Madrid
¿Hasta qué punto nuestro cuerpo de adultos, o el de nuestros hijos necesita azúcar? El cuerpo necesita glucosa, que es el tipo de azúcar que se encuentra en la sangre y se utiliza en todo el cuerpo como fuente de energía.
“Sin embargo, el cuerpo puede obtener esta glucosa a partir de carbohidratos complejos como cereales integrales, frutas y verduras. También puede fabricar glucosa a partir de proteínas o de grasas cuando sea necesario. Comer formas simples de azúcar añadida, como azúcar de mesa o miel, no es necesario para que el cuerpo prospere”, advierten en una entrevista con Infosalus el pediatra y referente internacional en investigación sobre nutrición y obesidad el doctor Michael Goran y la educadora en salud pública, la doctora Emily Ventura.
Estos expertos recuerdan que alrededor del 70% de los alimentos procesados contienen algún tipo de azúcar añadido y el 80% de los productos comercializados con azúcar. De acuerdo con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, se deben evitar todos los azúcares añadidos en los menores de 2 años, y luego limitar el azúcar añadida al 5% o menos de las calorías totales para los niños de 2 a 16 años o más.
“Para los niños mayores de 2 años, se puede disfrutar de un poco de azúcar con moderación. Solo sugerimos tratar de limitarlo en alimentos básicos diarios como cereales, panes, bebidas, productos lácteos y bocadillos y reservarlo para golosinas especiales que se pueden disfrutar en familia”, agregan.
Así, y con motivo de la publicación de ‘Stop azúcar. Los peligros del azúcar y cómo afectan a la salud de tus hijos’ (Grijalbo), ambos expertos inciden en que no es necesario seguir una dieta estricta sin azúcar para los niños, ya que es “demasiado restrictiva”, así como un enfoque que a su juicio“tiende a ser contraproducente y podría conducir a una alimentación desordenada".
En cambio, defienden que sí apuestan por formas de limitar el consumo dazúcar añadida y de mantenerlo en un nivel más saludable.“La única excepción para esto es para bebés y niños menores de 2 años, ya que ésta es una ventana de desarrollo muy crítica y la evidencia sugiere que los azúcares añadidos son especialmente perjudiciales durante este tiempo. Por este motivo, sugerimos que, cuando sea posible, se eviten todos los azúcares añadidos. Esto incluye el azúcar que se encuentra en el zumo", agregan.
En el caso concreto de los menores advierten de que el consumo excesivo de azúcar y edulcorantes puede tener una amplia gama de efectos sobre la salud de los niños “de la cabeza a los pies”, y esto incluye consecuencias tanto a corto como a largo plazo.
“Desde efectos sobre la memoria y la concentración hasta la caries dental, las enfermedades cardiovasculares y el riesgo de diabetes, el desarrollo de la enfermedad del hígado graso, los problemas gastrointestinales, y la inflamación a gran escala que puede manifestarse con muchos síntomas, incluidos el asma y el acné”, mantienen los doctores Goran y Ventura.
En el caso concreto del humor de los más pequeños sostienen que el consumo en exceso de azúcar influye en que los menores sean menos estables en términos de humor y de temperamento ya que se encontrarían inmersos en una “montaña rusa del azúcar".
"A medida que los niveles de azúcar en sangre suben y bajan, también lo hacen los niveles de energía y el estado de ánimo. Tienden a estresarse más fácilmente. Una dieta alta en azúcar también se ha relacionado con problemas de salud mental a largo plazo, como la depresión”, advierten.
Un exceso de azúcar afecta a su aprendizaje
Por otro lado, los doctores alertan de que el consumo excesivo de azúcar afecta a su memoria, aprendizaje y desarrollo del cerebro: “Los estudios han demostrado que cuando los niños consumen una dieta alta en azúcar son menos capaces de recordar lo que aprenden y también menos capaces de concentrarse. Esto puede traducirse en un peor rendimiento académico".
Curiosamente, afirman que existe evidencia que sugiere que incluso el azúcar a la que los bebés están expuestos durante su estancia en el útero se asocia con la capacidad de aprendizaje futuro, cuando se mide en la primera y la mitad de la niñez.
"Los efectos a largo plazo del consumo de edulcorantes tanto normales como artificiales, especialmente en bebidas, se han relacionado con el deterioro cognitivo temprano y con la enfermedad de Alzheimer en la edad adulta. Se cree que esto sucede a través de los efectos sobre las enzimas y proteínas importantes del cerebro que mantienen la función y la plasticidad, o la capacidad de las sinapsis (conexiones) del cerebro para crecer y cambiar”, agregan Goran y Ventura.
Otro de los puntos sobre los que llaman la atención en su libro, según cuentan a Infosalus, es cómo los niveles altos de azúcar pueden interrumpir el crecimiento de órganos vitales. Según apuntan, un ejemplo “obvio” es la forma en que el azúcar puede destruir los dientes en desarrollo. “Los niños son más susceptibles a las caries dentales causadas por el azúcar en la boca. La razón por la que los dientes en desarrollo son más susceptibles al ácido es que aún no tienen suficiente esmalte para protegerlos", agrega.
