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El niño español que no quiere ser prodigio

Lecciones de natación de Hugo González

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El nadador Hugo González de Oliveira, durante uno de sus entrenamientos.

MADRID.- En la casa del campeón del mundo junior y gran esperanza española de la natación apenas se charla de ello. “Mi familia está muy contenta, pero no hablamos mucho de ello. Son como cinco o seis horas de entrenamiento cada día para mí y para mis hermanos. Demasiado como para seguir hablando de ello luego”, razona Hugo González de Oliveira (Palma de Mallorca, 1999).

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A las nueve y media, en el Centro Deportivo Mundial 86, el chaval lleva una hora y media nadando, con lo que ya ha podido cubrir unos 5.000 metros a brazadas de los cerca de 6.000 o 7.000 que suele hacer cada mañana. Y aún le resta algo más de media hora en una piscina que comparte, junto con una decena de compañeros, con vecinos anónimos del barrio de Sainz de Baranda, situado muy cerca del Retiro.

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Después de aprender cómo no ahogarse, unos preparadores les recomendaron a sus padres que le apuntaran a un club porque observaron su facilidad para moverse en el agua. Cuando emprendió su segunda mudanza, hacia Madrid hace nueve años, su familia hizo caso al consejo. “Cuando llegamos aquí se me fue dando cada vez mejor. No es que haya decidido dedicarme profesionalmente a la natación, sino que he ido avanzando hasta que he llegado hasta donde me encuentro ahora”, explica De Oliveira, de piel morena, cara alargada, con un tímido bigote al que acompaña una perilla.

Fue con aquel récord de marzo en Sabadell cuando quienes ya lo habían seguido tiempo atrás lo elevaron a la categoría de prodigio. Una palabra cargada de significado, de emociones y de presiones. “Yo no me veo así, como un prodigio”, advierte el protagonista de tanto elogio. “También hay gente como César Castro, África Zamorano y otros. La esperanza no soy yo, sino la generación”.

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Tras desperezarse a las seis de la mañana y plantarse rondando las siete en la piscina, dedica una hora a prepararse físicamente y después se lanza al agua. Normalmente realiza cuatro largos consecutivos –los doscientos metros- y descansa quince segundos junto al poyete. Durante la pausa aprovecha para conversar entre risas con sus compañeros. Las cerca de seis horas al día que pasan juntos los ha unido. Hugo prefiere estar con ellos charlando media hora después de la práctica que irse de fiesta. “La gente de mi edad que tienen una vida normal no me da envidia porque a mí me gusta mi entorno. No me pierdo mucho ni creo que en el futuro me arrepienta de haber elegido esta vida”.

Lecciones de natación de Hugo González

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