Bryan Ruiz, el espejo de la clase media
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Hace dos años, en noviembre de 2011, España fue a jugar un amistoso a San José de Costa Rica casi en medio de la dejadez. Un viaje larguísimo al otro mundo para un partido que, en realidad, no hacía falta. Fue el dinero, un fijo de dos millones de euros, lo que arriesgó al equipo de Del Bosque a un desperfecto que evitó a falta de siete minutos. Entonces igualó un partido que perdía 2-0 frente a un equipo como Costa Rica, que no parecía nadie. O, al menos, eso interpretábamos nosotros, campeones del mundo. La diferencia es que hoy Costa Rica jugará los octavos de final frente a Grecia (22.00, Arena Pernambuco) mientras España ya dejó el Mundial. Quizá en ese anuncio de arroces y frijoles 'Don Pedro', simpático patrocinador de la selección de Costa Rica, Jorge Luis Pinto, su entrenador, dio la clave que España olvidó. "El fútbol cambió, la historia no importa".
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Con esa vehemencia tan suya, Pinto emociona a toda la República de Costa Rica, que adora esas voces del entrenador, "escuchen el estadio", "sientan la cancha", "respiren el ambiente" o "ninguna camiseta nos va a dar miedo", que jamás tuvieron tanta pegada como hoy. En el pasado salieron futbolistas como Medford, Cayaso, Wanchope, Ronald Gómez, iguales o mejores que los de ahora. Algunos de ellos fueron ejemplares en el Mundial de Italia 90 cuando eliminaron en primera fase a Suecia y Escocia. Sin embargo, nada se pareció a lo de ahora, a un día como el de esta noche en Recife, en el que Costa Rica huele los cuartos, porque "somos once contra once y nosotros tenemos más hambre". Y uno de los que lo dice es Bryan Ruiz, el capitán, el mismo que llevaba el brazalete en aquel amistoso frente a España en San José. Un tipo que, a diferencia de entonces, ha dejado de ser un futbolista más en este Mundial. Asociado al número '10', ha sido capaz de derrotar a Italia con un gol casi imposible, de mostrar una zurda muy importante y de emocionar al propio presidente de su República, Luis Guillermo Solís. "Esto es un regalo inesperado".
Costa Rica es un país con menos de cinco millones de habitantes que admite gente como Bryan Ruiz, el capitán, casi el ídolo, nacido en el cantón de Alajuelita, en plena montaña de Costa Rica, en la que se alcanzan los 2.428 metros de altitud. Allí las vistas de la ciudad de San José pueden ser maravillosas, pero los sueños de fútbol parecen distantes de una Copa del Mundo. Sin embargo, Bryan, después de una carrera en la que necesitó paciencia para vencer, hasta superar un fracaso con el Fulham en la Premier, representa a los futbolistas que no nacieron para estar aquí.
A los 28 años, 29 el próximo 15 de agosto, su caso no es como el de Campbell que ha llegado a esto jovencísimo. La carrera de Bryan ha sido más larga. Ha tenido que buscar hasta encontrar. Ha demostrado que, a veces, existe la posibilidad de escapar del destino que uno tiene fijado. Por eso en este Mundial se ha hecho una promesa en partidos como el primero ante Uruguay que arrancó con un gol en contra. "Una cosa es empezar perdiendo y otra acabar perdiendo. El futbolista necesita paciencia".
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Quizá por eso lo que pasa hoy en Brasil no tiene nada que ver con aquel amistoso de San José en el que Casillas cumplió 127 partidos internacionales, una vida con la selección. La realidad es que hoy España envidia lo que vivirá Costa Rica en Recife con Bryan Ruiz, el mediocentro del PSV Eindhoven, a la cabeza. Alejado del show casi teatral que acompaña a su entrenador, Jorge Luis Pinto, Bryan tiene otro carácter. Sufrió hasta triunfar en Europa, pero supo hacerlo. Ahora, en el Mundial, pase lo que pase, ya encontró la gloria. Algo con lo que ni soñaba en su infancia en Alajuelita que, según explica en su biografía, se hizo más dura porque perdió a una hermana y fue abandonado por su padre. Pero en los mundos difíciles el éxito a veces llega a tiempo, asociado a verdades como piedras: "El fútbol cambió, la historia no importa".