Salinger no dejó de escribir ni un día de su vida
En las seis nuevas cartas del autor deja clara su necesidad de soledad para trabajar
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A J. D. Salinger lo que más le gustaba era escribir y no los resultados que pudiera dar su trabajo, ya los había logrado con El guardián entre el centeno y no le interesaron en absoluto, según escribió él mismo en una ocasión a su amigo Michael Mitchell, en una de las seis cartas que desde ayer y hasta el 9 de mayo se pueden leer en la suntuosa Morgan Library de Nueva York.
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"En los últimos 20 años y más (...) he estado explorando cosas, mirando cosas a través de mi escritura y mi ficción. Cuál será el resultado no lo sé, no lo puedo decir y no estoy seguro que sea algo que tenga que ver conmigo. Solamente me importa el trabajo. Tuve resultados antes y no me interesaron en absoluto", aseguraba Salinger en la misiva, fechada el 6 de abril de 1985 en Cornish, en el estado de New Hampshire, donde se recluyó buena parte de su vida después del éxito obtenido con El guardián entre el centeno.
Quizá de todas las cartas en la exposición esta, de tres hojas de extensión escritas a máquina, sea la que más claves da sobre su actividad literaria y su forma de trabajar, a pesar de que para entonces llevaba 20 años sin publicar: "Empiezo a escribir a las seis o las siete de la mañana hasta las doce", comentaba a su amigo Mitchell, autor de la portada de la primera edición de El Guardián entre el centeno, mientras le hacía constar que era consciente de que la dedicación a la escritura hacía su vida diferente: "No sé ciertamente si el tipo de vida que llevo se puede contar en la forma habitual en que los amigos se cuentan las cosas."
Salinger creía que la soledad era sagrada para la escritura, como señala en esa misma carta: "Vieja cabra como soy, todavía ocasionalmente le propongo matrimonio a cualquiera que pasa bajo mi ventana, pero siempre bajo los mismos términos egoístas, a saber que no debo dejar mi escritorio, mis papeles y mis libros a menos que sea absolutamente necesario u oportuno; y no veo ningún o casi ningún motivo que lo sea".
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Las seis cartas continúan a las cuatro que la Morgan ya tuvo expuestas y que componen la correspondencia completa que mantuvo conMitchel durante 40 años, en lo que Salinger llegó a definir como "una amistad de primera clase".
Una amistad que se extinguió tras la última de esas misivas, en la que el escritor se negó a firmar un ejemplar de la primera edición de El Guardian que le había pedido aquel. "Claro que no me molesta firmarte un libro. Nada de eso. Lo que ocurre es que creo que no puedo firmar un libro más. No lo he hecho durante años". Además, "la mayor parte de lo que es genuino es mejor dejarlo como está", según escribió a Mitchell dejándole claro que debería conformarse con lo que tenía.