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"Con la Wikipedia se habría hecho mejor"

Varios historiadores debaten en El Escorial sobre los métodos del ‘Diccionario’

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El control sobre el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia sigue creando debate. Ayer fue durante la conferencia extraordinaria en El Escorial, en el curso sobre el 75 aniversario del comienzo de la Guerra Civil. Los ocho historiadores reunidos cuestionaron el valor de la obra por sus polémicos resultados y coincidieron en destacar la falta de control que el Gobierno ha mantenido sobre el empleo de los más de seis millones de euros de presupuesto, procedentes en su mayor parte de subvenciones públicas.

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Eduardo González Calleja se mostró contundente al afirmar que el proyecto del Diccionario Biográfico “no ha cumplido con el requisito de cualquier empresa que tenga fondos públicos, porque no se han cubierto los mínimos de calidad”. En el mismo sentido, Julio Aróstegui aseguró que “el Diccionario vale ese dinero y más”, pero “los ministerios de Educación y de Cultura han cometido una negligencia al permitir la edición de este Diccionario, aunque ahora Gabilondo quiera escurrir el bulto”.

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El debate, se apuntó al inicio del mismo, estaría basado en “opiniones con fundamento”. “No somos un grupo de tertulianos que habla sobre cualquier cosa. Nosotros hablamos de nuestro oficio, sabemos de lo que hablamos”, subrayó Julio Aróstegui durante su intervención. De esta manera, se analizaron errores profesionales y metodológicos tras analizar los casos concretos sobre los que se elevaron una serie de conclusiones generales.

Fernando Puell y Eduardo González Calleja, autores que han intervenido en la elaboración con varias biografías en el polémico proyecto encargado por José María Aznar en 1999, reconocieron que no esperaban este resultado. “Cuando me ofrecieron hacer varias biografías me enorgullecí. La tristeza ha sido ver el resultado final”, dijo Puell. Destacó también que uno de los principios metodológicos que le subrayaron al encargo fue “mantener al margen de la biografía, la valoración personal del autor así como la neutralidad en la redacción”.

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Por su parte, González Calleja explicó que esa homogeneización, consecuencia de la abstención de valoraciones, “ha sido completamente nula”. “El Diccionario ya nació viejo, porque este tipo de obras nacieron en otros países a mediados del siglo XIX. La mayoría de los autores, realmente, se repartieron los personajes más que por solvencia científica, por el amiguismo inherente en la institución”, opinión que también compartió Julio Aróstegui.

Con respecto al proceso de elección de personajes por parte de los autores, Puell afirmó que a él le enseñaron “unos listados de personajes” y le dejaron libre decisión: “Elige los que quieras”. Era inevitable que los historiadores reunidos criticaran la selección de personajes y su peso específico en la obra, decidido por la RAH. “El número de columnas dedicadas a Vicente Ballester [religioso ejecutado durante la contienda] es de 3, mientras que Azaña solamente 5. Calvo Sotelo, 17; el general García Valiño lo mismo; Carrero Blanco, 12; los generales Aranda y Cabanillas 9 y media; Gil Robles, 8; Amelia Bat [otra religiosa ejecutada], 4; Mariano Adradas, 4; Manuel Aznar, 4; Ricardo de la Cierva, 3 y media; y Antonio Cordón menos de una”, relató indignado Puell. Entonces Francisco Sánchez Pérez apuntó que “es comprensible que se hayan enfadado en las asociaciones de Memoria Histórica”. “Estas personas [en referencia a los religiosos ejecutados biografiados en el Diccionario] aparecen por haber sido fusilados, mientras que los fusilados republicanos no aparecen, así que hay muertos de primera y muertos de tercera regional”, aclaró el historiador.

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La metodología empleada por los autores del Diccionario también fue objeto de discusión durante la tarde, Xosé Manoel Núñez Seixas abrió el fuego sobre este punto afirmando que la calidad de las biografías analizadas es “pésima y prácticamente hay un error por párrafo”. “Muchos de nuestros alumnos son capaces de hacer una biografía mejor que esta con un par de libros y la Wikipedia. No se puede permitir que con el dinero gastado no pasaran controles de calidad”, zanjó.

Por su parte Fernando Puell, historiador experto en historia militar, criticó el nulo contraste de fuentes en el caso de las biografías de militares: “Es una lástima que no se haya entrado a analizar el fondo. Las biografías militares no pueden basarse en reproducir las hojas de servicios, que es lo que se ha hecho”. Aróstegui se mostró más contundente y remarcó la existencia de algunos errores por omisión, lo que supone una grave manipulación a su parecer. Además, señaló que tampoco cribaron “los excesos de lenguaje, desviaciones extraordinarias”: “En lugar de caracterizar por lo importante se categoriza por lo secundario. Esto es un desierto de Diccionario, cualquier historiador, mínimamente instruido, debe sentir la vergüenza de que una obra como esta pueda caracterizar la cultura historiográfica española. El gremio de los historiadores lamentamos que se haya hecho con dinero público y sin ningún control. Los historiadores nos sentimos avergonzados con el 90% de las biografías”.

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Esos excesos en el lenguaje levantaron los comentarios del historiador y religioso Hilari Raguer, que puso el acento sobre la terminología empleada: “En casos concretos se dice que ‘murió mártir de Jesucristo en Paracuellos del Jarama”, algo inaceptable, según la opinión de los participantes.

Terminaron con una selección personal de aquellas biografías relacionadas con temas en los que están especializados. “En la biografía de Carrillo hay hasta cuatro graves errores cronológicos. Se adelanta la llegada de Carrillo a España, la formación de la ‘platajunta’,…”, afirmó Fernando Hernández Sánchez quién además añadió que “se le confiere [a Carrillo] un carácter intrínsecamente perverso desde el principio hasta el final”. González Calleja señaló que la biografía de Casares Quiroga “es una sucesión de disparates”.

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