Un Sant Jordi doblemente festivo
Firma de libros
Publicidad
Actualizado:
BARCELONA.- Asegura el escritor catalán Màrius Serra que "el librero es tan importante para el lector como el maestro para el estudiante". Siguiendo con esta metáfora, la Diada de Sant Jordi se erige en la mayor y más anárquica marea de 'estudiantes', ávidos todos ellos de encontrar su propio género, su propio camino, su propio motivo para leer, creer y querer. Sin tutores. Hoy es el día del libro. Y el de la rosa. El de los dragones, los caballeros y las princesas. Una leyenda indemostrable que se escribe en las calles de toda Catalunya y especialmente en las de Barcelona; las señales más fiables para no perderse, seguir el rojo y la intuición.
Publicidad
Aunque no quisiera, acabará haciéndolo. Barcelona es hoy también la ciudad del amor. Suena cursi, pero más lo es San Valentín. No hay esquina sin su pequeña mesa con rosas. No hay cruce de calle sin un piropo o una amenaza, dependiendo del sexo. "Una mujer tan bonita no se merece una rosa, ¡se merece dos!", grita un florista ambulante a una pareja que efectivamente ya ha cumplido con el intercambio rosa-libro. Cualquier estrategia es buena para tratar de colocar las últimas flores… De rosas las hay para todos los gustos y para todos los bolsillos. Rosas de colores, de plástico, de madera y hasta comestibles. Las más baratas, a dos o tres euros; flores 'low cost' que suelen venderse en establecimientos sin licencia y que enervan al gremio de floristas.
Pero las floristerías tradicionales no solo acusan la competencia desleal, también se lamentan del calendario. "Nosotros hemos encargado la mitad del género que el año pasado", desgrana una dependienta de una floristería de L'Eixample. Esgrime dos motivos: "la gente aprovecha para pasar el fin de semana fuera de Barcelona. Y las empresas no necesitan encargar ramos o paquetes de rosas para sus empleados, clientes, etc…". En la histórica floristería Navarro, una de las más antiguas de la ciudad, confirman el diagnóstico: "Es cíclico. Si Sant Jordi cae en festivo, se venden menos rosas", explica una trabajadora. El año que viene, por cierto, Sant Jordi caerá en domingo.
Firma de libros
Sant Jordi hierve, sobre todo, en el centro de la ciudad. Los ejes Plaça Catalunya, Passeig de Gràcia y Rambla Catalunya son los escogidos por las grandes librerías y centros comerciales para que los escritores firmen sus obras y hasta ahí se desplazan miles de ciudadanos durante todo el día. Sin embargo, de las 860 licencias otorgadas por el Ayuntamiento de Barcelona para hacer stands, solo 200 son de librerías. ¿Y el resto? Entidades sociales, partidos políticos y hasta consulados, como el que hoy despertaba la atención en Rambla Catalunya con València, el de los Emiratos Árables, donde se ofrecía té rojo y una especie de bayas del mismo color. La globalización tiene estas cosas…
Publicidad
Pilar Rahola, Almudena Grandes, Miguel Ángel Revilla, Pedro García Aguado o la periodista Empar Moliner también cambiaban de stand para satisfacer a todo el mundo
Ya en Plaça Catalunya, los autores de los libros hacen sus particulares rotaciones. A las 12 en punto, el cantautor Albert Pla se levanta de su silla y se lleva su libro 'España de mierda' a una conocida fábrica de cerveza de la ciudad. Ahí seguirá firmándolo, pero también tocará unas canciones. Pilar Rahola, Almudena Grandes, Miguel Ángel Revilla, Pedro García Aguado o la periodista Empar Moliner -esta vez no ha quemado ningún libro- también cambian de stand para satisfacer a todo el mundo; algo más dispersados están algunos de los chefs más conocidos de nuestro país, convertidos dentro de esta fiebre culinario-mediática en personajes de lo más solicitados. Ferran Adrià, Joan Roca, Pepe Rodríguez y hasta dos ganadores de Masterchef Junior se han dedicado a firmar libros durante toda la mañana.
Publicidad
La Casa Batlló, de Antoni Gaudí, en el cruce de Passeig de Gràcia con Aragó, también ha querido engalanarse para la ocasión, amaneciendo esta mañana con un vestido de más de 1.000 flores. Su fachada luce espectacular, mientras a pie de calle voluntarios venden rosas solidarias. La dificultad principal para comprarlas reside en el bosque de manos, cámaras y selfies que hay que sortear hasta llegar a su stand.