Los Juegos empiezan dentro de quince días, pero hay deportistas para los que ya se han terminado. La suerte existe y, a veces, no es buena. La crónica no entiende el optimismo por ahora. Ni siquiera para los deportistas que, antes de viajar a la Villa Olímpica, se hacen preguntas imperdonables: '¿Quedará algún ciclista vivo para los Juegos?' La pregunta de José Joaquín Rojas, de 27 años, tiene motivo. Él, como los otros cuatro ciclistas convocados para Londres, está invadido por los dolores. Pero, si quiere viajar a los Juegos, no le queda otra que recuperarse rápido de las caídas del Tour y retirar, cuánto antes, las lágrimas de sus mejillas. Al fondo quedan diagnósticos atroces como para pensar que estos hombres correrán a tope en quince días. Hay fracturas de clavículas, de costillas, golpetazos en las rodillas... La casualidad no puso de su parte. 'En trece años de profesional no me había roto nada', recuerda Samuel Sánchez, de 32 años, el ciclista que fue oro olímpico en Pekín.
'Ahora mismo, vivo en vilo' Los deportistas no son como los mineros ni como los funcionarios. No madrugan, no cogen el Metro, no cumplen horarios rígidos ni tienen pagas extras. En realidad, son ciudadanos especiales, acostumbrados a trabajar en el gimnasio o a competir al aire libre. En sus piernas o en sus manos figura el carnet de identidad de la alegría. Sin saber si son buenas o malas personas, nos apasionan sus ratos de inspiración. Por eso la incertidumbre de Scariolo, el seleccionador de baloncesto, forma parte de nosotros. 'Ahora mismo, vivo en vilo'. No sabe si podrá contar con Navarro, de 32 años. Sólo sabe que hoy puede 'ser un poco más optimista' que ayer, aunque no le parece suficiente. El jugador invierte 'el día entero en recuperarse', pero los problemas, como si fuesen un reflejo del resto de la sociedad, no se retiran. 'Ahora es la dolencia en la espalda', protesta Scariolo, 'como consecuencia de los malos apoyos'.
La adversidad es importante, pero ¿qué se puede hacer? ¿gritar con desesperación? Marta Domínguez, de 36 años, no lo haría. De hecho, no lo hace. No conoce otro remedio que el de pelear. Quizá no sólo sea una pelea consigo misma, sino frente a la maldición olímpica que la persigue desde Atenas 2004. Su pierna izquierda, el bíceps femoral, le ha obligado a retirarse en el reciente Europeo de Helsinki. Pero, a quince días de los Juegos, Marta no ha sacrificado totalmente la esperanza que el gimnasta Rafa Martínez acaba de abandonar a los 29 años. Había pagado un alto precio por ella. Operado hasta diez veces en los últimos años, Rafa ya sabe que nunca logrará esa medalla a la que se acercó de veras en Atenas. Ahora, acababa de volver a ser campeón de España, pero el martes no renunciaba a la pena en su Twitter. 'Me han dicho que no estaba del todo bien y que hay otros compañeros que están mejor'. Ahora se pregunta si esta vida merece la pena: '¿Seguir en la gimnasia? Mmm...'.
'Lo siento, pero me ha podido la ansiedad' Son las cosas de los sueños, capaces de retirarse antes de empezar, inaguantables como ellos solos. En este sentido los deportistas no se diferencian del resto de los ciudadanos. Higuero tenía uno hasta hace cuatro días. Quería ser el único atleta de la historia en participar en cuatro Juegos Olímpicos consecutivos en 1.500. Olvidó que tenía 34 años. El domingo, cuando buscaba la mínima que exigía la Federación, lo recordó y fue incapaz de correr con la valentía de otro tiempo. Al terminar, se lo reconoció, resignado, a su entrenador, Antonio Serrano. 'Lo siento, pero me ha podido la ansiedad'. Para entonces, ya era tarde para cambiar al 5.000, como tantas veces le dijeron. Higuero se había quedado sin Juegos, los últimos de su vida, porque en la Villa Olímpica, como en el mercado laboral, no hay sitio para todos.
Cuarto en el 1.500 del Mundial de Daegu del año pasado, Olmedo estaba llamado a una medalla en Londres. Tenía una edad óptima, 29 años, e inmejorables sensaciones. Todo un año hipotecado para esto. 'Tiene que ser ahora', repitió durante todo el año, 'ahora y sólo ahora'. Su entrenador Enrique Pascual, el mismo que dirigió a Fermín Cacho al oro olímpico de Barcelona 92, alentaba la idea. 'Tiene una pequeña posibilidad de conseguir la medalla'. Aunque avisaba: 'De la misma manera que puede conseguir una medalla puede quedarse sin ella'. Pero todo iba según lo previsto hasta que se retiró en el Europeo y su cerebro empezó a gestionar un enorme pesimismo que ha arruinado la aventura. El sábado renunciaba a unos Juegos que hasta el último día no han desaparecido de la vida de Chema Martínez. Lo intentó como siempre. Primero, en maratón. Luego, en 10.000 y, finalmente, el domingo en el 5.000. Todo un ejemplo para la vida. 'Pero ya tiene una edad, 41 años, que le obliga a correr más lento y a entender que ya no puede ser', advierte Serrano, su entrenador, sin afán de dramatizar: 'La vida hay que relativizarla'. Quizá el consejo más sabio en estos tiempos de recortes no sólo en la sociedad. También en el deporte, que a veces es un reflejo de lo que pasa.
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