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Wim Wenders juega con la fotografía en sus ratos libres

Más de 150 imágenes desvelan qué sucede en las películas del director cuando no rueda

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En El final de la violencia (1997), Traci Lind interpretaba a una actriz bajo la que planea la sombra de un secuestro. Pero lo que se ve en el retrato que tomó Wim Wenders (Dusseldorf, 1945) durante una pausa del rodaje es a una mujer que esconde un secreto. El filme de Wenders fue el último en la carrera de Traci Lind, que después desaparecería de la escena cinematográfica tras una década en la que no le faltó trabajo sin dar una sola explicación al respecto.

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Lo que vemos en la fotografía de Wenders es una sonrisa a medio hacer, entre el enigma y la determinación. El retrato de Lind llegará a Madrid la próxima semana para ser expuesto junto a más de 150 fotografías y fotogramas dentro de la exposición Como si fuera la última vez: Wim y Donata Wenders, 1995-2008, que se inaugura el próximo miércoles en el Círculo de Bellas Artes.

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"La muestra nos descubre al Wenders más íntimo. Ese que admira a sus actrices como si estuviera enamorado de ellas, y establece con ellas una comunicación enorme", explica la comisaria de la exposición y amiga de la pareja Wenders, Cristina Carrillo de Albornoz. Con su cámara, el director de Paris, Texas baja del pedestal a las musas de Antonioni, Truffaut y Luc Besson, y las retrata en un momento de descanso en la camaMilla Jovovich junto a Jeremy Davies o jugando con sus compañeros de reparto (caso de Jeanne Moreau con Mastroianni o de Fanny Ardant y Peter Weller).

"Wenders se comporta con sus actores como un padre autoritario. Los escucha, pero tiene una visión muy clara de lo que quiere. Es tan meticuloso que para su último rodaje en Japón, que duró tres semanas, hizo 10 viajes preparatorios en busca de localizaciones", indica la comisaria. Eso explica la sensación de puesta en escena que tiene el espectador al ver sus fotografías. "Es un diario íntimo, pero no espontáneo. No son fotografías que nacen y terminan en un click, sino que implican un proceso de pensamiento enorme y son muy cuidadas", agrega.

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El realizador empezó a hacer fotos con la Leica de su padre cuando era un adolescente, pero su cámara preferida es una Plaubel Makina 67 que compró en una tienda de segunda mano.

"Cada fotografía es un gran deseo de mirar algo y guardarlo. Hacer una fotografía es observar algo antes de que desaparezca", escribe Wenders en el catálogo de la muestra. Nunca dio especial importancia al orden hasta que la que hoy es su compañera, Donata, empezó a trabajar con él como directora de fotografía. Ella se interesó por el estado de sus películas algunas verdaderamente deterioradas y por sus archivos fotográficos.

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14 años después, Wenders es incapaz de rodar si no lleva encima una chaqueta diseñada especialmente para él con 20 bolsillos, "lo que da una idea de su empeño por querer ordenarse", interpreta Carrillo de Albornoz. De hecho, es miembro de la World Cinema Foundation, impulsada por Martin Scorsese para reconstruir películas dañadas, y ha empezado a restaurar las suyas propias.

La exposición recorre 13 años de trayectoria de Wenders, en los que ha rodado Más allá de las nubes, codirigida con Antonioni; Buena Vista Social Club, El final de la violencia, El hotel del millón de dólares, Llamando a las puertas del cielo y Palermo Shooting. Las seis divisiones de la exposición están dedicadas a cada uno de estos rodajes.

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Resulta inevitable no ver en ellos la pasión de Wenders por la música, con fotografías que remiten al clip de U2 Where the streets have no name y a los ritmos cubanos, y por la pintura (El final de la violencia bebe del hiperrealismo de Edward Hopper). "Más que una evolución de su fotografía, lo que vemos en esta exposición es una perseverancia en lo que le interesa. Sobre todo, en captar la espiritualidad y una búsqueda cada vez más intensa de lo etéreo", según la comisaria.

Como si fuera la última vez demuestra la complicidad que se crea entre los actores que trabajan para Wenders y la naturalidad con la que eluden se presencia (en muchos casos, no miran al objetivo). El ambiente en que tienen lugar las instantanéas suele ser el set de rodaje, pero la cámara de Wenders logra desnudar a los intérpretes de sus personajes, por lo que sería ridículo pensar que usa la fotografía como una preparación del terreno dramático o como un sustituto del tan manido making of.

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Si no se toma la fotografía como un medio, entonces ¿qué es para Wenders la fotografía? "Él se define siempre como un adicto al trabajo y a la cámara. Es un hombre obsesionado con la condición humana, de mente muy rápida, y la fotografía de algún modo le hace pausar ese ritmo frenético", valora la comisaria. Por eso, el Wenders que vemos aquí es un hombre lento y reflexivo, que aprieta el botón de su cámara como quien abre un paréntesis para zamparse un Kit Kat.

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