Xavier Legrand: "Hay muchos jueces machistas, devotos del sistema patriarcal"
‘Custodia compartida’ abre en Francia un debate urgente sobre el papel de la justicia en los casos de maltrato. La película es un espeluznante thriller con el que el cineasta ganó Mejor Dirección y Ópera Prima en Venecia, y Premio del Público a Película Europea en San Sebastián
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MADRID,
Aterradas. Palizas en casa, violaciones, a veces delante de los hijos. Y cuando, por fin, sienten que han podido escapar del infierno, la justicia decide que la custodia de los niños debe ser compartida. La vida en un vilo. El horror de vivir cada minuto que tu hijo está con la ‘bestia’, imaginando mil veces su muerte. “La gente piensa que los niños no peligran, no se dan cuenta de la realidad, del verdadero peligro que corren”. Para ellos, para abrir sus ojos, Xavier Legrand ha hecho Custodia compartida, la máxima tensión del suspense y el thriller para que el espectador empatice y se estremezca con el horror que vive la familia de un maltratador.
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La película, ópera prima de Legrand, se ha convertido en un fenómeno en Francia, donde ha provocado un debate absolutamente necesario, urgente. “Los jueces franceses piensan que un mal compañero no tiene por qué ser un mal padre. Pero, claro, hay muchos jueces machistas, devotos del sistema patriarcal”. Mejor Dirección y Ópera Prima en Venecia, Premio del Público a la Película Europea en San Sebastián, Mejor Película en Dublín y otra decena de galardones más, Custodia compartida es arte útil, una muy buena película, que sobrecoge y alarma. Sorprendente el niño Thomas Gioria, al que acompañan en los papeles de la madre y el padre, Léa Drucker y un escalofriantemente amenazador Denis Ménochet.
¿Con qué intención ha hecho esta película?
La he hecho por muchas razones, primero porque como ciudadano me concierne y porque como hombre no puedo soportar la violencia contra las mujeres. Es un tema muy difícil de tratar en el cine y hay muchas películas, la idea es mostrar otro punto de vista para que la gente se meta en el tema. Conozco mujeres que han sufrido esa violencia, algunas se refugian en el trabajo y, como una compañera que tuve, no lo cuentan. El marido la iba a vigilar. Su silencio me dio ganas de trabajar en el tema.
El silencio es producto del miedo.
Sí, pero yo me preguntaba por qué ese silencio.
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¿Usted siente vergüenza de género?
Sí, claro. El patriarcado, la dominación masculina… me cansan, lo veo como un complejo de los hombres y yo siento vergüenza como hombre. Siento vergüenza de género ante el machismo y el maltrato. Mientras la violencia machista, doméstica, esté considerada como un problema de las mujeres, no evolucionaremos. Ser un verdadero hombre es comprometerse contra esto.
Volviendo al silencio…
Las mujeres no se sienten seguras, sienten miedo, sienten vergüenza y también se callan porque hay amor. Las mujeres violentadas se sienten aniquiladas, niegan la violencia, no pueden entenderlo. Ver que el padre de sus hijos las maltrata… Pero lo peor es el miedo, por eso no pueden decir nada. Viven bajo una presión constante, por eso cuando se atreven ponen una denuncia, pero luego muchas veces la retiran.
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Usted pone el acento en las custodias compartidas para padres maltratadores. ¿La justicia se está demostrando insuficiente con este grave problema?
Por supuesto. No se puede organizar ni decidir la vida de una familia en veinte minutos. Mucho menos cuando hay tantos casos de violencia escondida. Los jueces franceses piensan que un mal compañero no tiene por qué ser un mal padre. Pero, claro, hay muchos jueces machistas, devotos del sistema patriarcal.
Ante la jueza, el maltratador de su historia parece otra cosa.
Este tipo de personajes son manipuladores, narcisistas perversos y es difícil saber la verdad de este tipo de personas. Por otro lado, siempre encuentran una razón para ir en contra de la ley. La película se pregunta ¿hasta dónde la decisión de un juez puede llevar al horror? Por eso el primer plano de la jueza.
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¿Por qué ha elegido que fuera una jueza en lugar de un juez?
Porque en la realidad, durante el proceso de investigación, seguí a una jueza que se ocupa de estos casos en Francia. Ella me explicó que había muchas mujeres en asuntos familiares porque es más compatible, los casos ocurren en las cercanías y ellas no tienen que trasladarse.
Así que ¿da igual el género en el caso de la justicia?
Eso es. Hubiera sido terrible poner a un hombre para mis intenciones, porque yo quería mostrar que la justicia en sí es un problema, no importa el género, esa no es la cuestión.
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La víctima en primer plano de su historia es el hijo.
Sí, es un problema horrible. La violencia doméstica, el maltrato a los hijos. La violencia va contra la mujer directamente y la gente piensa que los niños no peligran, no se dan cuenta de la realidad, del verdadero peligro que corren.
¿Ha apostado por el thriller para subrayar esto?
Sí y porque el núcleo de esta historia y de todo este problema es el miedo y el miedo es un elemento con el que juega muy bien el thriller. Si contamos esta historia como un drama social se queda en algo anecdótico. Quería hacer una película con la que atraer a la mayor cantidad de público posible.
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¿Y de paso, que los espectadores pasen también miedo?
Sí, mi trabajo es meter al espectador en el corazón del tema.
¿Cuáles son las reacciones?
La película conmueve mucho al público. Muchos salen de la sala sudando, diciendo: ‘Dios mío, el corazón me va a mil’. En algunos he conseguido una aventura corporal, física. Muchas personas me han dado las gracias y eso me alegra especialmente.
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Una película así se hace buscando un objetivo, ¿cuál es el suyo?
Cuando haces una película siempre quieres que una mirada, la tuya, cambie un poco las cosas. Sé que no puedo cambiar mucho, pero también sé que sí puedo plantear preguntas importantes. Creo que hay en la película una función didáctica, que se puede utilizar por diferentes asociaciones. Se puede ver la película en los colegios. El cine puede ser un soporte pedagógico enorme.