¿Qué hemos aprendido del dramático accidente de Supersubmarina?
La precariedad fuerza a muchos grupos a jugarse la vida de noche en la carretera para ahorrarse los gastos de los hoteles: "Debería haber un apoyo para los desplazamientos".
Publicidad
madrid, Actualizado:
"Del accidente de Supersubmarina no es posible aprender nada, porque las condiciones de los músicos siguen siendo igual de precarias". Adrián Díaz Bóveda, bajista de Novedades Carminha, no se anda con rodeos a la hora de responder a la pregunta planteada en el titular. "Los artistas que quieren tocar tienen que seguir echándose a la carretera y, si no tienen dinero para un hotel, deben regresar en coche después de los bolos, jugándose la vida. En esta historia no hay ninguna moraleja", zanja el director del Festival B, que se celebra el último fin de semana de septiembre en el Parc del Fòrum de Barcelona.
Publicidad
La historia que relata es la de esos grupos que van a taquilla —es decir, que cobran en función de las entradas vendidas, aunque a veces deben descontar el alquiler de la sala— y que no se pueden permitir pagar un alojamiento en la localidad donde actúan, ni contratar a un conductor que les permita descansar durante el viaje de vuelta a casa. "La culpa es del capitalismo o del sistema que nos ha tocado vivir, donde impera la precariedad y estamos a merced de la oferta y la demanda. Es así de duro", critica Bóveda, también conocido como Jarri, quien tras la separación de su grupo se dedica a organizar conciertos.
El 14 de agosto de 2016, los miembros de Supersubmarina regresaban a su pueblo tras una actuación cuando chocaron contra otro vehículo. En su caso, no viajaban de noche por necesidad, sino porque querían disfrutar con los suyos del último día de las fiestas patronales de Baeza. El accidente les provocó graves secuelas. No pudieron volver a tocar y se encerraron en sí mismos hasta que decidieron contarle su experiencia al periodista Fernando Navarro. El resultado es el libro Algo que sirva como luz (Aguilar), que ha sido presentado este jueves en Madrid. La Habitación Roja recordaba en Instagram que lo que les sucedió "nos podía haber pasado a cualquiera de los que nos pasamos la vida en la carretera".
Consciente de esa realidad, la banda liderada por Jorge Martí reconocía que el accidente les ha permitido reflexionar "sobre lo imprevisible, sobre el paso del tiempo, sobre su titánica lucha para recuperarse y sobre cómo el azar marca el devenir de nuestra vidas". Martín García Duque, miembro de Aurora & The Betrayers, no podría imaginarse hace dos años que un coche robado embestiría contra el suyo a casi 200 kilómetros por hora cuando regresaban después de un concierto "porque no salían los números para un mísero hostal". Ingreso hospitalario, lenta rehabilitación, cancelación de la gira y pérdida económica.
Publicidad
Martín García aseguraba en Cultura Inquieta que, además de los daños físicos, se arruinó: "Si no toco no ingreso dinero, es así de fácil". En su artículo, publicado tras una reflexión de The Limboos en sus redes sociales sobre la decisión de no cancelar unos bolos aun a riesgo de perder pasta, animaba al público a acudir a las salas y advertía de que no es posible "cambiar el mundo desde nuestro sofá con un corazoncito en las redes". Tanto él como el grupo, donde también ejerce como músico, recordaban que, en pleno auge de los festivales, si no se apoyan a los locales terminarán cerrando. Y las bandas, muriendo.
"Sin embargo, no hay ayudas porque el ocio nocturno no se considera cultura. Los accidentes a veces están relacionados con la precariedad de los músicos, porque, si nosotros somos la empresa, no nos queda otra que viajar de noche", explica a Público Martín García Duque, quien deja claro que, pese a que ellos conducían "en calma", en la carretera estás a merced de otros vehículos. "Siempre es un riesgo, pero si parte de tu trabajo tiene que ver con hacer muchos kilómetros, hay más probabilidades de sufrir un accidente", añade Jorge Navarro, bajista de Biznaga, quien incide en esos factores externos.
