Francia ya estaba en los huesos. Es un equipo concluido, muy lejano del bloque musculoso que iluminó Zidane y marcó una época. Pero Francia es mucho menos si a los nueve minutos pierde a Ribery y su intimidante cicatriz en la cara (encima se lesionó solo, tras hacer una falta). Y es mucho menos si juega con un lateral de central (Abidal) para sujetar a un armario (Toni) y al rato ese defensa de ocasión deja a su selección en inferioridad por una expulsión tan indiscutible como sin sentido, en el intento desesperado por cortar una ocasión que no tenía remedio.
Y Francia es aún menos si fruto de esa tarjeta roja y el consiguiente penalti, su rival se pone por delante en el marcador. Y menos todavía si encima ese rival se llama Italia, un mago en el dudoso arte de proteger los resultados a favor. Así que Francia, que era más bien poco cuando el árbitro pitó el comienzo, a los 23 minutos ya no era nada.
Italia era mucho más, también de salida. Un portero (Buffon) al que a estas horas le debe la respiración, un delantero rocoso para mantener la posición e intuitivo para el desmarque (Toni, que levanta dolor de cabeza sólo de pensar en su reunión con Puyol y Marchena el próximo domingo) y, sobre todo, un centrocampista maravilloso. Se llama Pirlo y al verle en la organización uno se topa exactamente con las características que debe tener un medio centro.
Fue Pirlo el que agujereó a Francia, al sucedáneo de defensa que Domenech plantó delante de Coupet. Y la descosió armado de una simple jugada, que, eso sí, reprodujo una y otra vez, siempre con acierto: un globito picado sobre la espalda de la zaga enemiga, cargado de la delicadeza y precisión suficiente como para que el balón, sin mucho espacio para caer del vuelo, se encontrara antes con el desmarque del delantero que con la salida del portero.
Cuando los centrales se daban la vuelta era tarde. Toni y Perrotta gozaron de sendas ocasiones así para descorchar el partido, pero fue a la tercera cuando Italia se abrió las puertas de los cuartos de final. Toni se plantó solo ante Coupet y Abidal convirtió el suceso en definitivo al embestir por detrás al delantero: penalti, expulsión y gol. Un tres en uno letal.
Consciente de la debilidad adversaria, Italia hurgó en la búsqueda de las ocasiones. Pero la tentación de manejar el resultado, al fin y al cabo es Italia, le venció poco a poco. La selección de Gatusso, hacia cuya salsa viró el partido tras un arranque que ponía en entredicho su presencia en el once, vivió ya más pendiente de las noticias ajenas, las que procedían de Berna y el devenir de Rumania, que de los asuntos propios, los que se lidiaban en Zúrich. Con una mano sujetaba a Francia y con la otra agarraba el transistor.
Cuando el estruendo de la grada coreó el tanto holandés, con toda la segunda mitad todavía por delante, Donadoni empezó a trabajarse los cuartos de final (sin Pirlo y Gatusso). Francia apeló al orgullo, hizo como que no se rendía y siguió atacando. Pero Italia, la verdad, no se creyó sus acometidas. Caminó sobre el alambre con insoportable tranquilidad. Estaba a un gol de la eliminación, pero ni se inmutó. Cuando sentenció De Rossi, o Henry, ya saltó de euforia.
Italia se frota las manos. Holanda le dio una tunda, Rumania la tuvo contra las cuerdas y Francia la reanimó. La historia de siempre. De la eliminación al trono, así ha escrito su leyenda. Y el domingo, otra vez frente a España en cuartos de final. Para echarse a temblar.
FRANCIA 0 - ITALIA 2
Francia: Coupet; Clerc, Gallas, Abidal, Evra; Toulalan, Makelele; Govou (Anelka, m.65), Ribery (Nasry, m.9, y Boumsong, m.25); Benzema y Henry.
Italia: Buffon; Zambrotta, Panucci, Chiellini, Grosso; Pirlo (Ambrosini, m.55), De Rossi, Gatusso (Aquilani, m.82); Perrotta (Camoranesi, m.63); Cassano y Toni.
Goles: 0-1. M.24. Pirlo, de penalti. 0-2. M.62. De Rossi lanza una falta, que tropieza en Henry y confunde a Coupet.
Árbitro: Michel (Eslovaquia). Expulsó a Abidal (m.24) por arrollar a Toni cuando se quedaba solo ante Coupet (penalti). Amarilla a Evra, Pirlo, Chiellini, Govou, Gatusso y Boumsong,
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