El silencio de un Dios que aprieta y ahoga
"Una profunda belleza de grandioso significado"
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MADRID.- MADRID.- ¿Puede haber mayor castigo para un creyente en el Dios cristiano que asumir la despiadada pasividad de éste ante el dolor y el sufrimiento humano? ¿Es posible que haya algún auténtico cristiano que no se haya torturado pensando en la verdadera naturaleza de un Dios que observa impasible todo el horror que padecen los hombres, muchas veces en su nombre? Atormentado durante años por estas preguntas, Martin Scorsese ha quedado en paz consigo mismo al rodar Silencio’, la película de un cristiano al que ya no martirizan las dudas, porque reconoce dolorosamente ese atroz silencio del Dios al que lleva cuestionando desde la infancia.
Incluida entre las 10 mejores películas del año por la centenaria National Board of Review (NBR) y por el American Film Institute (AFI), Silencio es una historia que encara al hombre con la divinidad, lo mismo da de dónde proceda ésta, y que propone con inteligencia y con aflicción preguntas que todos, ateos, agnósticos y creyentes, nos planteamos en nuestras vidas. Calculada plano a plano, trabajada minuciosamente, interpretada maravillosamente y hermosa desde principio a fin, también bárbara y amarga, la película recurre a un personaje real y a un episodio histórico para proclamar lo absurdo de algunos gestos, lo ridículamente vacíos que muchas veces están los símbolos –cruces o banderas- y lo oportunistas que pueden resultar en ocasiones los mensajes de predicadores o activistas aun sin que ellos se den cuenta.
"Una profunda belleza de grandioso significado"
Silencio está ambientada en el siglo XVII y cuenta el viaje, físico y espiritual, que realizan a Japón dos jóvenes misioneros jesuitas para buscar a su mentor, el padre Ferreira, y predicar el evangelio cristiano en Oriente. Señores feudales y samuráis perseguían entonces, en la época de los Kakase Kirishitan (cristianos ocultos), a los cristianos y empleaban con ellos la tortura y las ejecuciones tras obligarles a elegir entre la apostasía o la muerte.
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Una prueba de fe o una vileza
Scorsese, frente al silencio del Dios de los cristianos, llena de profundidad y de contenido esta obra. Unos padres japoneses bautizan en secreto a su bebé y preguntan con una sonrisa radiante: “¿Ahora ya iremos los tres al paraíso?”, de inmediato les asalta una casi insoportable decepción cuando el padre Garrpe (Adam Driver) les dice que no. Se han convertido a su religión, como Ferreira explica más tarde a Rodrigues (Andrew Gardfield), por esa dulce promesa del paraíso, en realidad ellos no creen en Dios, creen en Rodrigues y en sus palabras. Y por ellas se dejan matar. Y Scorsese, padre en el cine de algunos momentos espeluznantes protagonizados por la mafia, rueda una de sus secuencias más aterradoras, una crucifixión en el mar, con la que obliga al espectador a mirar sin pestañear la crueldad y el sufrimiento y a decidir si ese silencio de Dios es una prueba de fe o una vileza.