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@AlfredoVaronaA
MADRID.- Dice Lidia Valentín que ella le ha hecho “llorar más a él que él a mí”. Él es el entrenador, Matías Fernández, un hombre de 60 años que en cada palabra imparte vida, como si se tratase de Clint Eastwood en el cine. Un tipo que impone, capaz de recordar que llegó a la halterofilia “por accidente tras un partido de fútbol” y que, antes de venir a Madrid, trabajaba “de peón de albañil en Cacabelos y por las tardes iba a entrenar a León”.
Hoy, ese hombre es el precursor de este fenómeno mundial: Lidia Valentín, triple medallista olímpica, que se refiere a su entrenador como “el hombre que ha permitido que todo salga bien”. Matías recuerda cuando la vio por primera vez “en un campeonato de España junior. Tendría 14 o 15 años”. No pudo imaginar entonces que ella, esa niña, le iba a superar a él, tan orgulloso como vivía de su biografía deportiva. “Siempre estuve entre los mejores en la halterofilia, participé en Mundiales, en Europeos. Llegue a ser segundo en los Juegos del Mediterráneo en Split y tenía todo el equipaje en la habitación para ir a los Juegos Olímpicos de Moscú 80 y no pudimos ir por el boicot que se hizo”.
Hoy, la historia podría ser hasta llevada al cine. Un hombre Matías, que vive en Atocha, como si fuese el protagonista de una canción de Sabina, y ella, una mujer de 31 años, natural de Ponferrada, León, interna en la residencia Blume, “donde, si hace falta estar las 24 horas del día pensando en la halterofilia, lo estoy”. La vida le ha dado la razón, porque no sólo vive de este deporte. También se ha convertido en una de las mujeres españolas de 2016 como triple medallista olímpica (Pekín, Londres y Río de Janeiro).
Un éxito que claro que se explica a partir de ella (“la cabeza es la que levanta las pesas”) y de su entrenador, ese hombre que dice: “No se crea que Lydia es una excepción, no, no, para nada. Actualmente, hay más chicas que chicos que se apuntan a la halterofilia”. De ahí que después de conocer la primera parte de la historia vayamos a por ella, a por Lidia Valentín, la mujer que ama lo que hace. “Se trata de algo que va mucho más allá de levantar peso”.
Pregunta. ¿En qué se parece la halterofilia a la vida?
El deporte te da cosas que la vida no te da y yo lo aprendí muy pronto. De niña, a los 15 años, cuando vine a vivir a Madrid, aprendí que no se podía dejar nada al azar. Entonces adquirí unos valores que, de no ser por el deporte, posiblemente hubiera tenido que esperar a ser adulta.
No fue una niña al uso
No, no, totalmente diferente.
¿Y eso marca para siempre?
No tiene por qué, pero te recuerda que tu vida será diferente. Yo necesito una dedicación, una disciplina que a lo mejor en otras profesiones no llega hasta ese extremo. Pero para mí ya es lo natural, porque siempre fue así. Llevo pensando toda mi vida en el alto rendimiento y ya no me separo de esa idea.
Su vida entonces es como una partida de ajedrez
"No es posible llegar a la competición y tirar una moneda al aire a ver lo que pasa"
Podría ser, sí, porque aquí no es posible llegar a la competición y tirar una moneda al aire a ver lo que pasa. No puedes arriesgarte a eso, porque sabes que no va a pasar. De ahí que haya tanto trabajo anterior en el que una sólo dejará de intentarlo cuando llegue la fecha de caducidad.
¿Y cómo será ese día?
Bueno, es que no quiero que llegue hasta después de los Juegos de Tokio. Así que aún no he pensado en él.
Vive usted hoy en el éxito. ¿Es tan interesante?
"Ha sido un gran año para mí. He subido al podio en Río y me han reconocido las dos medallas de Pekín y de Londres que, de no ser por el dopaje de mis rivales, hubiesen llegado antes"
Es lo que tengo ahora. Ha sido un gran año para mí. He subido al podio en Río y me han reconocido las dos medallas de Pekín y de Londres que, de no ser por el dopaje de mis rivales, hubiesen llegado antes. Pero es verdad que cuando pienso que hace un año luchaba por ir a los Juegos y ahora tengo tres medallas olímpicas… No sé ni como explicarlo.
¿Las medallas le han cambiado la vida?
"La gente me para por la calle y me dice que me vio competir en Río y que se emocionó conmigo"
No. Realmente no. Pero sí he notado el cariño de la gente, sobre todo ahora que he vuelto a mi tierra por vacaciones y la gente me para por la calle y me dice que me vio competir en Río y que se emocionó conmigo y que se sienten muy orgullosos de lo que hice. Entonces te das cuenta de que tu esfuerzo merece la pena.
Fue un orgullo, sí
Yo lo intento siempre.
También ha demostrado que en España se puede vivir de la halterofilia
Sí, pero como de otros deportes olímpicos…
¿Qué le hizo a usted dedicarse a esto?
"Comencé en la halterofilia a los 11 años y a los 15 me destinaron a Madrid donde cumplí un sueño: estaba con las mejores"
Fue la casualidad, ya lo he dicho muchas veces. Yo soy de un pueblo de León que pertenece a Ponferrada y sucedió que cerca de casa había un Centro de Tecnificación… A mí me gustaba el deporte y vieron que valía para la halterofilia. Comencé a los 11 años y a los 15 me destinaron a Madrid donde cumplí un sueño: estaba con las mejores.
