'Worldwide Angel' No es trap, es Bad Gyal
Y sigue siendo el ‘pussy’ que manda. La catalana presenta su segunda mixtape y se posiciona todo lo lejos del mainstream que le permiten sus 160.000 seguidores de Instagram: “Suerte que no firmé por el primer contrato que me ofreció Sony, porque me hubiera vendido por unas gafas de los chinos”.
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madrid, Actualizado:
De todo menos discretas. Rojas, kilométricas, llenas de brillantes y purpurina. Con esas uñas postizas imposibles coge su teléfono móvil. “Mira lo que me han hecho”, y muestra un dibujo en blanco y negro con la frase: “Si Bad Gyal puede liarse un porro con esas uñas, tú puedes conseguir lo que te propongas”. Regalo de sus fans. “Luego me rayo pensando en si soy una mala influencia, pero es que yo soy del Maresme. Y de pueblo. No había nada más que hacer que ir al callejón y pillar diez eurillos para pasar el rato”. La catalana Alba Farelo hace ya más de dos años que dejó su trabajo como panadera. Hoy es la chica mala de la fiesta, la bad girl, bad gyal, traducido al argot caribeño del que toma su nombre de guerrera. Lo lleva en la actitud, en la estética y en las ganas de comerse el mundo que ya anuncia en su nueva mixtape, la segunda, a la que ha llamado Worldwide Angel.
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El primer botellón de la noche corrió a su cuenta. Casi no ha dormido. “Menos mal que he pasado por chapa y pintura”, dice desde sus pestañas postizas y su sombra de ojos fucsia. Entre vasos de agua y cafés con leche disecciona ese nuevo trabajo que suena mucho más Bad Gyal y en el que se descubren retazos de reguetón, dembow, afrobeat y ritmos cercanos al dancehall made in Jamaica que tanto inspira y gusta a la artista de 21 años. Pero no todo es música en los inescrutables caminos de los nuevos sonidos urbanos. “A ver cuántas chavalas de mi edad aguantarían esto y se atreverían a decirle a seis tíos en un estudio: esto no lo quiero así, me lo vas a cambiar y me la suda que te pongas farruco porque yo soy la artista. No es fácil. Mi vida son decisiones, ahora soy la jefa de una empresa”.
En este segunda mixtape ha invertido más recursos y ha tirado de buenos productores y colaboradores como Dubbel Dutch, Paul Marmota, Fakeguido o El Guincho. El mastering lo hizo en Nueva York en el mismo estudio —capitaneado por Vlado Meller— por el que pasó el Morning Glory de Oasis, el Californication de los Red Hot Chili Peppers o el Yeezus de Kanye West. Eso sí, el 80 por ciento de los temas están grabados en su casa, como ya hizo con su trabajo anterior, Slow Wine. “No tengo ni estudio ni pecera”, asegura.
En lo que ha ganado soltura es en el manejo del autotune, ese distorsionador de voz inseparable del trap y el reguetón postmillenial que se ha convertido en una moda que cumple ahora veinte años. Lo inauguró Cher en 1998 cuando sonó, por primera vez en una radio comercial, su voz autotuneada en su superhit Believe.
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¿Te imaginas cantando sin autotune?
"No me importaría porque me gusta mucho cantar, me gusta mucho mi voz y me encantaría escucharme bien grabada. No tengo tan mala voz, canto desde pequeña y todo el mundo me decía que sonaba bien. El autotune forma parte de mi identidad y le pega al tipo de música que hago. Si te fijas no soy tan rapera, soy más melódica y canto mucho. Además, hay que saber usar el autotune".
Alba Farelo sitúa el dancehall como su más certera influencia musical. "Es lo que escucho cada día". Dancehall y sus derivados. Y reguetón, por supuesto: "Lo tengo muy dentro, he vivido aquí. En el móvil de todos los adolescentes suena reguetón. También escucho cosas de la MTV, rollo R&B, hip-hop, Beyoncé…". El pasado enero cumplió uno de sus grandes sueños y viajó al país donde nació el dancehall. "En Jamaica es cultura. Los artistas, cuando sacan una canción le añaden unos pasos para que se baile en las fiestas". Ese viaje le dio empuje para introducir en sus directos mucho más el cuerpo. "A mí se me daba bien moverme pero este viaje ha cambiado mi baile, he mejorado y aprendido muchísimo".
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El perreo es revolucionario
El baile es un artefacto político. Perrear es revolucionario. Sobre todo para esas generaciones que no escuchaban reguetón en el patio del colegio y a las que todavía les cuestan el roce, el contacto y los ritmos fuertes y lentos. Falta, sobre todo, desprejuiciar algunas partes del cuerpo cuando encajan, con la ropa puesta, con otras partes de cuerpos ajenos, sin importar la edad, el género o el estado civil. Algo que ya tienen asumido y aceptado con naturalidad en Jamaica o en Brasil. En la capital del reggae se utiliza el baile como una válvula de escape y la música fluye, suena y se baila en cada esquina de la calle. “En Jamaica en realidad no tiene nada de político, es algo normal. Yo he visto a señoras de 60 años en bata y perreando. Aquí en España tiene un significado distinto, aunque para mí nunca ha sido escandaloso. Lo veo algo natural. Es una forma de moverse y ya está. Yo no lo vivo como una liberación porque nunca he sentido que no lo pudiera hacer”.
En ese viaje aprendió que el dancehall, como (casi) todo en esta vida, es un mundo dominado por hombres. Ellas deben esforzarse el doble para entrar e ir, step by step, conquistándolo. “Nos iría mejor si hubiera más mujeres en todo. Más jefas, más mujeres con poder”, dice mientras se aparta las extensiones rubias del rostro. “Debería estar todo más equilibrado [en el tema de género]. Creo que no es una idea tan loca cuestionarse por qué en mi curro, por ejemplo, tienen que ser todo el tiempo hombres veinte años mayores que yo”.
