La vanguardia nostálgica
Aparece la primera traducción al castellano de 'El final del desfile', la obra maestra de Ford Madox Ford
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Si, como dice Anthony Burgess en la contracubierta de esta edición, El final del desfile es "la mejor novela jamás concebida por un escritor británico", ¿en qué estaban pensando los editores para que aún permaneciera inédita en castellano? ¿Les asustaba su tamaño monumental? Quizá las razones de este olvido haya que buscarlas en la propia figura de Ford Madox Ford, ensombrecida por su labor de activista literario y por la comparación con su amigo Joseph Conrad, con quien escribió Los herederos (1901) y Romance (1905). El oportuno rescate de la editorial Lumen, en la magnífica traducción de Miguel Temprano García, promete ser uno de los acontecimientos literarios del año.
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El activista nostálgico
Es un novelista bisagra entre el gran estilo del siglo XIX y su ruptura
Ford Hermann Hueffer nació en 1873 en Merton, Condado de Surrey, sudeste de Inglaterra. Nieto del pintor prerrafaelita Ford Madox Brown en cuyo honor cambió su nombre fue uno de los artífices de aquello que los anglosajones llamaron modernism, y que nosotros llamamos vanguardia: la ruptura con los esquemas tradicionales emprendida por novelistas como Virginia Woolf y James Joyce. Ford dirigió las influyentes revistas The English Review y The Trans-atlantic Review, en las que colaboraron autores como Ezra Pound, Gertrude Stein y ErnestHemingway.
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Pero todo la urgencia que pusiera en las revistas, en su obra narrativa se convierte en cuidado de una parte vulnerable de la tradición, nostalgia de un mundo a punto de desaparecer. En Ford, que compuso con flashbacks y bien asimilados monólogos de conciencia novelas como El buen soldado (1915), la tradición nunca suena anticuada. Es un escritor entre dos mundos, un novelista bisagra entre el gran estilo del siglo XIX y su ruptura.
Cómo ser inglés
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Narra la decadencia victoriana bajo el peso de la Primera Guerra Mundial
Sin entrar en si es la mejor novela británica, debemos decir que El final del desfile (1924-1928) es una novela grande por su ambición y sus resultados. También por su extensión, pues con más de mil páginas compone una tetralogía (o trilogía alargada inútilmente, al decir de Graham Green) que puede leerse como la historia del declive del mundo victoriano.
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En palabras del narrador: "Se ha dicho que la peculiar costumbre de reprimir las emociones coloca a los ingleses en desventaja en los momentos de gran presión inesperada. En las cuestiones menos importantes del curso general de la vida se comportarán de modo impecable sin inmutarse por nada, pero ante la súbita confrontación con cualquier cosa que no sea un peligro físico es fácil de hecho, es casi seguro que se vengan abajo". La presión inesperada será la Primera Guerra Mundial, en cuya olla se calientan las relaciones íntimas de los cuatro protagonistas.
La caricatura y la vida
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Silvia y Christopher Tietjens son un matrimonio en crisis. Él, de buena familia aunque de modales imprevisibles, es una especie de "hombre sin atributos". Ella es una especialista en rechazar a los hombres, empezando por su marido, al que odia. Los otros son Macmaster, el arribista amigo de Tietjens, y Valentine Wannop, una joven sufragista con la que Tietjens comenzará una relación narrada con belleza.
Pasaremos de una estructura teatral que favorece el tópico cuatro personajes actuando en situaciones bien perfiladas con gran tensión dramática a una mayor complejidad en la que se cruzan la guerra, la usura, el honor y el tema omnipresente: el dinero. El dinero que corroe a los personajes y convierte la novela en una magistral crítica del mundo por venir. El final del desfile puede leerse como la continuación británica de La montaña mágica, pero a la despedida del humanismo de Thomas Mann le añade Ford la ironía del superviviente.