Si le pregunto en que se parece la halterofilia al trabajo de un reponedor o al de un descargador de muelles, ¿qué me contesta?
Nada, no tiene nada que ver. Son dos cosas diferentes. Es la misma diferencia que puede haber entre correr una carrera en pista a tenerse que pegar una carrera porque se te escapa el autobús en un día entre semana.
Pero la idea de los dos trabajos es la de levantar peso
"Para la halterofilia tienes que tener una habilidad, un físico, una cabeza, un entrenamiento…"
Tampoco es así, porque para la halterofilia tienes que tener una habilidad, un físico, una cabeza, un entrenamiento… En realidad, no tiene nada que ver con los pesos que se levantan en la vida cotidiana: yo misma soy la primera que los evito porque visto en el día a día lo entiendo: a nadie le gusta cargar peso, a mí tampoco.
¿La halterofilia le ha hecho mejor persona?
Sí, quizá sí, aunque eso depende tanto de cada uno… A mí es verdad que me transmite emociones, alegrías, la posibilidad de empatizar con la gente… No sería la misma sin mi deporte. He aprendido mucho de él y no podría negar que me hizo mejor persona.
¿De qué vale la fuerza en la sociedad?
No es mi deber contestar a esa pregunta: yo, si quiere, le puedo hablar de mí, pero no de lo que no depende de mí.
¿Cómo se defiende su cuerpo frente a la agonía?
La agonía, ¿por qué?
Cuando el cuerpo se lleva hasta el extremo eso es la agonía, ¿no?
Pero pasa en cualquier deporte de alta competición: el cuerpo se lleva al 200 por cien porque tiene que ser así: vas a competir frente a los mejores del mundo, tratas de defender tus opciones y eso no es fácil ni en la vida ni en el deporte. Así que ya estoy acostumbrada. Me he educado así.
¿El dolor es necesario?
Insisto en que esto es alto rendimiento. Sabemos a lo que nos exponemos. Los esfuerzos son muy grandes. Al final, claro que esto puede tener una repercusión en tu cuerpo. Pero es la vida que he elegido y no me arrepiento. Desde los 11 años no he dejado de soñar y ya han pasado veinte…
Usted ha llegado a levantar 124 kilos en una sola arrancada. ¿Qué tiempo necesita para recuperarse de ese esfuerzo?
Nunca me lo he planteado. Quizá porque en mis entrenamientos está todo supercontrolado, se analiza todo al detalle y se supeditan al momento en el que estés y, por supuesto, en los entrenamientos nunca levantas el mismo peso que en competición.
Sería un crimen ¿no?
No es para tanto, hombre. Veo que lo sufre usted más que yo y le aconsejo que no lo vea así. No tiene por qué ser así.
A uno le cuesta imaginar eso de levantar 124 kilos en una arrancada
Pero está todo dirigido. Mi cuerpo se prepara para ese rendimiento como cualquier otro deportista se prepara para el suyo. Eso es algo que se ve día a día en la Blume, donde se hace tan difícil responder a esta pregunta: ‘¿qué deporte es el más duro?’
¿Qué habita en su cerebro?
"La cabeza es la que levanta las pesas. Pero le puedo asegurar que si no se acompaña con un buen estado físico y técnico no hay nada que hacer"
Al final, la cabeza es la que levanta las pesas. Pero le puedo asegurar que si no se acompaña con un buen estado físico y técnico no hay nada que hacer. Por eso son tantas horas las que una pasa trabajando todo, la técnica, el físico, la cabeza…
P. ¿Se puede trabajar la cabeza viendo una película o leyendo un libro?
Se puede. Supongo que se podría pero yo prefiero hacerlo con un especialista, con un psicólogo deportivo, mejor así.
Pablo del Río, el psicólogo de la Blume, dice que “el miedo a de ser nuestro aliado”
Es posible, sí, lo entiendo, porque, además, yo he trabajado con él.
¿Usted tuvo miedo en los Juegos?
No, no lo tuve.
Una valiente entonces
No, simplemente es que no piensas en eso. Piensas en el trabajo que has de hacer o en todo el tiempo que llevas preparando ese momento. No tienes por qué fallar ese día. No vas a pensar en lo peor.
Hasta el momento admiro esa seguridad que muestra usted en sí misma
"Soy una persona que lucha por lo que quiere y se esfuerza por conseguirlo. No creo en las casualidades"
No es para tanto, es una cosa normal. Soy una persona que lucha por lo que quiere y se esfuerza por conseguirlo. No creo en las casualidades. A los 15 años aprendí que, al menos, en mi deporte no iban a existir. Vine a Madrid y fue muy importante para mí.
¿Qué sería de usted en una carrera de 1.500 metros?
Probablemente un fracaso total. Temo, incluso, que fuese un caos. Mi vida va en otra dirección. Los gestos que hago en la halterofilia no tienen nada que ver. Creo que me sería complicado hasta correr rápido. Pero afortunadamente me queda tiempo en la halterofilia.
Vive usted en la Blume, donde se pueden estar pensando las 24 horas del día en el deporte, ¿no es así?
Hay días en los que sí puede ser así, sobre todo cuando estás en modo de competición. Pero no te importa e, incluso, deseas que sea así y te recuerdas que ya habrá tiempo para otras cosas en vacaciones, para estar con la familia o para subir a la montaña con las amigas. Por eso no me asusta. Sé que cada época tiene su tiempo.
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