Carolina Marín, la estrella mundial española que sería millonaria en Asia
El éxito —dos campeonatos de Europa y del mundo y una medalla de oro en los Juegos— no la han cambiado. La onubense, uno de los grandes milagros del deporte español, se entrena con discreción entre adolescentes, a los que ayuda a mejorar
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MADRID.- A estas alturas de la vida, Carolina Marín aún no debería estar en las cabezas de los españoles, ni en las imágenes de los informativos de televisión, ni en las portadas de periódicos, ni en las búsquedas de Google, ni en el podio de los Juegos Olímpicos. A estas alturas, la onubense aún debía ser una chica cualquiera que pasea por Madrid con sus amigos, a seiscientos kilómetros de su familia, quizás aún con dudas y algo de temor por el paso que tomó cuando tenía catorce años.
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Lo que más llama la atención una vez dejada atrás la pista de atletismo del Centro de Alto Rendimiento de Madrid (CAR) y atravesado el pasillo de cuatro metros escasos que conduce al pabellón donde entrenan el bádminton es que Carolina está ahí, en todo el batiburrillo. Ejercitándose como una desconocida más con sus once compañeros. Haciendo un tres contra uno en una pista, ayudando así al contrario a mejorar sus habilidades.
-Siempre dice que le cuesta expresar qué vio en ella.
Cuento lo que soy capaz de expresar. El resto forma parte de una intuición que no te sé explicar. Lo que vi entonces giraba sobre la intensidad del juego, cómo era capaz de moverse. Había algo que me llamaba la atención y yo en esa época no sabía muy bien qué era. Parecía una mini profesional.
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Sara Peñalver está sentada en una silla, tal que un juez durante un partido, en el fondo de la pista donde se ejercita Carolina. Hace un par de días que no puede ser parte del entrenamiento porque tiene problemas de espalda. Para ella, como para todos, es un lujo poder prepararse con la número uno mundial. “Imagínate… ¡buff! Quiero aprender todo de ella y ser como ella”, confiesa con una sonrisa nerviosa.
"Cuando le ha faltado algo, Carolina ha sido la primera en poner dinero"
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Desde que en los Juegos de Londres fuera eliminada en las primeras rondas sin que nadie esperara nada de ella, han pasado cuatro años, en los que se ha convertido en la mejor del mundo. Poco tiempo. Aún menos si se tiene en cuenta la importancia que este deporte tiene en España y lo que representa en Asia, donde hay millones de jugadores y es una de las prácticas por antonomasia. Y parece un milagro con las ayudas que pueden recibir en nuestro país en comparación con, por ejemplo, China.
No le han faltado desde luego apoyos de Fernando, de Anders Thomsen –su segundo- y del resto del equipo. Pero ahora, como la más veterana con veintitrés años, es ella la que ejerce de líder sobre la pista azul teñida de líneas amarillas. A Clara, Carlos y Joan les grita instrucciones, consejos y felicitaciones: “¡Venga, va, rápido!”, “¡Buena, va, sigue!” o “¡Así, así!”. También les enseña movimientos, como el revés. “Es que ese es de los más difíciles”, explica Sara, para el que este es su segundo año en el CAR. Marín le muestra a Joan cómo tiene que mover las piernas para que la técnica tenga éxito.
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“Tras ganar tantos títulos me esperaba un cambio brutal en cuanto a los patrocinadores"
Luis Enrique seguramente no le habla así a Messi. Ni Tyronn Lue a Lebron James. A una mujer que lo es todo en su deporte y dios en Asia. En China o en Indonesia, por ejemplo, apenas puede pasear sin que se agolpen en las aceras a pedirle autógrafos o selfis. “Allí soy mucho más reconocida. Me aprecian muchísimo, y yo a ellos por tratarme como una más”, asegura. En España ya no puede caminar sin que alguna mirada se cruce con la suya o sin que la detengan. “Pero, aunque tenga menos intimidad y ya no pase desapercibida, es un orgullo ser reconocida porque mi deporte también lo es”. Ese es el gran mérito de Carolina: que millones de españoles se pongan delante de un televisor a ver bádminton. Aparte de todos los títulos que ha ganado y los más que pueda conseguir, el gran logro de Marín será haber puesto al bádminton en boca de muchos.
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A las dos horas de ejercicio, rozando el mediodía, Fernando Rivas, que ya peina canas, los reúne a todos en la pista del centro. Hoy han practicado sobre tres, dado que hay obras en el inmenso pabellón, de al menos doce metros de alto. El granadino les corrige algunos aspectos técnicos y tácticos, con Carolina escorada a un lado. Una vez más, no se erige en protagonista, pese a que obviamente lo es. Aunque sólo sea por las excursiones de chavales que se quedan en la puerta viéndola asombrados desde lejos o por los carteles suyos e imágenes que decoran el lugar. Uno de ellos, pegado al asiento que ocupa la estrella que no va de ello, es una combinación de tres fotos habituales suyas. En una aparece con el puño derecho en alto, mirando hacia abajo, acompañada de una palabra en mayúsculas: “CALMA”. La otra, la muestra sonriente, con la mirada al frente y otro mensaje: “ALEGRÍA”. La última es una instantánea típica de la onubense. Ella con el puño izquierdo levantado, la mandíbula casi desencajada de un grito y la palabra “FUERZA”.