España era diferente. Así lo vendieron, había algo que nos diferenciaba de los demás. Éramos especiales, teníamos un algo: éramos cursis. A mitad del siglo XX se estaba preparando la escalada a la cima más alta de la cursilería, que había nacido un siglo antes. Franco se presentaba como el noble guerrero triunfante en discursos y pinturas históricas y lograba borrar la historia de un plumazo,para convertir este lugar en otro que no se correspondía con la realidad.
El dictador había metido al país en la máquina del tiempo y le había hecho retroceder hasta esos mitos alcanforados de la fundación de la nación española: los reyes Católicos, una religión unificadora y épica, un destino imperial.España era diferente: aquí ser moderno empezaba a significar no ser español. Aquí ser moderno era renunciar a la tradición.
La posguerra acentuó el abismo entre la verdad y la ficción
Modernizarse era traicionar a las fronteras, a nuestra identidad. La traición a lo español haría de España uno más. Así que el franquismo trazó barreras defensivas ante ese mundo de fuera que empezaba a ser tan parecido y la disensión interna, acentuando laexcepcionalidad y unidad del país como fuera. Incluso acentuando su lado más cursi.
'Irónicamente, el resultado fue con frecuencia mucho menos grandioso y mucho más banal, sin duda cursi, de lo pretendido, según empezó a dominar una mentalidad perversa y retrógrada, de estilo victoriano', escribe la catedrática de literatura española en la Universidad de Yale NoëlValis, en el ensayo La cultura de la cursilería. Mal gusto, clase y kitsch en la España moderna (editado por AntonioMachado Libros).
'El Generalísimo se había convertido en un enano kitsch, encogiéndose ante los ojos del gran público', explica al tratar los últimos años de la dictadura. La investigadora acude a los escritos de entonces que hablan de cómo la presencia de lo cursi es continua por las contradicciones internas. Martín Gaite, Vázquez Montalbán o Sopeña Monsalve enseñaron en sus novelas las disparidades sociales y materiales entre la estrechez económica y la necesidad de guardar las apariencias, o 'entre la imagenideal de la vida familiar y la dura realidad del trabajo mal remunerado'.
'El Generalísimo era un enano kitsch, encogiéndose ante el gran público'
'Creo que casi es inevitable que un movimiento como el nacionalcatolicismo llegue a verse en parte como algo cursi, precisamente porque hay un abismo entre las apariencias y la realidad del franquismo', explica Noël Valis a Público desde su despacho. El franquismo era al tiempo adusto y cursi, marcando a una generación con memorias no deseadas.
Franco impuso los valores y comportamientos del pasado en un momento en el que las dificultades y la escasez material de la posguerra acentuaron el abismo entre la verdad y la ficción. La cursilería jugó con ventaja entre unas clases medias, inseguras e inestables que nunca lograron definirse a sí mismas satisfactoriamente.
'Lo cursi encarna la entrega incómoda de España a la modernidad'
Algunos años atrás, encontramos a un observador inglés, Samuel Levy Bensuan, que relató la vida de la clase media española. 'Ahora les contaré un pequeño engaño diplomático del tipo que con tanta frecuencia se asocia en España a la pobreza y a los venidos a menos. Los cursis, como se llama en España a estos inofensivos fingidores, anuncian que se van a algún lugar costero de moda e invitan a sus amigos a despedirles en la estación de ferrocarril', contó cuando en 1910 descubrió la farsa.
El extranjero supo que tras la afectuosa despedida, el tren partía y el cursi se apeaba en el primer pueblo, donde permanecía escondido hasta que pasaba la temporada veraniega: 'Un extraño esnobismo, sin duda, pero no exento de cierto elemento de patetismo, como mecanismo que es de una de las últimas vueltas en la carrera desesperada por guardar las apariencias y por ocultar la pobreza a ojos curiosos y lenguas crueles'. De estos, reconoció el judío inglés, conocedor de la marginalización, se encontraban en España 'por todas partes'.
Antes, Benito Pérez Galdós ya trató la presencia de la cursilería de manera brillante en La desheredada (1881), donde toda la familia Pez es un buen ejemplo de cursilería sometido a la mirada cruel y satírica del autor de losEpisodios Nacionales.