Publicidad
El autor de las letras del aplaudido Bremen no existe (Montgrí) cree que el reto es "minimizar esas probabilidades, aunque también dependes del clima o del azar, porque además de ti hay otros conductores". Para ello, considera necesario "pernoctar donde tocas, sobre todo si acabas tarde", así como viajar con un conductor descansado y sobrio. "En la tradición punk, siempre te han dejado una cama, por lo que las salas y los festivales deberían ofrecerte alojamiento", cree Jorge Navarro, quien reconoce que en el pasado "hemos hecho burradas y cometido imprudencias".
Ahora, en cambio, apela al sentido común, porque es consciente de que los músicos están "bastante expuestos al riesgo". Sobre todo, después del accidente sufrido en 2019 por el grupo británico Her's durante una gira por Estados Unidos, en el que fallecieron sus dos miembros, Stepheny Fitzpatrick y Audun Laading, así como su mánager, Trevor Engelbrektson. "Habíamos tocado con ellos tres semanas antes en El Invernadero FST! Su muerte nos dejó en shock y nos hizo reflexionar, porque nos tocó de cerca", recuerda el bajista de Biznaga.
Publicidad
Fino Oyonarte: "No quiero arriesgar mi vida"
Nino Bravo se mató en la carretera en 1973. Cecilia, en 1973. Eduardo Benavente, en 1983. Tres años después de la muerte del líder de Parálisis Permanente, Fino Oyonarte dejaba atrás Almería para instalarse en Madrid, donde tocó el bajo en Glutamato Ye-Yé antes de enrolarse en Los Enemigos, que pronto cumplirán cuarenta años como una de las enseñas del rock español. "Entonces éramos jóvenes y atrevidos y hacíamos locuras que, tiempo después, ni se nos pasarían por la cabeza. A esa edad no le das importancia, porque priorizas otras cosas, sin darte cuenta de que puedes cometer una imprudencia", explica.
"Una vez nos pagaron con un cheque y, como no teníamos dinero, tuvimos que parar cuando volvíamos a Madrid para dormir en el arcén de una carretera de Los Monegros. Son anécdotas habituales en los comienzos, cuando regresábamos siempre en coche después de los conciertos", añade Fino Oyonarte, quien ha tocado con su banda de cabecera, pero también con proyectos propios como Los Eterno o Clovis, junto a Cristina Plaza. No solo conoce a la perfección el sector y la industria, sino también todos sus estratos. Sabe lo que es tocar con banda, en acústico y hasta en solitario, defendiendo sus discos Sueños y tormentas y Arrecife.
Publicidad
"El problema es que el circuito intermedio —en su día conformado por bandas como Lagartija Nick, Sex Museum o Los Enemigos— se está tambaleando. Ahora, los cachés de unos cuantos grupos son brutales y los del resto, una miseria. Además de ser una injusticia, se están cargando el circuito de salas", critica el bajista almeriense, quien también ha ejercido como productor y editor de vinilos y libros de temática musical. Cuando la cotización de un artista o grupo es insuficiente, se ve afectado por una precariedad que provoca inseguridad, también en la carretera, razona.
Su prolífica carrera le ha permitido observar la situación desde diferentes perspectivas. Incluso alternando al mismo tiempo, en diferentes grupos, condiciones dignas ganadas a pulso con otras limitadas o insuficientes. "Ya adulto, con Clovis a veces no podíamos pagar un hotel para toda la banda y teníamos que regresar en furgoneta tras el concierto. Sin embargo, de todo eso se aprende", recuerda Oyonarte. "Ahora, cuando toco en solitario, conduzco yo, aunque siempre procuro quedarme a dormir tras el concierto, excepto que sea muy cerca de Madrid. Es algo que me impongo porque no quiero arriesgar mi vida".
Publicidad
Adrián Díaz Bóveda también vivió llenos en muchas ciudades, pero no se olvida de los comienzos de Novedades Carminha. "Empezamos en el más absoluto underground, conduciendo un Golf y un Ford Fiesta donde llevábamos los amplificadores y los instrumentos, jugándonos el pellejo en la carretera cada vez que salíamos a tocar. Hasta que cuadraron las cuentas y contratamos a un road manager que conducía la furgoneta", rememora el bajista compostelano. "Sin embargo, en su día llegamos a dormir hasta en la alfombra del promotor de un concierto".
