que, como quería montarse en la moto, empezó barriendo el taller. Y su bautizo llegó por casualidad. Su padre tenía un equipo en el Campeonato de Madrid de Scooters y le invitó a subirse a las dos ruedas cuando uno de los pilotos le dejó tirado. Hizo la pole y ganó la carrera contra rivales de treinta y tantos años. Y eso pese a que tuvo que arrancar en último lugar porque era tan pequeño que no llegaba a tocar con sus pies el suelo.
Después fue adquiriendo experiencia y promocionando en campeonatos hasta que en 2010 le hicieron el lío. Hubo la transición a la categoría Moto2 y la moto necesaria ya se subía a la parra: 150.000 euros. Demasiado para los Morillas. Tuvo que correr en premios territoriales que frenaron su evolución. La crisis, que ha tocado todos los palos, llegó entonces también a las dos ruedas. Hasta las furgonetas han sustituido a los tráilers, observa Erik. Y eso ha igualado mucho más las cosas. “Ha permitido que chavales que estamos empezando y que venimos de un taller podamos sacar la cabeza. Si las federaciones facilitan que un campeonato sea económico, habrá más inscripciones, que es como se financian estos organismos. Si no, es muy difícil acceder a motos de 200.000 euros. Uno puede ser humilde, pero en las carreras no existe la humildad, sólo el más rápido. El resto no vale”.