El gancho que te salva la vida en la favela de La Maré
Más de 2.000 niños han pasado por la ONG 'Luta Pela Paz', una escuela de boxeo que ofrece a jóvenes una alternativa al tráfico de drogas. Cientos de jóvenes con vistas de futuro son el resultado de esta pequeña isla que ofrece paz en medio de la guerra.
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RÍO DE JANEIRO.- Para vivir en La Maré hay que ser valiente o no tener más opciones. Cuando uno sale del trabajo no sabe si podrá volver a casa o tendrá que hacer tiempo mientras terminan los disparos entre las facciones de turno. Los más jóvenes tampoco tienen garantizado poder ir a la escuela porque la Policía Militar prefiere la primera hora de la mañana para sus operaciones de ataque: “Antes de salir de casa llamo a diversos vecinos y me aseguro de que no haya problemas”. Este es el ritual que Maria Aparecida cumple a raja tabla después de haberse quedado atrapada más de una vez en el medio de un tiroteo cuando llevaba a su hija de siete años al colegio: “En esos momentos no es fácil econtrar refugio”.
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Para vivir en La Maré hay que cumplir reglas. Las vidas de las 140.000 personas que ocupan este territorio dependen de ello. Para ir a comprar el pan hay que saber por dónde se puede pasar, qué calles evitar y con quién es mejor no cruzar la mirada. Si uno quiere entrar en moto, se tiene que sacar el casco. Si va en coche, debe bajar las ventanillas y encender la luz en cuanto sale de Avenida Brasil para adentrarse por las estrechas calles de la favela más grande de Rio de Janeiro: “Eso es lo normal en casi todas las comunidades”, cuenta Alan Duarte, que nació hace 28 años en el Complejo del Alemán, otra de las más violentas.
La ONG enseña a los niños ciudadanía, sus derechos, educación y les dan una cesta básica de alimentos
Las ganas de romperle la nariz a un compañero de escuela fueron las que llevaron a este entrenador a interesarse por el boxeo. Su abuela vivía en la Maré, muy cerca del la escuela de Luta Pela Paz, y un día decidió presentarse por allí. Casualidades del barrio, el mismo tipo al que quería dar un susto también entrenaba en esta misma escuela:
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La pelea entre Alan y Custódio nunca se concretó, ahora son buenos amigos. “Él me ha servido de inspiración y me ha animado mucho a abrir mi escuela de boxeo en el Complejo del Alemán”. Alan se reparte la semana entre sus clases en Luta Pela Paz, la ONG que “le ayudó a crecer” y la academia que acaba de abrir en su comunidad: “Quiero darle a los chicos del Alemán lo mismo que me dieron a mí”. Cuando dice eso se refiere a valores muy básicos pero escasos tanto en favelas como en barrios pijos: “familia, disciplina y responsabilidad”.
"Lo primordial es que los niños no elijan el camino de las drogas"
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En Maré como en el Complejo del Alemán, las armas y las drogas están a la vista. La Policía y sus tanques también. El narcotraficante que se sienta al lado era el amigo con el que jugaba a las canicas en el colegio, pero ahora lleva una AK-47 que cuelga de su hombro. En medio de los tiros y de la falta de recursos, trabajar para el tráfico puede ser la opción más golosa: “Dinero rápido, mujeres guapas, coches buenos, es muy fácil engañar a los jóvenes con todo eso”, explica Alan, y dice muy serio: “El objetivo principal de Luta Pela la Paz es que los niños y jóvenes que viven aquí no elijan el camino de las drogas”.
Un 73% de los jóvenes que pasan por la ONG han retomado sus estudios o encontrado trabajo
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Pero no todas son historias felices. Igor tenía 18 años cuando la Policía Militar le disparó a matar en una de las calles de la Maré. Su entrenador cuenta que aunque no iba a todos los entrenamientos siempre le gustaba estar en la escuela: “Grabaron un vídeo de su asesinato y lo pusieron en Facebook. Ese día lloré muchísimo”, dice Alan al recordar a su antiguo alumno. Dowdney es más frío y aunque reconoce que han salvado a muchos jóvenes también dice que decenas de otros ya han muerto. El perfil siempre se repite: joven, negro y favelado.