Público
Público

Intenso y travieso

El Athletic golea al Hércules (3-0) con una picardía de Muniain y dos cabezazos

ÁNGEL LUIS MENÉNDEZ

 

Aferrado a su brutal aceleración inicial cada vez que pisa San Mamés, el Athletic apabulló al Hércules de salida. Encarriló el triunfo a los cinco minutos y tras el descanso lo remató. En ambas ocasiones, empujó a los alicantinos hasta asustarlos y, fruto de esa poderosa inercia, fueron cayendo los goles.

Agarrado al desparpajo de Muniain, a veces un punto faltón, y la intimidación que provoca la majestuosa figura de Llorente, el grupo de Caparrós sacó pronto tajada de una de sus armas favoritas, la estrategia. Teóricamente, es el delantero internacional el comisionado para rematar casi todo lo que sobrevuela por el ataque vizcaíno, pero las molestias cervicales que padece desde hace unos días desaconsejaban cualquier tipo de presión en cuello y cabeza, así que cuando David López se dispuso a ejecutar el saque de esquina, el nueve rojiblanco se retiró discretamente hacia un costado, atrajo consigo la atención de la defensa y abrió un generoso pasillo central por el que surgió otro campeón del mundo, Javi Martínez, para cabecear hacia la escuadra.

El gol fue como inyectar adrenalina a un hiperactivo. Los bilbaínos apretaron un grado más y los visitantes recularon otro pasito. Sin embargo, los ataques no hallaron la red y eso dio vida al Hércules. Se animaron Aguilar, Gomes y, sobre todo, Valdez, y toque a toque, acabaron volteando el dominio y adueñándose del balón. Sin maldad alguna, eso sí.

Caparrós, preocupado, prescindió de Gurpegi en el descanso y tiró de Orbaiz. Acertó. El Athletic reapareció enchufado, a menos revoluciones pero dispuesto a cerrar el partido. Lo hizo, cómo no, Llorente. El gol se lleva en la sangre, así que cuando acompañas una veloz internada no hay precaución que valga. Ves que tu compañero te regala un centro templado e irrechazable desde la banda y, aunque no quieras y te duela el cuello, el instinto te levanta del suelo y te lleva a rematar de cabeza con la intención y maldad de siempre. Su duodécimo gol.

Aún no habían digerido los levantinos el golpe cuando el travieso Burt Muniain les birló un pase suicida en horizontal. Al pequeño diablo navarro se le encendió la sonrisa, aceleró hacia Calatayud y le burló por bajo. 'Multiplícate por tres', debió pensar. Por 3-0.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?