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Con la palabra feminismo tiene sus más y sus menos. En ocasiones duda sobre su significado porque consideraba que hay demasiadas cosas a las que se le llama feminismo. Ella lo vive más como un sentimiento que como una lucha: “No necesito la palabra feminismo para saber lo que valgo”. No quiere abanderar nada, solo demostrar cosas con hechos. Con música y movimiento de caderas. “Soy mucho más feminista que mucha peña porque he hecho muchas cosas buenas para las mujeres, pero no necesito ninguna palabra concreta en esta lucha para cambiar las cosas que no me gustan”.
En una búsqueda rápida en Google de las palabras "trap feminista", la imagen de Bad Gyal aparece multiplicada. “Eso es un problema de la prensa de este país porque no saben de música. Escuchan lo que yo hago y piensan que es trap”. Tacha sin tapujos de ignorante para arriba a los periodistas españoles. “En Londres nunca nadie me ha dicho que hago trap”. Lo comparten ella y otros muchos artistas emergentes que representan el nuevo sonido urbano: “Sentimos que la prensa española no está preparada para describir lo que hacemos. Siempre llega tarde y no maneja nuestras referencias”. La industria evoluciona más rápido de lo que dan de sí los buenos titulares. El periodismo lo cuenta tarde.
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“Nuestra generación ha producido mucho más interés fuera que cualquier otra generación de música urbana española. Aquí nadie se entera de nada pero en otros países están flipando con nosotros”. Esa nueva generación —a la que toda la tecnología anterior al bluetooth le suena a viejo— no solo quiere mover el culo (que también). Cuestionan pilares, modelos e ideas que se les han quedado obsoletas. Quieren inventar otros códigos porque los que hay necesitan, con urgencia, una actualización hacia su versión 4.0.
“Maquillarse, operarse, peinarse, adelgazar o engordar, llorar, reír. Cualquier cosa parece que la hagamos porque estamos obsesionadas, porque queremos gustar a los hombres, o porque somos unas sumisas. Hemos decidido que una mujer fuerte, trabajadora o inteligente nunca va a ir maquillada ni va a ser afeminada. Parece que relacionamos lo femenino con lo débil, ¿por qué hacemos eso?”. Bad Gyal reconoce sin pudor que le encanta arreglarse y cuidar la imagen de lo que hace, y que eso no la hace más sumisa. Ni más tonta. “Yo he conseguido el triple de cosas que la persona que asocia todo esto con una supuesta debilidad”, lanza. “Cuando una mujer es insegura parece que tiene que ir a buscarle el defecto a otra mujer para salir reforzada, y eso es muy triste”. Su idea es poder demostrar que si a ella le ha ido bien cualquiera “que valga para esto” puede conseguirlo. Sí se puede. Hasta liarse un porro con uñas postizas kilométricas.
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historia de España pic.twitter.com/u3a0deCfkK
— antoni dimoni (@EvilAnto) 3 de mayo de 2018
¿Te sorprendió la sentencia de La Manada?
"No me sorprendió, este país es así. Los tíos están enfermos. Es la educación, es lo que les enseñamos a los niños. ¿Y por qué estos chavales tienen curro de Guardia Civil y mi tía está en el paro? Me da puto asco, les cortaría la polla a todos, pero ya te digo que no me sorprende. Sé cómo son los hombres aquí, que da miedo volver sola a casa. Parece que tienes que llevar un cuchillo en el bolso. ¿Qué voy a esperar de esta peña de mierda? Como mujer, y como persona, me indigna. Me parece asqueroso que tengamos que estar sufriendo por salir a la calle, que pongamos nuestro cuerpo y nuestra vida en peligro. Deberían hacer algo en los colegios con los niños pequeños. Que las niñas tengan más protagonismo en las clases, no sé. Hay un problema profundo que hay que pillar de raíz".
Siempre has dicho que no te gustaría convertirte en alguien súper masivo, aunque parece que la industria te lleva hacia ese terreno.
"Creo que mi música habla por sí sola. Mi música se vuelve comercial porque es buena y a la gente le gusta, pero cuando se hace, cuando la pensamos, en realidad es todo lo contrario. Mi música no es un álbum de Sony, ¿sabes? Viene de sonidos muy underground. Yo escucho canciones que tienen dos mil plays. Cuando hacemos mi música es lo más underground que te puedes echar a la cara. Es lo que me salva. Por eso, muchos productores fuera del circuito comercial quieren currar conmigo, porque gusta a la masa y se vuelve pop aunque no sean pop sus influencias para nada".
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¿Te gustaría ser la próxima C. Tangana?
"¿De España? No. Ya decidí en su momento no serlo, tuve esa oportunidad y la rechacé. Yo no estoy para c-tanganadas, tengo la atención de personas de fuera muy potentes, de cosas serias, de esas que pueden cambiarte la puta vida. No quiero encontrarme que, de repente, tengo que dejar de ser yo. Pero quiero aprovechar esa atención para labrarme una carrera sólida y no volver a vender barras de pan. Poder crearme un futuro, comprarme una casa, estar tranquila… Estoy en ese punto: a ver cómo puedo aprovechar esto pero sin convertirme en la C. Tangana de fuera de España. Aquí firman [los artistas con las discográficas] por una puta cheeseburguer del McDonals. Suerte que no firmé por el primer contrato que me ofreció Sony. Estaría llorando ahora mismo por haberme vendido por unas gafas de los chinos.