Paso al frente del gregario Castroviejo
"¿Qué edad tiene?"
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No, esto no es Güetxo ni las carreteras del País Vasco con esa gama de verdes que esconden valles encantados, destinados a reportajes turísticos. Pero hoy no. Hoy, Jonny está en Pontal, pegado a la playa de Copacabana, a las calles de Río, donde la naturaleza tiene otra distribución. Otros colores y otras misiones en una mañana como esta, que apunta a esa lluvia que tantas mañanas despierta a Johnny en Güetxo.
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Pero esto debe ser así. Si fuese fácil entonces sí sería un disgusto. Y Johnny, el ciclista que carga las baterías en vacaciones en campings o en caravanas, donde cuelga la mochila a la espalda, sabe que ese tipo de ofertas ya no existen en el ciclismo. Y aquel día de la Vuelta a Polonia, cuando recibió la llamada de Javier Mínguez, el seleccionador, para ir a los Juegos lo recordó otra vez. Y el viejo Minguez volvió a preguntarle con la nobleza que lo pregunta todo. “¿Por qué no vas a pensar en medalla?” Y Johnny, olvidada ya esa grave caída, con fractura cervical y de cúbito, que sufrió en febrero en Faro, en la Volta a Algarve, se encargó de contestarle que sí, sabedor de que hay ambiciones que no vuelven.
"¿Qué edad tiene?"
Río de Janeiro, sin embargo, está pegado al mar, obstaculizado, eso sí, por cuestas severas en la contrarreloj de hoy que define la cruel misión de Johnny, ese extraordinario rodador, capaz de sobrepasar los 55 km/h pese a su fisonomía, 1,72 centímetros y 60 kilos, que deberían alejarle de esta especialidad. Pero nada de eso. Es más, la dureza de un día como el de hoy en Río le iguala a nombres como los de Froome , Martín, Doumoulin o Cancellara quien, por cierto, jamás olvidará aquel prólogo en el Tour de Romandia en el que nadie le sorprendió tanto como Jonathan Castroviejo, el enjuto muchacho de Güetxo. “¿Qué edad tiene?”, preguntó. “Tengo que ir haciéndome a la idea de que me voy haciendo mayor”, contestó el mismo.