MADRID
En el universo galáctico que creó George Lucas en 1977 hay ahora niños esclavizados, animales maltratados, infectos traficantes de armas, millonarios despreciables, uniformes de armadura roja para la guardia pretoriana del malvado Snoke y porgs, una nueva criatura con todas las papeletas para ser el muñeco estrella de estas navidades. Star Wars: episodio VIII – Los últimos jedi es, una vez más, esa rentable combinación de blockbuster y escaparate de marketing –eso sí, mucho más entretenida que las anteriores-, con la que Disney intenta mantener vivo el imperio.
La más larga de la saga, 153 minutos, Los últimos jedi comienza con un feroz ataque de las fuerzas de la Primera Orden contra la Resistencia que encabeza la general Leia Organa. Un arranque trepidante para una película mejor construida, con buen ritmo y más emoción que sus precedentes, pero que revela una de sus debilidades ya en esos primeros minutos. El sentido del humor de este capítulo VIII es desconcertantemente infantil. Tal vez los creadores, seguros del nivel de entrega de los millones de fans, se han despreocupado un poco de ellos y han calculado a cuántos nuevos espectadores pueden conquistar con esta maniobra. Al menos esta sería la explicación más creíble para el abismo que existe en la película entre el tono general y estos momentos de ligero humor.
Un canalla con gancho
Por lo demás, la segunda entrega de esta nueva trilogía, que empieza desgraciadamente a repetirse, presenta evidentes atractivos emocionales, especialmente para los seguidores incondicionales, como la presencia de Carrie Fisher, que no llegó a rodar las escenas del siguiente episodio, y el protagonismo de Mark Hamill al lado de las nuevas estrellas de la saga: Daisy Ridley, John Boyega, Oscar Isaac, Adam Driver y Domhnall Gleeson. La ausencia de Harrison Ford es, sin embargo, un vacío que no se ha podido evitar. Chewbacca (Peter Mayhew) está más huérfano que nunca.
Con las nuevas incorporaciones, sobre todo con la de Benicio del Toro, han acertado de pleno. Canalla y con gancho, interpreta a DJ, un hacker experimentado, un buscavidas al que le hace falta un buen afeitado. La actriz Kelly Marie Tran es Rose Tico, mecánica de la Resistencia, afligida por la muerte de su hermana, valiente, decidida y admiradora de Finn (John Boyega) y del piloto Poe (Oscar Isaac). Y la veterana Laura Dern se mete en la piel de la vicealmirante Amilyn Holdo, una mujer íntegra, antigua y leal amiga de Leia. Sin rostro, son también nuevos los soldados de la guardia pretoriana del poderoso Snoke, que visten uniforme rojo y empuñan enormes y afiladas lanzas. Y, claro está, los entrañables, mimosos y divertidos pogs, responsables del elemento más ñoño de la película y, probablemente, uno de los que será más celebrado.
A vueltas con la paternidad
Star Wars: episodio VIII – Los últimos jedi llega a los cines después de una efectiva campaña de promoción en la que sus creadores se han calentado más de la cuenta con la dichosa paternidad oculta de los personajes. Tras el momento, ya legendario, del “Yo soy tu padre”, de Darth Vader, la cosa se ponía fea. Resulta que Darth Vader es el papá de Luke y la princesa Leia, que es la mamá de Kylo Ren, el asesino de su padre, Han Solo. En medio de este lío familiar, la nueva protagonista, Rey, heredera de la fuerza de los jedi, partía en este capítulo VIII con el enigma de sus propios padres. Un misterio que se ha explotado como una de las grandes sorpresas que iba a desvelar la película.
El propio director, Rian Johnson, ha tenido que adelantarse al estreno y suavizar el asunto, probablemente preocupado por la posible decepción de los millones de seguidores de la saga que especulan desde la anterior El despertar de la fuerza con los orígenes de la chatarrera galáctica. “La sorpresa sobre los padres de Rey está bien, pero va a ser barata. Ahora, cuando las expectativas del público se convierten en un patrón, todos están como Oh, va a sacar algo de la chistera por esto y por aquello. Y eso, en realidad, está bien. Pero más vale que el público se asegure de que el tema de los padres de Rey también signifique algo para ellos. Y sea más satisfactorio que un simple Oh, fue esto’, y ya está“, anunció a Comic Book Movie.
Dos religiones
Al final, Los últimos jedi es un capítulo más del enfrentamiento entre dos religiones, calificadas expresamente así en la saga, la de la Fuerza Oscura y la de los Jedi, en el que vuelve a flaquear, aunque no tanto como en la anterior, el lado oscuro. Rian Johnson, director y guionista, saca buen partido del actor Andy Serkis, irreconocible como casi siempre tras horas y horas de maquillaje, que dota de poder y maldad al siniestro líder supremo Snoke. Pero, ¡ay! Adam Driver, un excelente actor, ha tocado hueso con el personaje de Kylo Ren. Aunque ha dado a Johnson la excusa perfecta para un momento épico en esta entrega (atención, las siguientes líneas son un mini spoiler), cuando el perverso Snoke amenazante le grita “Quítate esa cosa ridícula”. Y el pobre Kylo Ren, una especie de adolescente al que le falta un hervor, la paga a golpes con el casco negro que pesaba demasiado sobre su cabeza.
“Puede que la galaxia necesite una leyenda”, dice Rey a Luke Skywalker. Si es así, parece que Rian Johnson ha elegido una dirección más acertada, aunque su sucesor en el episodio IX se tendrá que enfrentar a la ausencia de los personajes míticos de Star Wars. “Disfruté tanto escribiendo para Mark (Hamill) y Carrie (Fisher) como para Daisy (Ridley) y John (Boyega) –reconoció a Efe el director-. Es duro duplicar 40 años de admiración por esos héroes en tan poco espacio de tiempo, pero estas películas cuentan la historia de Rey y Finn. Luke y Leia tienen su propio arco, pero ahora son un apoyo para ellos".
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