Spielberg encuentra al buen americano
Miedo a la Rusia soviética
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MADRID.- El mejor Steven Spielberg y el Spielberg blando, un poco ‘rajado’, están en El puente de los espías. El defensor de la tan cacareada decencia americana (el que cambió los fusiles por walkie talkies en E.T. el extraterrestre) y el tipo íntegro que no soporta la hipocresía de su propio país (el que luego renegó de sus modificaciones) conviven en esta película, un thriller de espías inspirado en un caso real, el del abogado James Donovan que negoció en lo más duro de la Guerra Fría el primer canje de agentes entre EE.UU. y la URSS en el puente Glienicke.
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Miedo a la Rusia soviética
“Como niño que creció en aquella época, yo sentía un miedo tremendo a la bomba atómica y la Rusia soviética”, ha dicho este director superdotado, que firma aquí escenas prodigiosas, como todo el arranque de la historia. Un relato con el que ya desde la primera imagen Spielberg adelanta que se lanza a un juego de espejos, en el que es imposible no verse reflejado.
Defender a un espía
“James Donovan era un hombre que daba la cara, que defendía aquello en lo que creía, que era ‘justicia para todos’”, ha explicado Steven Spielberg en una entrevista grabada en EE.UU., donde puntualiza: “Aquella era una época muy peligrosa para estar en la primera plana de los periódicos por defender a un espía”. Una época en la que a los niños en los colegios –seguramente, al propio cineasta en su infancia- les ponían películas sobre explosiones de bombas atómicas y sus atroces consecuencias. El miedo calaba profundo y, poco a poco, mutaba en odio al comunista.
Experto negociador
Con guion escrito por Matt Charman y los hermanos Ethan y Joel Coen, la película cuenta con grandes interpretaciones, como la del propio Tom Hanks y especialmente la del británico MarK Rylance, en el papel de Rudolf Abel. Amy Ryan, Alan Alda y Scott Shepherd completan el reparto de ‘El puente de los espías’, que recoge los primeros pasos que dio como negociador James Donovan. Tras la defensa de Rudolf Abel, la CIA pidió a este abogado de Brooklyn que negociara la liberación de un piloto de uno de aquellos U2 preparados para fotografiar a los soviéticos.