Los valores de las provincias se impusieron en la capital
En el apéndice del libro, Valis recupera la primera aparición por escrito de lo cursi, en 1842, en Cádiz: 'El cursi mío es delgado más bien que grueso; su ropa, particularmente el frac o levita, siempre le está estrecha; sus toquillas y chalecos los usa de colores fuertes, y en todo su equipaje se notan síntomas de raído, así como en su aire algo de lo que llamamos recortado'.
El término es tratado en este ensayo como una metáfora de identidad del cambio, es algo esencial en los procesos históricos de la modernización de España. 'Las primeras apariciones de la cursilería indicaban que una nueva clase social empezaba a existir. Galdós y muchos otros la asociaban en gran medida con las clases medias de Madrid'.
Se refiere a los escritores modernistas (Unamuno, Pío Baroja, Azorín, Gómez de la Serna), quienes para la autora surgen, como la cursilería, de los anhelos de la clase media y de su carencia de orígenes nobles. Lo cursi es una marca de inferioridad. Y sin embargo, también es un aspecto acogedor y positivo relacionado con la vida doméstica.
Curiosamente en una de las conclusiones más valientes de la hispanista, los valores de la capital no se impusieron sobre las provincias, sino al contrario. 'En otras palabras, es un fenómeno de provincias que eventualmente llega a nacionalizarse', explica.
El carácter provinciano de lo cursi forja una conexión entre la clase media de España y la identidad nacional y prepara una extraña paradoja: 'La paradoja de lo provinciano como punto crucial en la modernidad'. Es decir, lo provinciano es fundamental a nuestra comprensión de la modernidad española.
Galdós ya trató la presencia de la cursilería en La desheredada
Según la RAE, 'la persona que presume de fina y elegante sin serlo' es cursi. 'Lo cursi capta simbólicamente esa autoconciencia de sentirse inadecuado social y culturalmente hablando, que una sociedad marginada y en transición experimenta cuando se mueve de una economía precapitalista a una organización económica industrializada y consumista'.
Noël Valis ha colado el concepto de la cursilería en el centro de la Academia de la Historia para entender la evolución del país, convencida de que aporta mucho al ensanchar la noción de lo que es Historia, más allá de las instituciones y los grandes sucesos históricos. Aquí están las pequeñas historias, 'las emociones que están arraigadas en la cultura'.
Mientras que lo cursi muestra la transición hacia algo diferente, 'las estadísticas y los documentos legales no valen gran cosa para este tipo de análisis', cuenta la catedrática. 'Textos literarios y no literarios, objetos como los abanicos y los álbumes, y prácticas sociales como las tertulias y la recitación de poesías son valiosas fuentes para ir investigando el tema de la cursilería. Y segundo, lo cursi encarna la entrega incómoda y desasosegada de España a las fuerzas de la modernidad'.
'Tierno era discreto, casi sacerdotal en sus formas, pero duro como el acero en sus convicciones y argumentos, siempre elegantemente afinados y sutiles', recuerda Valis de su profesor, a quien dedica el libro. Por eso cuando vio la carroza fúnebre en la que viajaba el ataúd del alcalde de Madrid, el 21 de enero de 1986, por las calles de la capital ante medio millón de personas en una procesión de diez kilómetros, le chocó tanto. La extravagancia rococó del carruaje, 'de una apariencia magníficamente falsa', no encajaba con el viejo profesor.
La Movida convirtió el kitsch y lo camp en la cultura moderna
'Era tan obsoleto, tan de película Me pareció una imagen perfecta del extraño matrimonio entre modernidad y tradición de los años de la Transición', cuenta a este periódico. De hecho, el coche francés del siglo XIX se pidió al Museo de Carruajes Fúnebres de Barcelona.
En la posguerra, la Movida madrileña convirtió la cursilería, el kitsch y lo camp en la cultura moderna española. Valis encuentra en Leopoldo Alas la mejor mirada de entonces: 'Simago es cursi, El Corte Inglés es kitsch; la vida es cursi, la muerte es kitsch; Ana Belén es cursi, Madonna es kitsch. Almodóvar es cursi', escribió en su ensayo Sinceramente kitsch.
En la actualidad, con diferencias entre clases atenuadas, la ansiedad cursi surge de esa confusión de pertenencia. '¡A lo mejor hoy nadie está libre de la cursilería!', ríe Noël Valis.
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