Australia da la espalda a Nadal
El español, con fuertes dolores desde el segundo set, es superado por Stanislas Wawrinka en cuatro sets 6-3, 6-2, 3-6 y 6-3. El suizo se hace con su primer título de Grand Slam a los 28 años imponiéndose a los dos me
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Decía Jorge Luis Borges que "la derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce". Y Rafa Nadal sufrió una de esas que se recordarán igual o más que alguna de sus victorias. El tenista español recordó a todos que también es humano y que su cuerpo puede decir basta en el momento más inoportuno. Un repentino dolor de espalda al golpear una pelota en el segundo juego del segundo set convirtió la final del Open de Australia en un calvario para el número uno del mundo. Terminó perdiendo en cuatro sets ante Stanislas Wawrinka por 6-3, 6-2, 3-6 y 6-3, en dos horas y 21 minutos. Al suizo no se le puede quitar un ápice de mérito. A sus 28 años logra su primer título de Grand Slam ante un rival al que no había logrado hacerle un solo set. Hasta hoy.
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El drama, los nervios, y la incertidumbre se dieron cita en la Rod Laver Arena, en el Día de Australia, una jornada en la que Nadal luchaba para conquistar su 14 título del Grand Slam, aspirando a igualar los 'grandes' de Pete Sampras. Pero Australia le dio la espalda. Y la suya le amargó la jornada. Aun así, el español tiró de raza -como acostumbra- para mantenerse en la pista y lograr hacerle un set a Wawrinka. Al terminar sus lágrimas corrieron por su cara. La frustración se apoderaba de él. Aun así, era capaz de pedir perdón al público australiano por no haber podido ofrecer lo mejor de sí mismo. Una muestra más de su grandeza.
Nadal, con lágrimas en los ojos, se queda a un paso en Australia de alcanzar los 14 'grandes' de SamprasWawrinka, mientras, se hacía con la merecida gloria del que ha sido capaz de superar en un mismo Grand Slam a los dos principales favoritos, el primero en 21 años que gana un Grand Slam derrotando al número uno y al número dos (no pasaba desde Sergi Bruguera en el Roland Garros de 1993). El torneo del suizo ha sido para quitarse el sombrero. Y ha ganado el título rompiendo la racha de 16 Grand Slams ganados de forma consecutiva por el grupo de los cuatro grandes, Nadal, el suizo Roger Federer, el serbio Novak Djokovic y el británico Andy Murray, desde que el argentino Juan Martín del Potro se hizo con el Abierto de Estados Unidos en 2009, cuando ellos llevaban ganados 34 de los 35 'majors'.
Diecisiete años después de que el español Carlos Moyá luchara en la final contra el estadounidense Pete Sampras, y de que sorprendiese a todos en su discurso con aquel "hasta luego Lucas", Nadal partía como favorito para ganar por segunda vez en Melbourne, pero todo se puso en su contra. Fue Sampras, precisamente, dos veces campeón de este torneo y 20 años después del primero de sus títulos, quien entregó el trofeo a Wawrinka.
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En el primer set a Nadal se le vio algo anclado en el fondo de la pista, sin la chispa que le ha hecho ganar 13 grandes en su carrera, dejándose dominar por el suizo, que a los 14 minutos ya mandaba por 3-1, gracias a la primera rotura. Wawrinka ganó el primer parcial en 37 minutos y rompió a continuación en el segundo anotando 11 puntos seguidos en un periodo que desató las alarmas. Algo le pasaba a Rafa que apenas se movía, y tras el 2-1 todo quedó al descubierto cuando el español se fue al baño para recibir tratamiento del fisio Hugo Gravil.
Wawrinka entonces discutió con el juez de silla, el portugués Carlos Ramos, porque quería saber cuál era el motivo de la salida del español. "Tienes que decírmelo", le gritó enfadado. Por un momento apareció el fantasma de la retirada. La última en una final del Grand Slam se produjo en 1990 cuando el sueco Stefan Edberg decidió abandonar ante el checo Ivan Lendl, cuando perdía 4-6, 7-6 y 5-2 en la del Abierto de Australia, victoria que valió al checo revalidar el título. Pero Nadal aguantó.
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Fueron minutos de incertidumbre hasta que Rafa apareció en la central sin su camiseta, siendo abucheado por el público. Luego su cara y sus movimientos denotaban la lesión. Sacaba a 125 kilómetros por hora, cometía dobles faltas, estaba evidentemente 'tocado', sin poder ejecutar su saque. No era Nadal el que estaba en la pista. Unos minutos después recibió masaje tumbado en la pista, y luego otro más. Sin apenas poderse mover, sin reacción, con signos evidentes de dolor, el español apenas podía oponer resistencia, mientras Stan machacaba con su servicio.
Era cuestión de que las pastillas contra el dolor hicieran efecto, y pasasen los minutos. Nadal logró recuperarse milagrosamente, aunque solo por momentos. Su saque mejoró y pasó de 125 kilómetros por hora a un pico de 182. Había por tanto mejora y nervios de Wawrinka, presionado por la obligación de ganar, y hacerlo cuanto antes porque Rafa no podía ganarle así.
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Y Nadal dio muestras de nuevo de su tenacidad, fortaleza, de su increíble generosidad física. Un portento inigualable. Una resistencia al dolor físico, como ha demostrado durante todo el torneo con una ampolla en carne viva en la palma de la mano, superior al resto de mortales. No bajó los brazos, seleccionó sus tiros, economizó esfuerzos y jugó con disciplina espartana, para hundir a Stan en un infierno de dudas. Wawrinka naufragó en la tercera manga, presionado por la obligación de rematar el partido cuando se encontraba en una situación de dominio y de inferioridad del número uno del mundo, al que demolió con sus saques directos, 19 en total. Nadal se entonó algo y cerró el tercer set, el de la honra. Pero en la cuarta manga, Stan se recuperó, recompuso su juego y rompió dos veces el servicio de Nadal. Una vez controlado mejor sus nervios el suizo confirmó su victoria de forma más fácil.
"Tu has merecido ganar, pero la mala suerte ha sido para mí, pero lo mereces. Muchas felicidades", dijo Nadal, mientras el público le impedía hablar al recibir su trofeo de subcampeón, en un emotivo discurso, en el que no pudo contener las lágrimas. Wawrinka alzó la copa y con ella en brazos dijo. "Rafa eres un gran chico y un increíble campeón. Ha sido un placer jugar contra ti, y enhorabuena por tu recuperación y por ser de nuevo número uno del mundo. El pasado año perdí el partido y estaba llorando un montón y un año después, no sé si estoy soñando o no, ya veremos mañana por la mañana".