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MADRID.- El mejor Steven Spielberg y el Spielberg blando, un poco ‘rajado’, están en El puente de los espías. El defensor de la tan cacareada decencia americana (el que cambió los fusiles por walkie talkies en E.T. el extraterrestre) y el tipo íntegro que no soporta la hipocresía de su propio país (el que luego renegó de sus modificaciones) conviven en esta película, un thriller de espías inspirado en un caso real, el del abogado James Donovan que negoció en lo más duro de la Guerra Fría el primer canje de agentes entre EE.UU. y la URSS en el puente Glienicke.
El filme, que llega a los cines solo unos días antes de su 69 cumpleaños, significa el reencuentro del cineasta con Tom Hanks y con la Historia. Así, después de títulos como La lista de Schlinder, Salvar al soldado Ryan, Munich, War Horse o Lincoln, se adentra ahora en los años de la Guerra Fría, cuando los ciudadanos de ambos bloques vivían angustiados por la posibilidad de un ataque nuclear.
Miedo a la Rusia soviética
“Como niño que creció en aquella época, yo sentía un miedo tremendo a la bomba atómica y la Rusia soviética”, ha dicho este director superdotado, que firma aquí escenas prodigiosas, como todo el arranque de la historia. Un relato con el que ya desde la primera imagen Spielberg adelanta que se lanza a un juego de espejos, en el que es imposible no verse reflejado.
Un tipo se mira en un espejo para pintar su autorretrato. Es Rudolf Abel, un espía ruso. Será el personaje que mejor entienda y más se acerque a James Donovan, el abogado especializado en seguros que acepta el encargo del gobierno de defenderle para demostrar al mundo lo honesta e insobornable que es la justicia y la democracia americana. Pero en su cruzada contra los enemigos de los valores ‘sagrados’ de la Constitución americana se tropieza con la CIA, con sus colegas, con sus vecinos…
Defender a un espía
“James Donovan era un hombre que daba la cara, que defendía aquello en lo que creía, que era ‘justicia para todos’”, ha explicado Steven Spielberg en una entrevista grabada en EE.UU., donde puntualiza: “Aquella era una época muy peligrosa para estar en la primera plana de los periódicos por defender a un espía”. Una época en la que a los niños en los colegios –seguramente, al propio cineasta en su infancia- les ponían películas sobre explosiones de bombas atómicas y sus atroces consecuencias. El miedo calaba profundo y, poco a poco, mutaba en odio al comunista.
Todo ello, presente de manera magistral en El puente de los espías, pierde a veces su fuerza y hondura con algunos chistes demasiado simples, con concesiones a emociones fáciles, con ciertas entradas de música… Y a pesar de ello, sorprende y se agradece ver en una película de Spielberg a un espía ruso, un tipo recto, mirando a los ojos del héroe americano para advertirle del peligro de ‘los suyos’. “Tenga mucho cuidado, Jim”. Y sobrecoge observar cómo un niño, el hijo del protagonista, atemorizado, explica a su padre hasta dónde llegaría la onda expansiva de una bomba atómica. El mismo niño que en el colegio jura lealtad al país que perfecciona los U-2.
Experto negociador
Con guion escrito por Matt Charman y los hermanos Ethan y Joel Coen, la película cuenta con grandes interpretaciones, como la del propio Tom Hanks y especialmente la del británico MarK Rylance, en el papel de Rudolf Abel. Amy Ryan, Alan Alda y Scott Shepherd completan el reparto de ‘El puente de los espías’, que recoge los primeros pasos que dio como negociador James Donovan. Tras la defensa de Rudolf Abel, la CIA pidió a este abogado de Brooklyn que negociara la liberación de un piloto de uno de aquellos U2 preparados para fotografiar a los soviéticos.
Donovan, que antes de todo esto había sido ayudante de Robert H. Jackson en el juicio de Nuremberg, donde él mismo presentó las evidencias visuales, se enfrentó a esta situación en un momento muy delicado. Al fin y al cabo, el caso de Rudolf Abel ocurrió en un país que unos años antes, en 1953, había asistido a la primera ejecución de civiles, los Rosenberg, condenados por espionaje.
Sus habilidades como negociador se hicieron tan evidentes entonces, que el gobierno de EE.UU. no le dejó escapar y le siguió enviando a algunas misiones. En una de sus mediaciones más sonadas consiguió la liberación de los 1.113 hombres que había hecho prisioneros Castro en la invasión de Bahía de Cochinos. Una vida interesante de la que Spielberg ha sacado un gran thriller, con el que demuestra su convicción de que “la Historia escribe mejores relatos que la ficción”.
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