'Suro', la ópera prima de Mikel Gurrea, sobre una pareja que se descubre a sí misma en un campo de alcornoques
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madrid, Actualizado:
La película, Premio FIPRESCI y Premio del Cine Vasco en San Sebastián, es una lúcida ópera prima que revela, desde el conflicto íntimo de una pareja que comienza una nueva vida en el mundo rural, la manera en que emergen el racismo, la xenofobia, el clasismo y el machismo en esta sociedad.
"La vida misma es una contradicción, aunque sólo sea porque, en todo los casos, el nacimiento es la causa directa de la muerte", decía Gore Vidal. Y ahora, el director y guionista Mikel Gurrea revela esa eterna y permanente contradicción vital, la más íntima de cada individuo, la de la pareja, la social… en Suro, una magnífica ópera prima desde la que se pregunta por ese otro yo que brota "cuando la teoría se desvanece" y hay que enfrentarse a la realidad.
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Todo ello lo hace desde la historia de Helena e Iván, una pareja de clase media, que abandona la ciudad para irse a vivir a un pueblo, explotar el corcho y restaurar la antigua casa heredada para que ésta sirva de anzuelo a futuros proyectos. Arquitectos, con todo el bagaje universitario, instalados en la modernidad intolerante, antirracista y antixenófoba y, por supuesto, feminista, los dos, ante las tensiones de su nueva vida, descubrirán a sí mismos y en el otro una dimensión desconocida.
Suro, que ganó el Premio FIPRESCI de la crítica internacional y el Premio del Cine Vasco en el Festival de San Sebastián, va mucho más allá y profundiza en la brecha entre el mundo rural y el urbano, los conflictos íntimos que se alargan, los vínculos dañinos que a menudo y a pesar de todo decidimos mantener, el machismo, el clasismo, la xenofobia, la violencia masculina, la ausencia de empatía o la escasa y defectuosa comunicación con la que sobrevivimos. Los intérpretes Vicky Luengo, Pol López e Ilyass El Ouahdani son los protagonistas.
¿La película se pregunta y nos pregunta si de verdad somos como creemos que somos?
Sí. Yo quería hacer una película que pivotase sobre la tensión entre las ideas y la práctica, aquello que se revela cuando estás en contacto con los elementos, que en el caso de Helena e Iván son el mundo natural, verse de pronto propietarios de una tierra, querer explotarla para sacar provecho, querer refundar esa tierra, una casa, una familia… Y en este tránsito emergen las contradicciones que, por otro lado, son muy humanas. Quisimos desde el principio que la película estuviese hecha desde dos subjetividades. Una vez los dos llegan a esa nueva realidad, ese punto de vista, el de la pareja, teóricamente unitario de proyección a futuro se va separando, bifurcando y se va enfrentando. Hubo un momento en que tuve la sensación de que esas nociones de clase, xenofobia, de género…, cuando lanzas a una pareja de clase media, heterosexual, universitaria, a de pronto navegar esta situación, se desvanecen como teoría, sale la práctica y en ésta emergen las contradicciones.
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'Suro' es un relato de conflictos, pero ¿el primer conflicto en esta historia es el de la pareja, no?
El corazón de la película es el conflicto íntimo de la pareja. Ésta no tiene pretensión de ser una película retrato del mundo del corcho, ni rural. Lo que sucede es que lo íntimo es político, y aquí son tensiones que se van alimentando. Las cosas empiezan en lo íntimo y lo íntimo es político.
Los personajes insisten en una relación que no es saludable…
Helena a Iván tiene una estructura, una de tantas posibles, que es la pareja, y que a ellos se les torna conflictiva muy rápido. Pero es muy humano y pasa muy a menudo que nos quedamos en estructuras que son conflictivas, dañinas, pero como son las que tenemos, por conservarlas podemos llegar a saltarnos creencias y principios básicos. Quizás no es el mejor de los vínculos, pero el conflicto es un vínculo y a menudo preferimos mantener el vínculo y llámalo pareja, pero podría ser familia, trabajo, afiliación política o el país en el que vives.
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¿Con o sin intención la película denuncia el clasismo y la mirada condescendiente del que vive en la ciudad hacia el del campo y lo contrario?
No he hecho la película con voluntad de denuncia ni didáctica, pero la propuesta está y si resuena… Uno hace las películas desde quién es, al menos yo, y hay mucho de qué examinarse. Qué fácil es colocarse en ese pensamiento de que en el mundo del bosque o en el mundo rural hay clasismo o hay racismo o hay machismo… y qué fácil es teoriza desde la ciudad sobre ello. No, no, vivimos en una ciudad que es clasista, racista y machista. Vivimos en un mundo que es así. De alguna forma, la película utiliza eso, es un juego de espejos, el entorno al que ellos se mudan funciona como un espejo para visibilizar y que salgan a flote conflictos que ellos tienen dentro.
¿La ignorancia sobre el mundo rural ensancha el abismo entre ambos mundos y crea más diferencias en España?
