Fabián Roncero: el hombre que pudo tenerlo todo
Fue un mito y hoy suspira por un sueldo de 1.000 euros al que llegará en enero cuando vuelva a trabajar en tienda en ‘Forum’. Mientras tanto, acaba de publicar un libro, ‘The runner man’ que empezó a escribir hace diez años. “En esta vida casi nadie ayuda a casi nadie”, dice.
Publicidad
Fue casi un mito o, como mínimo, un atleta genial que hizo cosas que no hizo nadie en la década de los noventa, aunque hoy él, Fabián Roncero Domínguez (Madrid, 1970) detenga esa idea. “Es mejor no exagerar”. Pero los recuerdos no le hacen caso, incluida esa vieja fotografía en la que recoge el Premio Príncipe de Asturias. Porque esa era la época de Fabián, el keniata blanco al que un día la organización del maratón de Londres le puso un cheque prácticamente en blanco. “Sólo hacía falta que estuviese en la línea de salida, y podía haber estado y llegar hasta el kilómetro 20 o 30. Pero yo fui honesto conmigo y con ellos, porque tenía dolores, y decidí no ir. La diferencia fue que, al año siguiente, no me dieron nada”.
Publicidad
Quizá por eso arrancamos hoy con este recuerdo para diferenciar entre el blanco y el negro, las vueltas que da la vida y que se representan sin fisuras en la figura de Fabián Roncero, que ayer mismo volvió a Fórum "para trabajar en tienda, donde estaba en excedencia, y si no he empezado ahora, en octubre, es porque estos meses voy a estar con la promoción del libro”. Y entonces no nos queda otra que volver a repetir que así de perversa puede ser la vida.
Sin ir más lejos, esta semana, José María Álvarez Pallete, el presidente de Telefónica, reconocido aficionado a correr maratón, ponía de ejemplo en Twitter a Fabián Roncero y resulta que, a día de hoy, Fabián no sólo es pasado. También es presente, porque acaba de escribir un libro The runner man y porque su situación laboral está en las antípodas de su pasado y, por supuesto, del presidente de Telefónica. “No llego ni de lejos a los 1.000 euros”, explica Fabián, que da clases de atletismo en la escuela de Noja (Cantabria) y de eso es de lo que vive. “Pero las subvenciones son mínimas y lo que ganamos lo repartimos entre mi pareja y yo. Así que necesito volver a trabajar. Tengo unos gastos y nadie me ha ofrecido ninguna otra cosa”.
Aun así no es una denuncia, porque Roncero tampoco encarna a ese tipo de personaje. “No es una vida fácil, pero yo tengo un amigo que siempre me dice, ‘Fabián, tú tienes una suerte, y es que te adaptas a lo que sea’, y es verdad. Lleva razón. Si por mí fuese, yo sería capaz hasta de dormir en la calle y no pasaría nada. Me adapto al medio en el que esté, hasta a dormir con una ventana abierta en invierno si no queda más remedio”.
Publicidad
"Hay cosas muy pequeñitas que te dan una felicidad muy grande. La felicidad no siempre está en la gloria deportiva"
De ahí que no le moleste que en esta conversación le presente como el hombre que pudo tenerlo todo. “Hay cosas muy pequeñitas que te dan una felicidad muy grande. La felicidad no siempre está en la gloria deportiva. Pero si me pregunta de aquellos años jóvenes, sí, claro que los echo de menos. Sobre todo, esa sensación de poder volar, de correr rápido y de que no me doliese nada. Ahora, en cuanto lo intento, me salta algún muelle, sea la rodilla, sean los gemelos, sea lo que sea. Pero si lo resumimos al dinero no, de verdad que no, y mire que entonces sólo por correr un cross ganaba seis veces más de lo que gano ahora en todo un mes…, pero es lo que decía antes: uno debe adaptarse a lo que tiene. No hay otra cosa en mi vida ahora”.
Publicidad
Un trabajo por 1.000 euros
"Yo puedo decir que no conozco a nadie que tenga un poder grande que no haya mentido y he conocido a gente muy poderosa"
Para arrepentirse siempre es tarde en su caso. “En esta vida tenemos un camino y yo siempre me he guiado por el corazón. He sido honesto, pero la honestidad no siempre triunfa”. De ahí que en su idea del mundo siempre haya lugar para un mundo mejor. “Vivimos en un mundo muy caótico en el que casi nadie ayuda a casi nadie. Yo puedo decir que no conozco a nadie que tenga un poder grande que no haya mentido y he conocido a gente muy poderosa. Llegué a estar en muchos sitios y tal vez me faltó saber manejar la publicidad o saber vender mi alma al diablo. Pero no supe o no quise hacerlo. Por eso ahora me quedo con mi idea de la vida. Soy una especie de nómada que en este momento sólo busca un trabajo normal y para mí un trabajo normal son 1.000 euros, que es un sueldo que está bien”, agrega Fabián, al que uno situaba en la cúspide en este momento, con un libro recién publicado, y se ha encontrado con esta situación, la vida es una caja de sorpresas.
Publicidad
"Tengo un televisor, tengo una casa y el año pasado hasta pude comprarme un coche de segunda mano para ir a trabajar"
“A veces, la gente se guía por prejuicios”, admite. “Se creen, o quieren creer, que uno está mejor de lo que está. Pero en el caso del libro, a no ser que vendiese 60.000 o 70.000 ejemplares, es difícil hacer riqueza con ello. Otra cosa son las sensaciones que me ha dejado este libro. El hecho de que haya venido gente que me ha dicho, ‘Fabián, lo leí de un tirón, en cuatro horas, estupendo’. Para mí, eso lo compensa todo”, añade él, que no acepta que en su época de atleta maltratase al dinero. “Yo compré una casa que estaba bien y luego nos mudamos a otra que estaba mejor y que se quedó mi mujer porque se la merecía. Hice también inversiones que están ahí. Algunas, incluso, están por terminar de pagarse con lo que ni te dan ni te quitan. Pero aun así insisto que no me puedo quejar de nada. Necesité salir de Madrid, porque el cuerpo me lo pedía, y encontré Santander y no veo lógico quejarme. Aquí tengo un televisor, tengo una casa y el año pasado hasta pude comprarme un coche de segunda mano para ir a trabajar. Podría tener más, pero tampoco lo necesito”.
Publicidad
En un hábitat tan romántico, despertó el escritor que Fabián Roncero lleva dentro. “Siempre me ha gustado escribir. Llevo haciéndolo desde hace quince años. De hecho, las primeras páginas de este libro las escribí hace diez o doce años”. De repente, un día le dio por recuperar la idea, a impulsos, como es él, sin miedo a llegar hasta el final. “En estos últimos años he tenido experiencias que merecía la pena contar. Por eso yo digo que este es un libro, sobre todo, de vida en el que hay frases hasta de mi abuela”.
El argumento es fiel a su manera de ser. “Creo que prueba mi evolución y la propia evolución de la vida. Cuando me sentaba frente al ordenador, me di cuenta de que las cosas salían solas y no me importaba la anarquía. Un día podía escribir cuatro páginas y al siguiente ninguna. Hubo trozos que llegué a escribirlos en la playa de Liencres debajo de una sombrilla. Por eso sostengo que este libro también está escrito mirando al mar y que puede ser una buena luz para mucha gente, sobre todo corredores”.