Avisan también sobre cómo el azúcar influye en el microbioma intestinal, que evoluciona en los primeros años de vida y se ve afectado por la nutrición durante este período, incluida una dieta alta en azúcar. “Una dieta alta en azúcar puede cambiar la forma en la que evoluciona el microbioma intestinal y esto puede ser irreversible. Otro ejemplo es cómo la fructosa y los edulcorantes artificiales, incluso en cantidades muy pequeñas, pueden modificar el desarrollo celular y hacer que las células en desarrollo sean más propensas a evolucionar a células grasas”, manifiestan estos expertos.
Llaman la atención igualmente sobre el hecho de que las formas líquidas de azúcar son “particularmente dañinas” ya que brindan una dosis concentrada de azúcar en un corto período de tiempo y, por lo general, no brindan beneficios nutricionales aparte de las calorías. “Esto incluye refrescos, jugos, bebidas energéticas y bebidas azucaradas de café y té”, precisan.
El experto en Nutrición y obesidad infantil y la educadora en salud pública destacan asimismo que la fructosa es un azúcar “particularmente dañino” que ahora se consume en cantidades mucho mayores en nuestra dieta moderna: “Los zumos y las bebidas a base de zumo también tienen un alto contenido de fructosa, al igual que los edulcorantes, que suenan saludables, como los concentrados de zumo de frutas, que ahora se agregan de manera rutinaria a los alimentos que se comercializan para los niños".
Según defienden, comer fruta entera está bien porque la fibra ayuda a disminuir la tasa de absorción de la fructosa y protege al hígado de sus efectos dañinos; sin embargo, creen que deben evitarse los zumos de frutas, los concentrados de zumo de frutas y los azúcares con alto contenido de fructosa, como el jarabe de agave, ya que pueden conducir al desarrollo de la enfermedad del hígado graso y también a la inflamación en otras partes del cuerpo.
Qué podemos hacer
Uno de sus principales consejos, en este sentido, es limitar el azúcar añadida en el desayuno, ya que, según subrayan, “un desayuno con alto contenido de azúcar pone a los niños en una montaña rusa de azúcar que puede causar un ciclo visible de altibajos en el azúcar en la sangre, y antojos de más azúcar que pueden durar todo el día".
Con ello, remarcan que los productos que se venden a los niños para el desayuno, como cereales, yogures, batidos y zumos altamente endulzados, son todos los que hay que limitar. “En su lugar, trate de proporcionar un desayuno que incluya proteínas y fibra para darles a los niños energía constante y prepararlos para que tomen mejores decisiones de alimentación más adelante en el día”, precisan.
Es más, consideran que no solo debemos prestar atención a los azúcares regulares, sino también a toda la gama de edulcorantes bajos en calorías (tanto naturales como artificiales) que ahora se utilizan ampliamente en productos alimenticios y bebidas.
"Los edulcorantes como la estevia, la fruta del monje, los alcoholes de azúcar y la sucralosa son más dulces que el azúcar regular y refuerzan la preferencia de sabor dulce en los niños, lo que hace que quieran más dulces. Los edulcorantes bajos en calorías también pueden provocar un aumento del hambre y provocar una ingesta excesiva y un posible riesgo de obesidad. Además, no sabemos lo suficiente sobre las posibles consecuencias para la salud a largo plazo de estos edulcorantes y, por esta razón, no nos sentimos cómodos recomendándolos para los niños”, resaltan los especialistas en Nutrición infantil.
Según recuerdan, los niños nacen con una preferencia por los sabores dulces, una especie de mecanismo protector para favorecer el gusto por la leche materna que es dulce y evitar los alimentos contaminados. “Sin embargo, nuestro suministro de alimentos moderno está demasiado endulzado y los niños ahora se crían con muchos más alimentos y bebidas endulzados de lo que es ideal para su salud. Esta introducción temprana de alimentos dulces puede amplificar la preferencia incorporada por la dulzura, lo que hace que los niños tengan antojos aún más fuertes de azúcar”, agrega.
Aquí destaca que no debemos emplear el azúcar como una recompensa o castigo. “Sugerimos que los padres consideren qué alimentos básicos guardan en casa (como panes, cereales, yogures / productos lácteos, bocadillos y bebidas para evitar el azúcar adicional). El azúcar puede ser adictivo, por lo que es importante tratar de mantenerlo con moderación. La idea es ayudar a cultivar el amor por los alimentos naturales y hacer que los paladares prefieran un nivel más bajo de dulzura. Entonces los dulces se pueden disfrutar en ocasiones especiales sin preocupaciones”, agrega.
El doctor Michael Goran es uno de los expertos mundiales en investigación sobre nutrición y obesidad infantil, con más de 30 años de experiencia, y es profesor de Pediatría en la Universidad del Sur de California, aparte de codirector del Instituto de Investigación de la diabetes y la obesidad de la USC y director del Programa de Diabetes y obesidad del Children’s Hospital de Los Ángeles. Mientras, la doctora Emily Ventura es educadora en nutrición y defensora de la salud pública.
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