"Es curioso que en España, donde en menos de una hora sales de la ciudad y estás en lo rural, exista esa brecha"
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Sí. Creo que en las ciudades, al menos yo, que soy de ciudad, la desconexión con el mundo natural es muy grande y solo hay que mirar cómo tenemos el planeta. Seguramente si estuviéramos más conectados con el mundo natural, obraríamos de otra forma. Yo escribí el guion con Francisco Kosterlitz, que es argentino. En Argentina la distancia entre las ciudades y el mundo rural es de muchísimos más kilómetros. Es curioso que en España, donde en menos de una hora sales de la ciudad y estás en lo rural, exista esa brecha. A los personajes lo que les sucede no es que se van a vivir al mundo rural, lo que pasa es que se van de una forma muy valiente, pero también muy obstinada, porque se aíslan mucho, no escuchan a la gente del lugar. Ellos se van con un plan de vida, "vamos a cambiar, vamos a mejorar…" y eso puede ser un poco obtuso. Si sales de la comunidad que tenías en la ciudad y te vas a vivir al campo tú solo, con tu pareja, aislado, pues parece difícil que eso vaya a transformar el mundo a mejor.
Usted trabajó en el corcho una temporada. La situación de los trabajadores del corcho en esta historia –locales y extranjeros- revela un mundo jerarquizado, como ocurre en otros muchos territorios, ¿vivimos todos, aun inconscientemente, sujetos a esa jerarquía social?
En mi experiencia del corcho no sucedió nada de lo que se ve en la película, yo parto de vivencias o sensaciones personales para hacer una ficción pura. Pero sí trabajé con un elenco de actores naturales, corcheros, y les pregunté si esas experiencias eran plausibles… lo son. Los escalafones o jerarquías que se dan en la película también se dan en el mundo del ladrillo y en muchos otros mundo urbanos que decidimos no mirar porque es más fácil hablar de lo otro. Existe una gran facilidad en proyectar hacia fuera y no querer ver lo mismo en el entorno más cercano. Lo que me interesaba era hacerme esa misma pregunta, colocar a dos personajes que tienen que gestionar eso, que ya no pueden distanciarse. Y en esa gestión directa e interesada, porque ellos utilizan a esos trabajadores para sacar un rendimiento económico y sacar adelante su plan de vida, entonces, ¿qué es lo que pasa? ¿qué se da ahí cuando te tocan tu proyecto vital?
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La xenofobia, el machismo y el clasismo derivan en violencia física, ¿por qué era importante llegar a este punto en la historia?
"La masculinidad lo que tiene es que cuando la aprietas, explota en forma de violencia"
Es una película muy física en tanto que son cuerpos lidiando con los elementos y es un universo muy masculinizado en tanto que la saca del corcho lo es. De alguna forma, la película ya tenía esa idea de lanzar a esta pareja en un punto de desequilibrio, en el que ella ya tiene la propiedad, el apellido, el origen… que son cosas que marcan mucho en este país para darte identidad. Mientras que él, que es un hombre, tiene esta cosa de desplazado, desclasado, en busca de un lugar y su manera de encontrar ese lugar es llegando a esa idea muy masculina, muy física. Si eso lo acompañas de unos rendimientos de productividad, unos elementos que son hostiles y te van a la contra… pues... La masculinidad lo que tiene es que cuando la aprietas, explota en forma de violencia. Me refiero a la masculinidad del mundo heteropatriarcal que hemos heredado o construido. La violencia se construye así.
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Al final, ¿todo es producto de lo poco que nos conocemos unos a otros, incluso a las personas de nuestro entorno, y lo poco que intentamos conocernos?
Parto de cosas propias para hacer ficción, durante un tiempo los personajes son yo y el momento más placentero es cuando siento que ya tienen vida propia y mi trabajo es más de escucharles. Pero sí, mi trabajo tiene que partir de la empatía y del amor a todos los personajes, independientemente de que se equivoquen. Creo que ese gesto empático, de entendimiento, es el que me interesa en el cine y en la vida. Y el cine me sirve en esa exploración hacia dentro, pero también hacia fuera, hacia los demás, no colocar categorías en seguida a la gente, incluso a tu gente, y asignarles roles muy establecidos. Las identidades son móviles y nuestras miradas hacia la gente también deberían serlo. Estamos muy atareados en el quehacer de la vida y dedicamos muy poco tiempo a pararnos y preguntar a los demás.
La comunicación, ¿nos comunicamos con quien queremos, solo como nosotros queremos, mal y poco?
Si nos comunicásemos más, pues emergería menos violencia. En esta historia de Helena e Iván, desde luego.
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El mundo rural está más presente que nunca hoy en la ficción, ¿usted sintió, como muchos, una necesidad de naturaleza tras el confinamiento?
Sí. En todos los pueblos de España en una o dos generaciones todo tenemos un vínculo con el mundo rural. Mi amoña, mi abuela materna, cultivó la comida que se comía y yo no he heredado nada de eso, pero esas historias me han llegado. Así que sientes que formas parte de esa tradición, además en un país que ha sido muy agrícola. No sé si lo veo como una nostalgia, pero sí como algo que me genera curiosidad para explorarlo a través del cine y la ficción.