¿Alguna lección tras el accidente de Supersubmarina? ¿Cómo se podría reducir el peligro de la carretera? Jarri se muestra escéptico. Como siempre ha habido clases, también en la música, "los artistas tienen un caché vinculado a lo que son capaces de generar". Al margen de la calidad, si no mueven dinero, seguirán siendo víctimas de la precariedad, analiza el director del Festival B. "Es el pan nuestro de cada día". Sin embargo, algo ha cambiado por iniciativa propia: "En los ochenta la gente salía de fiesta y conducía bebida, mientras que ahora no es tan habitual. Afortunadamente, en la música sucede lo mismo".
Publicidad
Triángulo de Amor Bizarro y los kamikazes nocturnos
"Sea grupo pequeño o grande, las horas de viaje en coche no te las quita nadie", deja claro Rodrigo Caamaño, cantante y guitarrista de Triángulo de Amor Bizarro, que hace años tomó una decisión: conducir de día, turnándose al volante y realizando muchas paradas. "De noche me da miedo, porque el riesgo se multiplica por diez". Desde que publicaron su primer disco, aclamado por la crítica, al igual que todos los siguientes, el grupo coruñés ha vivido "momentos muy peligrosos". Recuerda haberse encontrado con unos cinco coches en dirección contraria: "No en una carretera, sino en una autovía o en autopista".
El accidente de Supersubmarina fue un "mazazo" para la banda fundada por Isa Cea y él. "Te ves reflejado y entonces eres consciente de que te puede pasar lo mismo en cualquier momento. Ahora, si tocamos muy lejos, viajamos el día antes y dormimos allí. Y preferimos renunciar a un concierto que conducir de noche", comenta al otro lado del teléfono Rodrigo Caamaño, quien no se olvida del trayecto nocturno entre Huesca y Boiro que se vieron obligados a realizar para llegar a tiempo a un concierto. "El conductor se quedó dormido y lo despertamos cuando nos desviábamos hacia el arcén".
Publicidad
Podría enumerar más "sustos", propios y ajenos, porque muchas bandas han sufrido situaciones similares. "El público solo te ve en el escenario, pero eso es lo más fácil. Detrás de un concierto hay mucho tiempo y trabajo, incluidos los desplazamientos. La gente lo pasa por alto, pero los accidentes son una realidad. Esa es la parte más chunga de la profesión", apunta el guitarrista de Triángulo de Amor Bizarro, cuya cantante y bajista recordaba en esta entrevista que siempre han sido "una banda de pico y pala que no ha parado de trabajar". Sin dejar Boiro, pese a que implique trayectos más largos.
Jarri, de Novedades Carminha: "Debería haber un apoyo"
Adrián Díaz Bóveda está convencido de que, mientras un grupo no alcance un estatus que le ofrezca un trabajo digno y seguro, todo pasa por la ayuda de las instituciones. "Al menos debería haber un apoyo para los desplazamientos. Existen algunos puntuales, aunque no todo el mundo tiene acceso a ellos. Girando por Salas me parece una buena iniciativa [del Ministerio de Cultura para impulsar la carrera de artistas emergentes], lo que pasa es que se benefician muy pocos al año. El resto sigue echándose a la carretera en otras condiciones, por lo que estaría bien extenderlo", cree Jarri. "No te lucras, pero vas con los gastos cubiertos y te pagan un caché que evita que palmes pasta".
Publicidad
Al margen de los elegidos —por la industria, por los patrocinadores, por las instituciones, por el público—, parece que la opinión unánime es dejarse guiar por la sensatez, pese a que no todo depende de uno, porque puede aparecer un coche de frente. "Hay que ser consciente y hacer menos locuras, aunque a veces solo piensas en llegar a casa. Pero después de una dura jornada de trabajo, con el cansancio acumulado y quizás con lo que has bebido —porque la noche es muy golfa—, las condiciones al volante deben ser idóneas: el conductor tiene que estar fresco y descansado", insiste Fino Oyonarte. "Solo se vive una vez", concluye este veterano de la escena antes de esbozar una sonrisa. "Que sepamos…".