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Soderbergh no se toma en serio

El oscarizado director estadounidense presenta una fallida cinta de espías en forma de experimento posmoderno

ÁLEX VICENTE

Ya hace unos años que a Steven Soderbergh no le apetece que le tomen en serio. Desde que rodó Che, el director se ha embarcado en proyectos más ligeros y, sobre todo, más extraños. Hasta ahora, su cinta experimental encabezada por una actriz porno (The Girlfriend Experience) parecía llevarse la palma. Hasta que ha llegado algo que iguala o supera la apuesta: una película de espías protagonizada por una antigua luchadora de MMA (las iniciales en inglés de 'artes marciales mixtas'), combinación de todas las disciplinas imaginables, del karate al jiu-jitsu.

'Sólo quería hacer algo divertido. Estoy entrando en una fase centrada en cosas más entretenidas, que me parece algo que se tendría que incitar', dijo ayer el director estadounidense, que presentó Haywire (en España, donde llega el 3 de marzo, se titulará Indomable) fuera de competición en la Berlinale. Que consiga financiación para proyectos como este demuestra, sin duda alguna, que se trata de alguien mucho más poderoso que supuestas vacas sagradas del cine estadounidense, sin tener que citar ningún nombre.

El proyecto surgió cuando Soderbergh descubrió a su heroína de acción en un programa televisivo. Gina Carano tiene 29 años, es hija de un quarterback de los Dallas Cowboys y tiene una licenciatura en Psicología a la que renunció para dedicarse a su auténtica pasión, las MMA. Carano es una especie de Sandra Bullock hipermusculada, con las aptitudes interpretativas de una alcachofa y el carisma de Herman van Rompuy. Pero poco importa todo eso: Soderbergh sólo le ha pedido que exprese ira y violencia a través de fruncidos de entrecejo, en una historia de venganza con aires tarantinescos, protagonizada por una agente secreta traicionada por sus jefes y clientes, que arranca en una Barcelona que el director describió ayer como 'la ciudad más bonita del mundo'.

En el fondo, pedir profundidad a Haywire sería como pedirle a una película de kung fu que sea Bergman. El problema se encuentra más bien en sus disfunciones como divertimento, en su alargada coreografía de escenas de lucha y en la inexistente química entre Carano y sus lujosos compañeros de reparto, como Michael Douglas, Ewan McGregor, Michael Fassbender y Antonio Banderas. Los dos últimos acudieron ayer a Berlín para presentar la película. 'Soderbergh es como un instrumentista de jazz que conoce la partitura a la perfección, así que se puede permitir improvisar', afirmó Banderas, mientras regañaba a Fassbender con la mirada por no dejar de cuchichear con Carano.

Visto lo visto, más que la improvisación, el problema de Soderbergh parece la autoindulgencia. El director todavía no ha acabado con sus fallidos experimentos posmodernos. Lo próximo será Magic Mike, la historia de un stripper que ha sido descrita como la versión masculina de Showgirls. Contará con su nuevo actor fetiche, Channing Tatum, al que pretende convertir en su Leonardo DiCaprio. ¿Y si, después de todo, el riesgo estuviera sobrevalorado?

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