La hinchada rojiblanca más veterana aún recuerda el desplazamiento masivo a Lyon el 2 mayo de 1986. También rememoran una derrota inapelable ante la máquina del Dinamo de Kiev de Demianenko, Belanov y Blokhin que dirigía Lobanovsky. Aquella fue la última de las cuatro finales continentales disputadas por el Atlético. Como anoche en Anfield, en el camino escribió las páginas que engrandecieron su nombre en Europa.
Para llegar a su primera final, la de la Recopa de 1962 ante el Fiorentina, tuvo que pasar en octavos por encima del Leicester del legendario guardameta Banks (1-1 y 2-0). En semifinales, debió atravesar el telón de acero para medirse al Motor Jena (0-1) alemán. La vuelta (4-0) se jugó en Malmoe (Suecia) por motivos políticos. El 10 de mayo de 1962, en el estadio Hampdem Park de Glasgow, se disputó el primer partido (1-1) de la conocida como la final más larga de la historia. No existían las prórro-gas y el Mundial 62 obligó a retrasar el desempate hasta el 5 de septiembre. Ese día, en el Neckarstadion de Stuttgart, los goles de Jones, Mendonça y Peiró le dieron su primera y única copa europea.
En 1962 ganó la Recopa tras un desempate jugado en septiembre
Al año siguiente, defendió la Recopa llegando hasta la final con el Tottenham. En la penúltima ronda eliminó al Nuremberg de Mörlock, integrante del milagro alemán de Berna en el Mundial de 1954. El 15 de mayo de 1963, el Tottenham de Blanch-flower, el rapidísimo extremo Jones y el pragmático Greaves no le dieron opción (5-1) en Rotterdam.
Otro 15 de mayo, el de 1974, el Atlético se presentó en Bruselas para disputar su primera y única final de la Copa de Europa ante el Bayern. Aquella derrota le estigmatizó (1-1) y (4-0) en el desempate, pero las semifinales con el Celtic aún forman parte de la mística rojiblanca. En Glasgow logró mantener el empate a cero pese a las expulsiones de Ayala, Panadero Díaz y Quique. En Madrid, Gárate y Adelardo llevaron al Atlético a Heysel.
Hasta llegar a aquella última final de Lyon, los Arteche, Marina, Setién, Quique, Rubio y Da Silva tuvieron que soportar escupitajos de los jugadores del Estrella Roja en el calentamiento de la ida de los cuartos (0-2), y Julio Prieto, en la vuelta de las semifinales ante el Bayer Uerdigen (2-3), los enrabietados tirones de pelo del desesperado portero alemán Völlack. Ayer, 24 años después, el Atleti recupera su historia.
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