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MADRID.- No ha pasado ni un año desde que el París Saint-Germain (PSG) sufriera toda una debacle en Stamford Bridge y ya tiene su venganza. El fútbol tiene esas cosas; da la posibilidad de desquitarse en poco tiempo. Para que la vendetta sea más reconfortante, no hay nada mejor que pagar con la misma moneda. Ojo por ojo. Si el Chelsea eliminaba la temporada pasada al equipo de Blanc con un gol a sólo unos instantes del final, en el minuto 87, ayer los parisinos se metieron en cuartos de la Champions gracias a un tanto cinco minutos antes de que la prórroga tocara a su fin.
Un impresionante testarazo de Thiago Silva dio el espaldarazo definitivo al proyecto de los jeques qataríes, que han regado al club de petrodólares desde su compra en 2011. No se había manifestado, sin embargo, ese dispendio en Europa. Los multimillonarios fichajes de Pastore, Lavezzi o Ibrahimovic no fueron suficientes para eliminar al Barça en 2013. Otro tópico más en el fútbol: los millones no aseguran el éxito. Y si no, que se lo digan al Manchester City, que se estrella un año tras otro en la Champions.
En su primera participación en muchos años, el PSG llegó a octavos tras una fase de grupos casi inmaculada en la que sólo cedió tres puntos. Y se plantó en cuartos tras liquidar al Valencia. Nunca fue realmente inferior al Barcelona, ni en el Parque de los Príncipes ni en el Camp Nou, pero mordió el polvo. Le faltó al conjunto de Ancelotti experiencia en los momentos clave para saber jugar a un Barça que ya entonces se había gripado, aunque pocos lo sabían. Arribaron la temporada siguiente hombres como Marquinhos o Cavani para dotar al equipo de la entereza que le asegurara un buen papel en Europa. Y éste llegó, pero no dio sus frutos.
Volvió a plantarse el conjunto de los amores de Sarkozy en cuartos de final. Arrollaron al Chelsea en París, pero lo dejaron escapar vivo. Con el 3-1 de la ida parecían casi acariciar las semifinales. Blanc se veía ya a un paso de la final de Lisboa, pero Demba Ba les devolvió a la realidad cuando Mourinho maldecía ya a los árbitros, al contrario y cualquier cosa que se pusiera por delante.
Ayer, el PSG se rehízo cuando nadie creía en ellos. Y con razón. Con un jugador menos durante hora y media, el ambiente, la afición y hasta el árbitro absolutamente en contra. Los parisinos respondieron a cada golpe levantándose rápido, cual púgil maltratado, del brillante césped de Stamford Bridge, que hacía de lona de boxeo. Igual que en las dos campañas anteriores, el rival, el Chelsea, nunca fue mejor. El desenlace cambió esta vez merced a dos espectaculares cabezazos de dos defensas brasileños que salieron humillados del Mundial.
Tras gastar casi 450 millones de euros sólo en fichajes desde que Al Khelaifi se pusiera al frente, el PSG tiene músculo económico, pero también muestra bíceps futbolístico. Irregular en la Ligue 1 francesa, en la Champions por fin se ha hecho mayor al dejar en la cuneta a un coloso. Ahora está a las puertas de alcanzar las primeras semifinales de la máxima competición continental en dos décadas.
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