Saramago en su tinta: Todo el nervio de un blog efectivo
Este libro no puede leerse en Italia. El propio Silvio Berlusconi decidió que debía censurarlo
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Este libro no puede leerse en Italia. El propio Silvio Berlusconi decidió que debía censurarlo. Prefirió que los italianos no leyeran en su lengua que deberían evitar que las posaderas de Il Cavaliere se sentasen por cuarta vez en la silla del poder. José Saramago apunta en una de sus entradas de septiembre de 2008 en su blog que Italia vota con el corazón y no con la razón, que es comprensible, pero que ya está bien.
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No es el único que sale del revés de los escritos más corrosivos del Nobel de literatura. Para empezar, la Iglesia y Rouco Varela, empeñados en ver un problema en el laicismo, padecen de atrofia muscular en su espíritu. Pero continúa por el exceso de paciencia, que ha conseguido aminorar la marcha de las revoluciones. "Obviamente, no tengo nada personal contra la esperanza, pero prefiero la impaciencia", escribe Saramago al borde de su blog, con la sangre en la boca del estómago. Tampoco deja pasar el palo a la izquierda que nos ha tocado: dice que ha perdido la capacidad de actuación, de pensamiento y, lo que es peor, la intención del riesgo.
Han pasado muchas cosas en este último año y medio como para moverse, pero nada. ¿Alguien más? Muchos más, y no se anda en ningún caso con concesiones ni con falsas sonrisas. Por ejemplo, ahora que vivimos el esplendor del videojuego, ahora que los ministros de Cultura aseguran que es una parte esencial de la industria cultural de los países, ahora que se empeñan las instituciones por asimilar algo instalado en el gusto social desde hace años, ahora, digo, José Saramago arranca con un "los videojuegos que son como manuales de instrucciones para alcanzar la perfecta intolerancia y la perfecta crueldad". El escritor llega a un apocalipsis arrebatado al enumerar las causas de la sociedad que ha hecho de "la violencia un sistema de relaciones".
Saramago inauguró el blog en septiembre de 2008 porque las noticias le quemaban en los dedos, porque necesitaba un contacto mucho más directo e inmediato con sus lectores y con los que todavía no lo eran. Saramago necesitaba de las nuevas tecnologías para seguir batallando y aleccionando. De lanzar con la energía y las fuerzas intactas manifiestos que animen el cambio a escala pública e individual, proclamas que demanden el momento de la justicia.
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El valor del libro es el del testimonio sin filtros, coloreado por la actualidad de un año en el que parecía que todo iba a cambiar, en el que la crisis financiera que había destrozado las economías podía arrastrar un cambio de paradigma... un año perfecto "para que el nuevo orden económico sea, por fin, democrático y beneficie a la gente", escribe José Saramago. En este cuaderno incendiario hay literatura, hay amigos, hay políticos y democracia de taxi. Hay mucha cancha para el que reconoce que le apetece decir que este es su testamento, pero al que todavía no se lo permiten.